Enemigos Perfectos

Epílogo

Dos semanas después de la boda.

Narra Dani.

Alicia y yo nos pusimos locos de contentos cuando nuestros padres decidieron comprarnos una casa para nosotros solos.
En realidad nos compraron un gran terreno, y en ella había otra casa, y esa sería para Jesús y Sandra. No podría vivir con mi gemelo lejos de mí.

Estamos en plena mudanza, cuando Alicia vino muy despacio hacia donde yo me encontraba; al lado del sofá.

—¿Qué te pasa princesa?—dije mientras nos sentábamos los dos en el sofá. Sabía que algo le rondaba la cabeza.

Espero que no quiera el divorcio. Al pensar eso, me puse súper tenso, ¿os lo imagináis? Dios, espero que solo sean imaginaciones mías...

—Daniel, tenemos que hablar...—dice poniéndose un poco más recta en el sofá.

Cuando dice Daniel, es que algo va mal.

—Dime cariño.—dije cogiéndole de las manos.

En el momento que nuestros dedos se iban a entrelazar, ella los quita. Coge un papel de detrás suya, y os juro que el mundo se me vino encima. Ya está, sí, quería el divorcio.

—Cierra los ojos.

Cierro los ojos, y seguro que pone los papeles del divorcio encima de la mesa, esperando a que yo los firme. Y no, voy a firmar una mierda. Quiero ser su marido hasta que la muerte nos separe. Pero en vez de poner el papel en la mesa, me los da en la mano.

—¿Puedo abrir ya los ojos? Me estoy poniendo muy nervioso, Alicia.

—Sí, ábrelos.

Y cuando los abrí, y leí el papel... joder, ¡no podía estar más feliz!

—Esto. ¿Esto es una broma pesada tuya y de Sandra?

—No idiota.—me pega con cariño en el brazo—. Es real.

—¿Entonces voy a ser papá de un hijo tuyo?—dije poniéndome de pie.

Alicia asiente con la cabeza con el semblante radiante. Os juro que jamás le había visto tan bonita como en aquel momento.

—Sí, vamos a tener un hijo Dani.

—¡Voy a ser papá! Alicia, gracias por hacerme tan feliz. Es el regalo más grande que nadie me ha podido dar. Te amo.

—Gracias a ti, cariño. Por ser tú el padre de mis hijos.