CAPITULO V

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Pasados los días aquel intruso no regreso a mi habitación, y sin embargo no le dije a nadie lo que había ocurrido.

Ya habían pasado dos meses y no paraba de darme vuelta aquel asunto ¿Qué quería de mí? me preguntaba mientras picaba insistentemente una papa con el tenedor y clavaba mi mirada perdida en mi desayuno

- ¿Qué ocurre? - Pregunto mi madre con un poco de preocupación, sacándome de mis pensamientos

-No... nada... es solo que... - Interrumpió

- ¿Estas nervioso porque saldremos tu padre y yo? - dijo mi madre sonriendo con alivio

- Sí...- Mentí.

- Lo siento amor, pero esta vez te tendrás que quedar, tu fiesta de compromiso es unos días y no podemos perder tiempo y ya le hemos dicho a tu maestro que toda la semana se quede en casa, en la habitación de huéspedes, para que no pierdan tiempo de ensayos, además todas tus damas estarán en casa... no hay de qué preocuparte- Dijo mi madre sin parar...

- Bien... creo poder resistir - Le sonreí malhumoradamente para no preocuparle más y me metí toda la papa entera a la boca

- Yuri... ¿Dónde están tus modales? - Dijo mi madre furiosa

- Pero... así sabe mejor- conteste molesto con la papa a medio comer en mi boca.

Paso la tarde y llego el señor Otabek con unas maletas que se notaban un poco pesadas, lo observaba desde mi balcón y el al sentir mi mirada alzo la cabeza y clavo sus ojos en los míos, me congele un segundo y en seguida recobre la compostura y le salude educadamente desde mi balcón agitando delicadamente de un lado al otro mi brazo y él me sonrió...

Esa sonrisa la había visto antes... pensé intrigado, pero era probable que si la hubiera visto muchas veces antes, ya tenía varios meses que era mi maestro particular, debí haberlo visto sonreír antes, pensé al tiempo que me giraba para dirigirme al salón de música

-Buenas tardes, señorita Yuri- Dijo amablemente el señor Otabek quien ya estaba tocando el piano

- Muy buenas tardes, señor Otabek - Hice una reverencia - ¿Podemos hablar? - Comencé a ponerme nervioso frotando mis manos contra mi vestido.

- Sí, ¿Qué ocurre? - En ese momento se giró para quedar frente a frente

-Esto que le tengo que decir es algo muy personal y me gustaría que fuera secreto. Por favor – Fruncí el ceño enojado y evité su mirada.

-Sí, la escucho- Pronunció serio

-Yo... bueno, yo... ah... ¿Cómo se lo explico?... – Mi voz se apagó de los nervios, parecía que contar mi secreto era más difícil de lo que creía, jamás le había dicho esto a nadie, pero se lo había prometido al señor Nikiforov, pensaba mientras tomaba valor para decirlo -Yo, amm... Yo no soy mujer- Grite rojo de vergüenza y un poco de molestia.

- Lo sabía. -

- ¿Lo sabía? ¿Cómo?, Se lo dijo mi madre - Grite furioso y un poco exaltado

- No, yo lo note, la primera vez que le di clase de baile, al tomarlo por las caderas note que no era mujer y que aún no la habían desposado, es una persona muy linda, la persona más linda que había visto en mi vida y desde un principio sé que no es mujer, sin embargo, su belleza cualquier dama la envidia y cualquier hombre la desea.

Me puse colorado hasta las orejas, agache mi cabeza y el silencio invadió la habitación, hasta que el hablo.

- No diré nada, confié en mi - Hablaba al tiempo que se arrodillaba frente a mi estirando su mano hacia a mi invitándome a bailar y en ese momento mi mal humor se esfumo.

Habían pasado tan solo cinco meses desde que lo había conocido y aun así sentía que podía confiar en él y que el cumpliría mis deseos, no solo por ser mi maestro, no, había algo más...

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-Un, dos, tres, un, dos, tres, vuelta y comenzamos de nuevo hacia la dirección que tu pareja te guie - Me explicaba el señor Otabek mientras intentaba una y otra vez ese baile con dos cuadernos en la cabeza y fingiendo sostener a alguien, parecía un maldito loco... Y mi mal humor había regresado.

- Yurio... señorita, ya sabe los pasos ahora sienta la música - Me dijo a lo lejos mientras se dirigía al fonógrafo - Cierre los ojos y repita los pasos - Me volvió a ordenar.

- Un, dos, tres, vuelta, no, era... ¿Un, dos, tres, un, dos, vuelta? repetía en mi cabeza sin parar para intentar no fallar y sin embargo no podía - ¡Maldita sea! – grite más que enojado cuando estaba a punto de darme por vencido sentí unas manos en mi cintura y abrí los ojos rápidamente

-Tal vez necesita un acompañante- me interrumpió el señor Otabek

Mientras seguía sus pasos y si así era más fácil, primero comenzamos lento y poco a poco la música al igual que las manos del señor Otabek me guiaban haciendo que no me fallara ni un solo paso. Parecía que estábamos tan bien acoplados que ni siquiera tuve necesidad de contar los pasos en mi cabeza, era un momento perfecto hasta que sin más la música se detuvo.

-Muy bien señorita, está sintiendo la música - Dijo cuando terminamos, le sonreí, estaba tan feliz por primera vez en mi vida algo me había salido bien.

Así pasaron los días y fui perfeccionando la técnica y el señor Otabek podía bailar conmigo horas y horas sin parar, no sé qué era lo que me gustaba más como se sentía mi cuerpo por el ejercicio o las manos del señor Otabek en mi cintura, aparte del señor Nikiforov, él era el único hombre que me había tocado y sin embargo ansiaba tener esas manos en muchas partes más de mi cuerpo y sabía que no podía y que iba a ser imposible que pasara. 

La dama, el maestro de baile y ~La cantarella~ [Otayuri/ Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora