Capítulo 8

11.9K 723 41
                                    

Escuchaba ruido a mi alrededor, más no podía abrir los ojos para comprobar de donde venían.

-¿Crees que despertará pronto? -escuché una voz a lo lejos.

-Ya debería haber despertado. -dijo otra voz.

-Tal vez estaba más cansada de lo que creíamos, es mejor dejarla descansar.

Se hizo el silencio.

-Iros si queréis, yo me quedo aquí con ella.

Escuché unos pasos que indicaban que habían abandonado el lugar.

Intenté abrir los ojos, y sólo pude entreabrirlos un poco. Lo suficiente para ver algo de luz.

Pero seguía sin poder ver a la persona que se había quedado.

Hize un poco más de fuerza y conseguí abrirlos.

Podía ver que me encontraba tumbada en una cama, con una sábanas de color azul.

La habitación era bastante pequeña, con un par de sofás y dos puertas. Una me imagino que llevará a un cuarto de baño.

Miré hacia mi brazo, ya que notaba algo extraño. Era una vía de lo que supongo que era suero.

Suspiré ya que al girar la cabeza me dió una fuerte punzada en la cabeza.

-Daniela... Estás despierta... -dijo una voz con asombro.

No me atreví a girar la cabeza para mirar a esa persona, sabía muy bien quién era.

Ahora mismo no quería verlo, pero por lo menos sabía que se encontraba bien.

Era mi padre.

No le contesté, ni le miré.

Sabía que si lo hacía perdería todo mi orgullo.

Pasara lo que pasara era mi padre, mi única familia de sangre.

Pero no podía perdonarle lo de la boda con Bastian, no por ahora, y no sabía si algún día podría.

-Sé que ahora no querrás ni verme, y lo entiendo, pero por favor sólo dime como te encuentras. Vine enseguida en cuanto me enteré que te encontraron desmayada en el centro del pueblo.

Cogí aire, debía mantenerme fuerte.

Me giré para encararlo.

Su aspecto no me gustó. Tenía ojeras, parecía muy cansado, se notaba que no había dormido bien.

-Estoy bien... -dije como pude, ya que tenía la garganta seca y no podía ni hablar.

Él se acercó a mí e intentó acariciarme la mejilla.

Aparté mi cara para evitar su toque.

Aunque en mi interior lo echaba de menos, quería que me abrazase y estuviese conmigo, como lo había hecho siempre.

Él suspiró.

-Me lo tengo merecido. Lo siento hija, sé que estás enfadada por lo de Bastian. Te comprendo, pero no nos queda otra opción...

-No es sólo por Bastian. -hablé firmemente, cosa que lo sorprendió a él tanto como a mí- Estoy enfadada por eso, sí, pero también por el hecho de que dejases que Carol me pegase sin hacer nada. Por preferir antes a una mujer cualquiera antes que a tu hija, por darme la espalda y hacer todo lo que ella quiere, por ir detrás de ella como un perro. Ese no es mi padre, mi padre nunca hubiese permitido nada de eso.

Él se quedó callado, digriendo todo lo que le había dicho.

Me había dolido mucho que él me diese la espalda.

Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora