2 - El Palacio de la Princesa del Bosque

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¡Ya estamos de vuelta!
Me alegra que sigas aquí para saber cómo continúa esta increíble historia, ¡te prometo que no te aburrirás!
No te entretengo más, ¡Disfrútalo!

Cincuenta años atrás, una tropa de humanos llegó a nuestra tierra. Eran amigables, un poco tontos, pero muy curiosos y educados. Nos entendíamos perfectamente, y nuestros líderes conversaban sobre el futuro en que Exadia y la Tierra tuvieran rutas de comercio.

Todo pintaba muy bien, hasta que un hombre llenó de maldad, el magno ejemplo de la corrupción de los mortales: el hermano del líder de los astronautas, un imponente soldado rubio y de mirada recia, Bruce Goldwin; se puso a cargo de un pequeño grupo de los doscientos miembros del crucero estelar. Abandonaron a los otros acá, llevándose con ellos la nave en la que los humanos llegaron una vez, y cuando retornaron, todo se llenó de oscuridad.

Nunca supimos qué blasfemias dijo aquel malvado ante sus compañeros en la Tierra, solo sabemos que en su retorno, ninguno de ellos nos consideraba como hombres o mujeres...ni siquiera como seres vivos.

El hermano de Bruce, Chuck, murió lado a lado con el Rey de la Undécima Estrella, y Bruce enloqueció culpándonos de la muerte de su fraterno, a quien matara con sus propias manos y un puñal.

El único factor que pudo, en ese mismo año, expulsar a los corruptos humanos de nuestra tierra, fue la presencia de los Diez Guardianes, los dignos sucesores del Rey.

Guiados por los diez elementos: Fuego, Metal, Tierra, Planta, Agua, Hielo, Viento, Rayo, Luz y Sombra; usaron sus imparables poderes para combatir las destructivas máquinas de los mortales.

Sin embargo, solo un empate fue logrado, y durante cinco décadas ambos bandos se retiraron a fortalecerse, mas el tercio de nuestro mundo que cayó en manos de los mortales sigue de su lado, sigue corrompiéndose cada vez más de la oscuridad de sus almas.

El descendiente del segundo guardián, fue elegido entre los humanos que no se rindieron a las tinieblas. Un joven mortal, que heredó el poder de la magia, para domar todo metal ante sus manos.

Y aunque hoy todos los demás descendientes, de los diez guardianes hoy fallecidos, sean de nuestro mundo y raza, ese joven humano no ha sido igualado por guerrero alguno jamás.

Si un humano pudo aguantar la responsabilidad...Creo que tú también puedes, Katherine.

-...Sabía que esa era la conclusión de tu historia, abuela. ¿Por qué persistes tanto con enrolarme en semejante barbarie? Sabes que no me interesa la guerra.

La bella jovencita, vistiendo un kimono -o tal vez se llamara "yukata", en el idioma de quien les enseñó a confeccionar tales prendas- de un rojo intenso adornado en flores doradas; se levantó del suelo indignada.

La señora, ni arrugada ni vieja en ningún motivo, de naturaleza "zorruna" como su nieta, no tenía nada que envidiarle a esta en aspecto: sus quinientos tres años de edad, solo le habían hecho más sabia, jamás anciana.
Esta también se levantó, insistiendo con voz serena.

-El templo lo dictó así, querida. Fue además, la voluntad de tu padre que tú le sucedieras...Tienes la habilidad, el talento y el poder...Solo necesitas la determinación.

-...No deseo convertirme en la Cuarta Guardiana, abuela. Y dudo que puedas forzarme a hacerlo.
-Jamás haría una cosa así: me insultas con semejante acusación.

-Pues mis disculpas, sin embargo, ya hace mucho que aclaré mi decisión. Jamás volveré a sostener una espada...No aunque mil templarios lo dicten, no aunque fuera la voluntad de mi padre y todos mis ancestros.

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