Me lanzo hacia él mientras sus ojos se tornan rojos, no me preocupa, no sólo tengo ventaja natural, sino que Derek no va a querer dañarme, Me lanzo hacia él rugiendo, él esquiva mi primer golpe, pero no la patada que le sigue, el Hale choca contra la pared del cuarto y entonces lanzo un zarpazo a su vientre que acierto, rasgando su suéter de lana marrón, y la camiseta debajo de éste, lugar por donde la sangre comienza a aparecer. Entonces él lanza un golpe a mi rostro y yo no lo esquivo, dejo que me de y suelto un quejido, el rojo en los ojos de Derek se desvanece luego de ello con una expresión de arrepentimiento y, cuando estoy a punto de rasgar su garganta, una flecha surca la distancia entre nosotros, manteniendonos separados.

El proyectil se clava a un lado de la ventana del cuarto y, cuando miro a la entrada, de donde es que provino, me encuentro a una mujer con una larga cabellera de un castaña oscuro que cae por su espalda en leves ondas. Tiene su ceño fruncido, sus cejas son delgadas con unos oscuros ojos cafés debajo de ellas, y a su vez, una pequeña verruga bajo su ojo derecho.

El brillo de mis ojos desaparece justo como el de Derek lo hizo segundos atrás.

  —¿Paige?—pregunto en una combinación de sorpresa y asombro.

La castaña no responde, apenas soy capaz de notar la ballesta en sus manos cuando siento un pinchazo en mi brazo, entonces miro la zona y descubro una jeringa clavado en el, con un liquido cristalino introduciéndose en mi sistema mientras Derek la presiona. Clavo mis ojos sobre los del Hale, lo oigo murmurar un débil lo siento y, luego de ello todo se torna negro.

Inevitablemente me veo golpeada por una sensación de  déjà vu al despertar, puesto que nuevamente estoy sobre la cama en el cuarto de invitados de la mansión Hale.

Me siento nuevamente sin problemas y luego me paro, mas apenas doy un paso me veo retenida por una fuerza invisible, entonces mi mirada recae en la ceniza de serbal esparcida por el suelo alrededor de la cama. Maldigo por lo bajo, recorro el cuarto con mi mirada y no descubro a nadie, por unos segundos me siento patéticamente indefensa, atrapada dentro de un muro invisible en un espacio pequeño que no me gusto en lo absoluto.

  —Hey.

Salgo de mis pensamientos rápidamente y miro al propietario de la voz, nadie menos que Scott McCall, quien se acerca a mí hasta sentarse en una silla puesta al otro lado de la línea de ceniza.

  —¿Qué haces aquí Scott?—pregunto de manera fría, dura y distante—¿Donde está Derek?

Esa última pregunta me sorprende, la excuso con que deseo rasgar su garganta para poder acabar con su vida, pero sé que no es así, y eso me aterra. Claro que no demuestro nada de esto frente al moreno.

  —No vendrá—anuncia él sentándose—. Hacemos guardias y este es mi turno—explica, yo no le doy respuesta alguna, simplemente me acuesto nuevamente y clavo mi mirada en el techo.

No pienso rasgar mi garganta nuevamente, es una fea manera de morir. Eventualmente saldré de este lugar y entonces encontraré una forma de viajar, lo haré a antes de este momento, recuperando el factor sorpresa... Me resulta dificil pensar gracias a la manera en que Scott me escudriña con la mirada.

  —Una foto durará más—Le recomiendo mirándolo de reojo, él se sonroja y quita su mirada de mí, yo ruedo mis ojos.

El mismo Scott de siempre.

  —Lo siento es sólo...—empieza, su ceño se frunce y su pie comienza a repiquetear en el suelo—Derek nos habló de ti—dice, captando mi atención—, digo, ya lo había hecho, pero luego de tu pequeña pelea con él lo hizo más —aclara, regresando su mirada hacía mí—. ¿Cómo es eso de que yo era tu alfa? 

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