Capítulo 25

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Sentía como la persona que me llevaba corría.

Yo no podía mover ni ún músculo. Y estaba muy cansada para abrir los ojos.

Lo único que pude hacer fue pegar mi cara al pecho de quién me llevaba. No pude evitar oler su colonia. Olía muy bien. Era un olor realmente embriagador.

De repente la persona se para. Noto cómo se apoya en una pared e intenta bajar sus pulsaciones y descansae un poco.

—¿Dani estás bien? No te duermas anda, cuando lleguemos te daré una pastilla y agua para que se te baje el alcohol.

Intenté abir los ojos. Quería saber quién era la persona que me estaba ayudando.

Pero no me era posible. Así que sólo intenté no dormirme.

Sin éxito ninguno, ya que caí dormida.

Cuando desperté a la mañana siguiente me costaba abrir los ojos.

Tenía un dolor de cabeza impresionante.

No debí beber tanto. Pero sólo quería olvidarme de lo que había pasado horas antes en mi casa.

Sujeté mi cabeza. ¿Cómo aguantaba la gente esto al beber? Era la primera vez que bebía así y me estoy arrepintiendo.

Me levanto como puedo de la cama.

Miro a mi alrededor, observando cada rincón de la habitación en la que me encuentro. No reconocía nada.

¿Dónde estoy?

Me entró el pánico y salí corriendo, escaleras abajo.

Busqué la puerta y cuando la encontré fui hacia ella.

La abrí y salí corriendo. O al menos esa era mi intención. Ya que no pude salir, choqué con un cuerpo, haciendo que casi cayese del golpe.

Miré hacia arriba para ver quién era.

Tragué en seco.

Era Bastian.

—¿Ibas a algún lado? —susurró a la vez que sonreía, su voz sonaba ronca. Parecía que acababa de despertar.

—¿Qué hago aquí? —pregunté mirándolo seria.

Él se movió, haciéndome retroceder dentro la casa, cerró la puerta cuando entró.

—¿Estás bien? ¿Quieres una pastilla o algo? —preguntó mientras iba a la cocina.

Bufé y apreté los puños.

—Bastian en serio, ¿Qué hago aquí?

Él sonrió y se giró para mirarme.

—¿No es obvio? Ayer atacó el lobo y como me acordé de que habías estado bebiendo mucho, me preocupé por si te pasaba algo. Así que volví a dónde te ví por última vez, y allí estabas, yo te saqué de allí.

¿Fue él quién me cogió en brazos?

No podía ser verdad.

Me quedé sin saber que decir.

—¿Quieres una pastilla? Debes tener una resaca gigantesca —volvió a preguntar.

—Sí, pero, ¿Por qué volviste? Podría haberte pasado algo.

Él se giró y comenzó a buscar en los muebles.

—Ya te lo he dicho, me acordé de tí y estaba preocupado. No quería que te pasase nada. ¿Preferirías que no hubiese ido y que el lobo te hubiese matado? —se giró mirándome con una cara escéptica y muy seria.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora