4. Wallace y el resto de los hermanos

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Lo único que me gustó un poco del regreso a clases, fue que mi primera clase del año empezaba a las dos de la tarde. Era perfecto, me daba tiempo para asimilar un poco mejor mi propia existencia, ¿por qué no ocupar el tiempo libre en algo productivo? En... dormir, por ejemplo.

La maleta estaba aún intacta junto a mi cama, ¿pero a quién le daban ganas de desempacar? (al parecer a Greg, porque todo su equipaje ya estaba perfectamente ordenado en el clóset y los cajones) A mí no.

Greg, mi compañero, había salido a su primera clase, que empezaba mucho más temprano que la mía. Aproveché el privilegio de la soledad para acostarme a mis anchas sobre las sábanas esmeradamente extendidas sobre el colchón (al menos por el momento). Cerré los ojos y me dejé caer en el sueño muy lentamente, un sueño pacífico y delicado que se cernió sobre mí con suma gentileza. El ambiente era muy agradable, corría una brisa fresca a través de la ventana abierta y la habitación era cálida. Perfecto. Era el clima perfecto.

Todos mis músculos estaban completamente relajados cuando comencé a sentir un peso extraño sobre mi cuerpo. A primera instancia estuve seguro de que eran figuraciones de mi propia mente, porque el nudo en la garganta me hizo saber que aquel peso me recordaba las veces en que, con el más casto de los propósitos, Will se había tumbado sobre mí para luego dar paso a un abrazo largo y duradero.

Sintiéndome frustrado por no conseguir con facilidad que esa idea se fuera de mi cabeza, noté que el peso iba subiendo desde mi vientre hasta mi pecho, mis hombros y... ¿qué era eso húmedo en mi nariz?

Abrí los ojos de golpe. Casi caigo de la cama.

—¿Pero qué mierda...? —grité.

Frente a mis ojos, muy cerca de ellos, de hecho, había una bola de pelo café que se bamboleaba hiperactivamente sin darle a mi cerebro la oportunidad de decodificar su imagen. Estaba a punto de chillar nuevamente cuando una figura se adentró en el cuarto y me permitió concentrarme en algo que no fuera la criatura que invadía mi espacio.

—¡Wallace!

Un par de zancadas y la extraña "cosa" estaba fuera de mi vista. Me levanté con rapidez de la cama con el pulso disparado, encontrando a Greg de pie sosteniendo aquello entre sus brazos. Sus mejillas estaban casi del mismo color que su cabello.

—Perdón, lo siento... —se disculpó fervientemente.

Entorné un poco la mirada, saliendo del susto inicial con calma. Lo que yo había tomado por un raro plumero poseído era en realidad un pequeño cachorro de raza beagle, que movía incesantemente la cola como si no supiera hacer otra cosa y cubría de lengüetazos diminutos el rostro del pelirrojo.

—No se lo digas a nadie, ¿sí? —casi suplicó—. No se puede traer mascotas, pero no podía dejarlo solo...

—¿Es tuyo?

Asintió con la cabeza y mientras lo hacía yo me sentí idiota. Qué pregunta más estúpida, si eso era obvio.

—Se llama Wallace —explicó en voz baja depositando al pequeñín en el suelo—. Su madre lo tuvo un par de semanas antes de que yo viajara aquí... pero murió, igual que todos sus hermanos.

—¿Cuántos eran? —pregunté despacio con un dejo de tristeza en la voz.

—Ocho. Pero estaban débiles... el único que tuvo la fuerza para sobrevivir fue Wallace.

—Entiendo...

—Papá amaba a Marla (Marla era la madre de Wallace). Estuvo con nosotros por diez años, no pudo ser más triste lo que pasó con ella.

All I need is you II © [AINIY #2]Where stories live. Discover now