24. Dos por uno

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Los mellizos Robinson eran realmente hermosos.

Ella, Kim Robinson, era una niña preciosa de profundos ojos verdes que estaban abiertos en todo momento. Se revolvía hiperactivamente por todo el espacio que la cuna le ofrecía y en su pequeña cabecita pálida y vivaz apenas se percibía el rastro del cabello oscuro.

Él, Kyle Robinson, estaba profundamente dormido. Y cómo no, luego de todo el trámite por el que había tenido que pasar para una cosa tan simple como venir al mundo. Él había sido una pequeña sorpresa.

Kyle se parecía mucho a su hermana (eran prácticamente idénticos), solo que él tenía un poco más de cabello y la frente sonrosada. Ya que los dos vestían del mismo color, había que observarlos por unos segundos para poder reconocerlos.

Los dos durmiendo uno junto al otro en cunas gemelas, componían un cuadro bellísimo.

Eso era lo único que yo me encontraba haciendo desde hacía por lo menos cuarenta minutos: observar a los niños a través del amplio cristal de la sala de recién nacidos, en el que por lo menos dos docenas de bebés estaban ubicados en cunas idénticas con mantas de diferentes colores en tonos pastel. Algunos estaban dormidos, otros despiertos, solo uno estaba llorando y de solo mirarlo daba miedo que contagiara a los demás.

Sorbí por la nariz y me limpié las lágrimas que todavía me estaban rodando por las mejillas. Todavía podía sentir la textura y el peso de la mano de Valerie sobre mi cabeza, pero no quería pensar en eso porque cada vez que lo hacía un miedo terrible me aflojaba las rodillas. Miedo, incertidumbre, muchas preguntas y ni una sola certeza. Estaba parado lejos del punto en que realmente quería estar y toda la información que necesitaba para estar tranquilo estaba fuera de mi alcance.

Había querido quedarme en la sala con Valerie, pero me habían obligado a salir en cuanto las cosas habían empezado a complicarse. Inmediatamente después, Will había llegado y había tomado mi lugar en la sala de espera, pero yo había estado ya en suficientes salas de espera como para el resto de mi vida, así que había optado por escapar para ver a los niños.

Todo lo que había pasado en el día había sido tan extremadamente rápido que ni siquiera había atinado a procesarlo.

—¿Eth?

Volteé con una brusquedad que casi me parte el cuello. Por el inicio del pasillo, Will se estaba acercando con los ojos rojos y húmedos. No era raro. Ese había sido nuestro estado desde hacía un buen rato.

—¿Will? —aparté con rapidez las lágrimas de mi rostro y le di el encuentro—. ¿Y Valerie, cómo está ella?

El hecho de que hubiera ido a buscarme solo podía significar que tenía noticias sobre ella.

Se me cayó el alma a los pies cuando sus dientes atraparon su labio inferior al tiempo en que sus ojos volvían a cristalizarse.

—Ethan, ella...— articuló con la voz quebradiza— ella no lo resistió.

Mi corazón dolió como si estuviera partiéndose en dos. Hubo un silencio turbio entre los dos, me paralicé, ni siquiera supe qué contestar hasta un rato después.

—No es cierto —sentencié, negando con la cabeza—. Por favor, Will, ella no puede estar...

—Yo tampoco quisiera creer que es cierto.

—Will, no.

—Los médicos me dijeron que fue demasiado para ella —explicó—. Tuvo un desgarre porque sus músculos estaban débiles, comenzó a perder mucha sangre y... su corazón se detuvo.

Cubrí mi boca con ambas manos, aún dispuesto a la total negación. Valerie no podía haberse ido, Valerie Mitchell era invencible. Había sido la reina por años, había conseguido todo lo que había querido, había superado el prejuicio por su embarazo, los reproches de su padre, había conseguido dar a luz a dos niños en lugar de a uno solo con un embarazo de riesgo... ¿y todo había terminado? ¿Valerie de verdad había muerto luego de todo lo que había tenido que pasar?

All I need is you II © [AINIY #2]Where stories live. Discover now