Las imágenes comienzan a distorcionarse, no soy capaz de protegerme como debo, y las náuseas se apoderan de mi cuerpo cuando siento sus golpes. Otro puñetazo va a mi ojo derecho, y eso termina por desconectarme.

—¡¿Por qué le hacen esto?! ¡Deja tranquila a tu hermana, Dante, te lo advierto! —gruñe mi madre alterada. Hace ademán de ponerse de pie cuando veo a mi padre golpearla a ella también.

— ¡¿Y tú qué vas a hacer?! — le grita mi padre.— Lo que esta niña siempre necesitó fue disciplina ¡Que su hermano la tenga a raya está perfecto!

Como si lo invocara, Dante me toma del brazo, no puedo caminar bien así que doy algunos pasos trastabillando, tropezándome conmigo misma porque mi ojo ya se cerró por completo y no puedo ver nada. Como si lo le importara, me lanza con fuerza hacia la puerta de entrada, y luego mi bolso sobre mi cabeza.

—¡Ve a trabajar que lo peor que puede suceder ahora es que pierdas este empleo! —me grita furioso.

Lo odio. Sé que no debo decir esto sobre mi hermano menor, porque prácticamente lo crié, pero es cierto, lo odio tanto. A pesar de ser solo un niño, tiene la fuerza de un hombre y el haber convertido en alcohólico destruyó al niño adorable que alguna vez fue.

La bebida saca su lado abusivo y adicto, he sido testigo de que no le importa lastimar a nadie con tal de obtener lo que quiere, incluso golpeó a mi madre en repetidas ocasiones porque en su puta mente creyó que tenía dinero oculto. Por supuesto, papá lo golpeó tan duro que no pudo levantarse de la cama durante semanas enteras, pero es como dicen, la violencia genera más violencia.

Lástima que yo no cuento con la suerte de hacer lo que sea y que papá de igual forma me perdone.

Ocupo todas mis fuerzas para ponerme de pie y caminar lo más lejos posible de esas bestias. El dolor me paraliza por algunos minutos y debo tomarme de las paredes para poder continuar. Mis costillas duelen demasiado y siento que las tengo quebradas, es lo más seguro, y tengo presente de que no podré trabajar varios días porque no hay forma de que pueda cubrir por completo todos los cardenales que tendré a causa de esto.

No sé cuánto tardo en llegar al club, sólo soy consciente de las miradas de lástima que las personas me dan todo el camino, incluso en la puerta de entrada del club. Es increíble como las personas me ven herida, y no son capaces de preguntar siquiera si me encuentro bien. Me siento tan agotada, tan exhausta por todo lo que pasó, que apenas la puerta de servicio del club se cierra detrás de mí, me deslizo por la pared hasta llegar al suelo y quiero que la oscuridad me tome por completo.

Mi corazón palpita muy fuerte y mis ojos arden de tanto contener las lágrimas, pero me siento mal. No físicamente, sino de forma emocional.

Estoy cansada, me repito una y otra vez. Cansada de tener que ocultar con maquillaje lo que ocurre a puertas cerradas en mi casa. Cansada de trabajar para fomentar su machismo, egoísmo y adicción.

Cansada de ser ignorada por completo.

—¿Lia? ¡Oh por dios, Lia! —la voz familiar de Kate me despierta de mi aislamiento. Abro los ojos y trato de recuperarme porque detestaría su lástima, pero es tarde. La veo tan consternada por todo lo que ve en mí, en sus ojos cristalinos y la forma en la que tiemblan sus manos al tratar de ayudarme, como si yo no fuera yo sino una muñeca de porcelana de colección que teme romper. —¡Mark, Mark ayúdame!

—¡¿Qué es todo este griterío?! —gruñe Mark, minutos después. — ¡Joder, Lia! ¿Qué demonios pasó?

—Hay que llevarla dentro, está sangrando – murmura mi amiga preocupada.

Me quejo del dolor cuando me levantan entre los dos y me obligan a caminar hasta la oficina de Mark. Me dejan sobre un sofá con cuidado y Kate se arrodilla frente a mí para tomar mi rostro entre sus manos temblorosas. Está tan enfadada, tan molesta que cada parte de su cuerpo tiembla debido a la ira.

Entre Sábanas de Seda (AQS #1)Where stories live. Discover now