11. "Luna y Cho."

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Esa noche, a diferencia de otras, Noa tardó un buen rato en despertarse, mientras Maddie le hablaba.

—... date prisa, la señora Weasley está histérica, dice que vamos a perder el tren...

En la casa había mucho jaleo. Por lo que pudo oír mientras se vestía a toda velocidad, Noa comprendió que Fred y George habían encantado sus baúles para que bajaran la escalera volando, ahorrándose así la molestia de transportarlos, y éstos habían golpeado a Ginny y la habían hecho bajar dos tramos de escalones rodando hasta el vestíbulo; la señora Black y la señora Weasley gritaban a voz en cuello.

—¡... PODRÍAN HABERLE HECHO DAÑO DE VERDAD, IDIOTAS!

—¡... MESTIZOS PODRIDOS, MANCILLANDO LA CASA DE MIS PADRES!

Maddie y Noa, ya listas, con Allison, Emily y Rick, fueron a la habitación de Harry y Ron, donde acababa de ingresar Hermione, para asegurarse de que estuviesen levantados.
Harry estaba poniéndose las zapatillas de deporte. Hermione llevaba a Hedwig balanceándose en el hombro y a Crookshanks retorciéndose en los brazos.

—Mis padres me han devuelto a Hedwig.

La lechuza revoloteó obedientemente y se posó encima de su jaula.

—¿Ya están listos?

—Casi —dijo Harry poniéndose las gafas.

—¿Cómo está Ginny? —preguntó Maddie.

—La señora Weasley ya la ha curado —espetó Maddie—. Pero ahora Ojoloco dice que no podemos irnos hasta que llegue Sturgis Podmore porque en la guardia falta un miembro.

—¿La guardia? —se extrañó Harry—. ¿Necesitamos una guardia para ir a King's Cross?

—Tú necesitas una guardia para ir a King's Cross —lo corrigió Noa, como si fuera obvio.

—¿Por qué? —preguntó Harry con fastidio—. Tenía entendido que Voldemort intentaba pasar desapercibido, así que no irás a decirme que piensa saltar desde detrás de un cubo de basura para matarme, ¿verdad?

—No lo sé, eso es lo que ha dicho Ojoloco — replicó Hermione distraídamente, mirando su reloj —, pero si no nos vamos pronto, perderemos el tren, eso seguro...

—¿Quieren bajar ahora mismo, por favor? —gritó la señora Weasley. Hermione pegó un brinco, como si se hubiera escaldado, y salió a toda prisa de la habitación.

Maddie y Noa salieron atrás de Hermione, arrastrando sus baúles. El retrato de la señora Black lanzaba unos furiosos aullidos, pero nadie se molestó en cerrar las cortinas; de todos modos, el ruido que había en el vestíbulo la habría despertado otra vez.

—Harry, Maddie, Noa, vienen conmigo y con Tonks —gritó la señora Weasley para hacerse oír sobre los chillidos de «¡SANGRE SUCIA! ¡CANALLAS! ¡SACOS DE INMUNDICIA!»—. Dejen sus baúles y mascotas —agregó mirando el zoológico de dos lechuzas, un gato y un ave gorda que formaban entre los tres—; Alastor se encargará del equipaje... ¡Oh, por favor, Sirius! ¡Dumbledore dijo que no!

Un perro negro que parecía un oso había aparecido junto a Maddie mientras ésta trepaba por los baúles amontonados en el vestíbulo para llegar a donde estaba la señora Weasley.

—En serio... —dijo la señora Weasley con desesperación—. ¡Está bien, pero allá te las compongas!

Luego abrió la puerta de la calle de un fuerte tirón y salió a la débil luz del día otoñal. Maddie, Harry, Noa y el perro la siguieron. La puerta se cerró tras ellos, y los gritos de la señora Black dejaron de escucharse de inmediato.

Pequeñas Black y la Orden del Fénix (Libro V) (Harry Potter)Where stories live. Discover now