La Trampa

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El tiempo era inestable... cambiante... parecía invierno, pero era casi verano. El cielo estaba obscuro y cubierto con nubes negras cargadas de agua que amenazaban con una tormenta en cualquier momento. El viento, sin embargo, era cálido... indicador claro que aquella tormenta sería suave. Sonrió con tristeza... hacía tan solo unos quince minutos que había descendido del Expreso de Hogwarts, dejando atrás por unos días a sus queridos compañeros quienes volvería ver antes que terminara el verano.

Pero antes, necesitaba descansar, ver a sus padres y disfrutar del calor de hogar, para luego embarcarse en una nueva odisea junto a sus amigos Harry y Ron, algo tal vez más peligrosa de lo que ya habían vivido... ese año había sido uno de los más tristes y violentos en Hogwarts y a pesar de aquello, debían nuevamente enfrentar una clara amenaza que se cernía sobre el mundo mágico. Voldemort y los suyos estaban cerca y tenían planes terribles que los afectarían a todos.

No obstante, sin importar lo peligrosa que podría llegar a ser esta nueva aventura junto a sus amigos, había optado por no revelar nada a sus padres. Le dolía lo que iba a realizar, pero era por el bien de la familia. No podía arriesgarlos a morir en manos del algún desquiciado seguidor de «El que no debe ser nombrado» o, en el peor de lo casos, resultar capturados y torturados como otros que habían sufrido la ira de estos fanáticos seguidores de un malvado mago que lo único que ansiaba era el poder y por sobre todo someter a los no-magos, hundiendo al mundo en dolor y tristeza.

Aquel día no había informado a sus padres de que llegaba, quería darles una sorpresa. Les dijo que se iría a La Madriguera con Ron y Harry, sin embargo, sus planes eran estar esas semanas junto a ellos y disfrutar al máximo el tiempo que pasaría en casa.

Al salir de la estación, acomodó el pañuelo de seda en su cuello, para darse un poco de abrigo. Sólo a ella se le ocurría ponerse un vestido delgado. Lo bueno era que llevaba una gabardina, aunque también delgada de mangas largas que le llegaba a la rodilla, con eso capeaba un poco el frío que sentía. Pero los zapatos poco la protegían. Jamás pensó que un día de término de primavera, pareciera que fuera pleno invierno.

Mientras esperaba a que un taxi la llevara, divisó a lo lejos a alguien familiar.

—¿Cómo es posible que «ese» se pasee por estos lados? ¡Descarado!

Había visto de lejos que Draco Malfoy merodeaba por el lugar. Sabía que si él estaba cerca, nada bueno podía suceder. A través de Harry se había enterado que Malfoy estuvo a punto de matar a Dumbledore. Aunque según su amigo, Draco no iba a ser capaz de llevarlo a cabo y que ya estaba bajando la varita cuando Snape apareció y lanzó la maldición asesina, dando como resultado la muerte del anciano director. Pero, a pesar de no haber llevado a cabo su cometido, Malfoy se había unido al grupo que arremetió contra el colegio y luego, en un acto de cobardía pura, huyó dejando a los mortífagos diseminados por las aulas de Hogwarts.

Entonces la pregunta era, ¿qué hacía dejándose ver? Si bien ese era un lugar de muggles, era obvio que más de algún mago o bruja podía andar en medio de la multitud. Más inaudito aún, era verlo solo, sin alguien resguardándolo. Es más, parecía que miraba al gentío como buscando a alguien. Pero, aunque mucho le intrigara, sinceramente lo que quisiera Draco Malfoy, era nada comparado con las ganas que tenía de llegar a su casa para estar con sus padres. Había planeado una cena familiar la cual ella misma pensaba preparar. Debía aprovechar al máximo a quienes tanto amaba.

En ese momento sintió que los ojos del muchacho se posaron en ella. Era tan fuerte ese imán que no tuvo opción. Lo miró ella también. Creyó que algo le decía, mientras realizaba un movimiento negativo con la cabeza, ¿se estaría desquiciando ella también? Draco Malfoy jamás se dignaría a mirarla, eso era como... «Rebajar de su altar, al Señor Pura Sangre», rió para sí al pensarlo. En aquel momento, se detuvo un vehículo frente a ella. De él descendió un hombre vestido con abrigo negro y gorro. Con su mirada gacha la ayudó con el baúl, con la jaula del gato y con el resto del equipaje.

Siempre serás MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora