20. Niñas

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—Qué aburridos son, ¿en serio no hay chismes? —volvió a preguntar Johanna con divertida decepción al día siguiente en el almuerzo.

Besé a Greg, lo mandé a la friendzone, vi a Valerie regresar a su hábito de reina de las brujas y luego volví con Will. Pero no, no hay chismes.

—Ya te dije que no —contesté yo con aire divertido. Como que todos se lo habían dicho y ella no parecía creerlo.

Johanna resopló poniendo los ojos en blanco. Todos en nuestro clásico grupito de seis rieron suavemente.

—Pfff, bueno, yo sí tengo uno —comentó la castaña juguetonamente.

—Cuenta —sonrió Sophie.

—Ayer iba a clases cuando vi a Bella y a Mar besándose en el laboratorio de Química.

Casi me atraganto con la comida, estoy seguro de que no fui el único que experimentó esa sensación. Bien, sabía que las chicas eran mejores amigas y eran completamente inseparables... ¿pero de ahí a "besándose"? Inesperado, incluso para mí.

—¿En serio? —exclamó Sophie, cubriéndose la boca.

—Awww, las shippeo —suspiró Nía.

—¿Pero cómo...? —pregunté.

—Yo no lo sé, diles tú a ellas —sonrió Johanna con un aire de complacencia, contenta por haber prodigado con sus personas de confianza el sagrado chisme del día.

—Pero antes de que les preguntes, ¿podrías hacerme un favor? —me dijo Jade cansadamente.

—Dime —respondí.

—Me harté del condenado extintor, ¿me acompañas a devolverlo?

—Eh... claro, supongo...

No sabía si haber aceptado sin conocer en su totalidad las implicancias había sido una buena idea.

—¿Qué pasó, problemas en el paraíso? —rió Johanna.

—¡Cállate! —chilló Jade.

—Pero hacían linda pareja... Jade la Rica y un realmente rico extintor... —carcajeó Sophie.

—¡Ya cállense, de verdad el extintor no...!

Jade no pudo terminar su frase de protesta debido al estrepitoso sonido que produjo el choque de una bandeja contra el suelo. El origen del ruido estaba justo detrás de Nía, quien saltó instantáneamente de su asiento.

En resumen: un tipo había tropezado con la silla de Nía y había caído al suelo.

—Demonios, Ashton, ¿estás bien? —gritó Johanna.

Cuando el muchacho se levantó, no pude evitar que se me petrificara hasta la conciencia. ¿Por qué? Porque la última vez que lo había visto había sido en el vestidor del coliseo y él me había preguntado si estaba bien al oír mi grito, un grito del cual Will había tenido la culpa.

—¡Perdón! —exclamó Ashton.

Nía se ruborizó al tiempo que miraba al muchacho sacudirse restos de comida de la ropa. Era algo muy suyo, solía ponerse roja casi por todo. Cuando estaba nerviosa, cuando tenía calor, cuando se avergonzaba, cuando estornudaba, en caso de la peculiar criatura de anteojos violetas, su rubor no decía nada específico al resto del mundo.

—¿Te hice derramar algo? —preguntó el chico.

—Sudor —masculló Jade a mi oído.

Ahogué mi propia risa y le di un suave codazo.

—No, no te preocupes —contestó Nía.

—¿Segura?

—Sí.

—Perdón de todos modos —añadió Ashton recogiendo lo poco que se había salvado de su bandeja.

—No te preocupes —repitió ella.

Una vez que él se hubo alejado medio invadido por la vergüenza, Nía volvió a sentarse. Inexplicablemente todas las miradas habían pasado a estar sobre ella.

—¿Qué? —preguntó al cabo de un momento.

—Te pusiste rojita —sonrió Sophie socarronamente.

—Ay, mira quién habla —dijo Nía con simpleza volviendo a su ensalada de frutas.

Por compasión y piedad (aunque sin dejar de sonreír estúpidamente, cómplices) no volvimos a tocarle el tema.

***

—¡Es niña, es niña!

Juro que cuando vi a Will acercarse saltando de esa manera, lo confundí con alguna rara especie de rana mutante por un par de segundos, lo que me provocó unas ganas irrefrenables de correr al otro lado, cosa que al final no llegó a concretarse.

Me volví, descubriéndolo despeinado, agitado y sonriente.

—¿Will?

Acababa de salir de clases, pero interrumpí mi camino hacia mi cuarto para entablar esa conversación.

—¡Es una niña, voy a tener una niña! —repitió.

—¿Niña?

—Fui con Val a ver al médico otra vez —se explicó—. Fue por error, pero nos dijeron que al parecer es una niña. Parece que es inusualmente grande, sí, es una niña grande y, demonios, la amo...

—Felicidades, Will —sonreí sinceramente.

Sin saber por qué, la imagen de una hermosa niña de trenzas doradas con los ojos esmeraldas tan bonitos como los de su padre se me pasó por la cabeza. Una niña con esa sonrisa inocente y traviesa, jugando tiernamente a las escondidas con Will la tarde entera.

—Quería pedirte una cosa —añadió inocentemente sin dejar de sonreír.

—Claro, dime.

—¿Quisieras ser su padrino?

Dejé caer la mandíbula sin poder recordar muy bien cómo era que se hablaba.

—Es broma, ¿cierto? —pregunté escépticamente.

—No —sonrió.

—¿No te parece que Valerie va a pegar el grito al cielo si se lo dices?

—¿Y a mí qué? —encogió los hombros y su sonrisa se hizo más grande—. A ella como que no le importan mucho esas cosas. Me dijo que podía elegir esto y, por favor, soy su padre.

Reí solo por el tono de divertida suficiencia con el que había dicho la última oración. Su buen ánimo era realmente contagioso.

—¿Estás seguro?

—Claro que sí.

—Entonces... me encantaría —sonreí con timidez.

—Genial —sonrió el rubio.

Ese chico era puro sonrisas.

All I need is you II © [AINIY #2]Where stories live. Discover now