8. El final del entrenamiento Prt.4

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―Solicito permiso para batirme en contienda con el aprendiz de Dreid. ―Se inclinó Feron ante el joven―. Sería un honor para mí y para la ciudad de Idej que el hijo de Adenak aceptase el desafío.

―El honor es para mí, majestad. ―Se inclinó el joven.

Las espadas no tardaron en realizar su primer encuentro. En cada choque el joven lograba contemplar el vigor con que el rey realizaba cada estoque. Las ofensivas del rey lograban desestabilizar al joven, su estilo se alejaba de las enseñanzas de su maestro. Los movimientos de Feron mostraban la elegancia digna de un rey. Un aliviado Dreid contemplaba con tranquilidad la reyerta. En una leve distracción, Baren quedó desarmado y Feron se proclamó vencedor ante un jubiloso público.

Maestro y alumno decidieron proseguir su camino tras conseguir su merecido descanso. Las calles de la ciudad contenían cientos de rumores ante la marcha de su general, así como de la aparición de un nuevo guerrero. Un joven surgido de la nada que había conseguido hacerse con un lugar en la final, tan solo derrotado por el gran rey de Iderio.

―Fue un placer verte, Baren ―se despidió Sita, abrazando al joven.

―Debes prometernos que no tendremos que esperar diez años para vernos ―le dijo Irim a Baren.

―Volveré ―contestó sin dudar y realizando una reverencia―, debo acompañar a mi maestro en un nuevo viaje e informar al maestro del hielo. Volveré tan pronto como las circunstancias me lo permitan.

―Tu actuación en el torneo ha sido asombrosa, joven Baren; en Iderio necesitamos guerreros con tus habilidades, sería un honor que formaras parte de la guardia real, como lo fue tu padre. ―Baren aceptó sin dudar tal ofrecimiento―. Sin duda alguna, Dreid también es bienvenido a unirse a nuestro ejército. ―Dreid se negó ante tal ofrecimiento―. No debes culparme por intentar convencerte en una nueva ocasión.

―Volveremos cuando averigüemos algo acerca de Lumal; deberás aumentar la vigilancia, Feron. No te fíes de nadie ―concluyó Dreid despidiéndose de su viejo compañero.

Tras iniciar la marcha un nuevo sentimiento surgió en el corazón de Baren, la ilusión por incorporarse a la guardia real, como lo fue su padre en el pasado. Este sentimiento se entrelazaba con la esperanza de volver a encontrarse con la princesa de Iderio, deseaba volver a verla. Por su parte, Dreid mostraba deseos de volver a encontrarse con sus amigos los hechiceros del hielo. Además, debían dirigirse sin demora junto a Lennan, quizá el Viejo Lobo tuviese más información al respecto. Tras varias horas galopando, el primer alto se produjo en la posada Gato Negro, una posada situada en ninguna parte que servía de cobijo a los peores forajidos, mercenarios y maleantes. El semielfo parecía ser conocedor y conocido de los lugares más insólitos. Como era costumbre, Baren fue el encargado de pactar el precio con el dueño de la posada al tiempo que su maestro ya iniciaba su viaje en busca del licor de bucho. Baren temió abandonar a su mentor, pero pronto comprobó cómo entre aquellas andrajosas paredes aparecían viejos amigos con los que brindar, así fue como tomó camino hacia su habitación en el piso superior. Necesitaba reflexionar sobre los acontecimientos en el torneo, su encuentro con la joven Irim y su nuevo sueño: vestir las vestimentas rojas y azules propias de la guardia real de Iderio.

La andrajosa y vieja taberna de la posada se animó entre canciones populares gracias al licor de bucho extraído de las hierbas de cristela al sur del reino, cerca de las tierras húmedas, una bebida muy cotizada en las regiones del norte. Por suerte el dinero obtenido por las victorias obtenidas por su alumno en el torneo le permitió no preocuparse de las consumiciones, incluso se atrevió a ser él mismo quien invitó en más de una ocasión dejándose llevar por la emoción que el licor otorga.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now