9. Buggie

6.5K 786 199
                                    

El otoño y su transcurso se deslizó sobre nosotros de la manera más delicada y tranquila posible, tal como si temiera tomarnos por sorpresa. A veces me gustaba mucho más el otoño que las demás estaciones. Ni tan caluroso como el verano, ni tan frío como el invierno, me parecía incluso más poético que la primavera, con su frío mesurado y el lento declive de la estación.

Pasaron bastantes cosas en el transcurso de aquellos días. Greg y yo nos habíamos hecho bastante amigos, para mi sorpresa. Al principio yo había pensado que se quedaría con nuestro grupo solo hasta que encontrara otro, pero terminó por preferirnos a nosotros, lo cual estuvo bastante bien para mí. Mi compañero me agradaba muchísimo, teníamos muchas cosas en común, compartíamos una especie de humor que me permitía estar animado la mayoría de las veces. Qué más podía decir, era genial.

Él y yo habíamos logrado conocernos mucho mejor gracias a las clases que compartíamos. Podía afirmar con seguridad que compartía el 60% de las clases con él, lo cual era grandioso. Al menos ya no me sentaba completamente solo en las mesas de atrás.

En las clases que no llevaba con Greg, estaba por lo menos alguna de mis amigas: Johanna, Nía, Sophie y Jade. Sin embargo, no todo podía ser tan perfecto, alguna jugarreta tenía que gastarme mi suerte, así que terminé compartiendo Gimnasia y Física con Will. No fue para nada alentador incluso desde que supe de ello.

Una peculiaridad en mi horario era que compartía una clase con Julie, Literatura. La chica y yo nos habíamos vuelto a encontrar, después de todo. Ella me dejaba sentarme a su lado siempre y pasábamos clases increíbles junto con la maestra Grey (que nos había explicado que el maestro Burke volvería al año siguiente, ya que se encontraba dando conferencias en algunas universidades). Julie estaba en cuarto año, pero quería convalidar clases para no llevar tantas al año siguiente y se lo habían permitido dado que su promedio era bastante bueno.

Dada la gran relación que estaba formando con Julie, se la había presentado a mi grupo. No lo había hecho tanto por el hecho de que notaba que Julie apenas hablaba con dos personas, sino más porque sentía que mis amigos debían conocerla, vamos, cualquiera tendría suerte de conocerla. Extrañamente siempre que Sophie se topaba con ella sus mejillas se teñían de escarlata, yo no me animaba a preguntar el porqué, pero en el fondo creo que lo sabía.

Para cuando volví a ver (de lejos por suerte) a Valerie, me di cuenta de dos cosas. La primera; su presencia todavía me daba escalofríos por todo lo relacionado conmigo que implicaba. La segunda: se veía tan hermosa que hacía mucho honor a eso que siempre dicen de que el embarazo embellece a las mujeres. Mierda.

Ella lucía radiante, incluso un poco más de lo que solía lucir. Y su vientre, ese vientre ya bastante prominente de algunos meses de gestación (el cual a cualquier otra mujer probablemente la hubiera hecho ver cuando menos un poco rara) le sentaba de maravilla, como si siempre la hubiera tenido, como si siempre hubiera irradiado ese brillo angelical de pureza, de todo lo que es bueno. ¿Pero por qué me extrañaba? Si ella era Valerie Mitchell. Era la reina de la gente perfecta, la reina de todo. Valerie iba a lucir perfecta incluso disfrazada de jirafa.

Ya que hablamos del tema "Valerie", un incidente ocurrió con ella. Yo salía de clases in día como todos, cuando noté que todo el mundo me miraba a escondidas y reía detrás de mí. Caminé unos cuantos pasos, extrañado, tratando de entender qué especie de chiste telepático podían estar compartiendo todos, del que yo por supuesto no formaba parte. Un poco más tarde me di cuenta de que en realidad sí lo hacía, porque un chico al que yo no conocía, el más audaz, fue capaz de revelarme el misterio. Pero no lo hizo precisamente como yo hubiera esperado (o querido), acercándose a mí para explicarme. No, lo único que hizo fue gritar un corto y prosaico "buggie" al cruzarse conmigo.

Al principio no lo entendí, pero luego me puse a considerarlo un poco. Bug: insecto. Buggie: algo así como pequeño insecto. Lo que me dejó bastante impresionado a pesar de mi incomodidad, fue que aquel diminutico podía traducirse también como "mariquita", lo cual era muy ingenioso. Me intrigó en ese momento saber quién podía haber sido el autor del apelativo, pero dejé de preguntármelo cuando, al mirar de reojo y muy de lejos a la azabache embarazada, ella, tan solo moviendo sus labios mientras me dedicaba un guiño coqueto, repitió el adjetivo para mí. Bien, se había lucido.

A partir de ese día ese se volvió mi sobrenombre a pesar de lo mucho que yo tratara de evitarlo. Hubo algunas variantes (algunos me decían Ladybug o simplemente Bug), pero la mayoría me decía Buggie, supongo que era el más popular. A tal punto llegó el asunto que mi cerebro prácticamente llegó a asumir que me llamaba así.

Por otro lado, no había vuelto a hablar con Will desde ese último día en que habíamos peleado. Si por casualidad nos cruzábamos por los pasillos evitábamos el contacto visual y en las clases que compartíamos cuidábamos bastante de estar lo más lejos posible del otro. Ya ni siquiera nos saludábamos, yo fingía que él no estaba y supongo que él fingía lo mismo.

No había sido así desde el principio, de hecho. Will no había querido rendirse incluso días después de nuestra discusión, pero yo me había encargado de desanimarlo y lastimarlo a tal punto que tenía que hacer un gran esfuerzo por reprimir el impulso de golpear mi propia cabeza en el primer muro que encontrara.

Lo único que había tenido que hacer para que Will se decidiera a ignorar mi existencia de una vez por todas, había sido algo bastante bajo para todas las partes implicadas, aunque nunca lo dije en voz alta. En pocas palabras, durante días, cada vez que veía que Will posaba su mirada sobre mí, me alejaba del lugar. Si Greg me acompañaba, apoyaba la cabeza sobre su hombro, o rodeaba sus hombros con mi brazo, creando una ilusión óptica muy difícil de ignorar para él. No me movía de esa posición hasta que notaba que él había regresado a mirar cualquier otra cosa, eso era importante. Sí, sabía que aquella era una artimaña sucia y cruel, pero debía jugar cruel y sucio si quería que funcionara... hasta que finalmente lo hizo.

Dolía, pero yo trataba de no pensar en ello. Wallace era de gran ayuda para eso. Por una feliz coincidencia nuestros horarios (el mío, el de Greg y el de Johanna) estaban perfectamente distribuidos para que cada uno pudiera cuidar al cachorro en su tiempo libre (cuidarlo y vigilar, de paso, que nadie lo encontrara). Wallace crecía mucho y muy rápido. Los padres de Greg enviaban cada mes por correo comida para él (aún creyendo con firmeza que llevar una mascota al internado era perfectamente legal, por lo que Greg les había dicho), así que no teníamos ningún problema con eso. Ambos tazones, el de agua y el de comida, estaban siempre llenos. De hecho, en lo único que sí teníamos que preocuparnos, era en sus ladridos.

Era natural, no podíamos evitar que un perro ladrase, pero más de una vez algunos curiosos habían pasado a preguntar si había un perro en la habitación y les habíamos tenido que decir que era en realidad el sonido poco típico de nuestro despertador, lo cual nadie al parecer tenía problema en creer.

A veces de verdad me asustaba pensar en lo que pasaría cuando los ladridos de Wallace dejaran de parecerse al sonido de un despertador. ¿Y si Anderson pasaba en alguna de sus requisas nocturnas, o incluso pasara por nuestro pasillo durante el día y lo alertara el sonido de un pequeño, minúsculo, casi insignificante ladrido de cachorrito? Estaríamos en serios problemas.

Como fuera, trataba de concentrarme en lo bueno y no pensar en cosas malas por el momento.

¿Cosas malas? A la orden.








All I need is you II © [AINIY #2]Where stories live. Discover now