8. "La llegada de Harry."

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Maddie y Noa se escondieron en su cuarto hasta la hora de la cena, cuando se les unieron nuevamente a Harry, Ron y Hermione, que estaban ahora también con Fred, George y Ginny.

— ¿Dónde estaban?

—Alimentando a Buckbeak —mintió Noa.

Fueron hasta el rellano, pero antes de que empezaran a bajar la escalera...

—¡Un momento! —dijo Ron por lo bajo, y extendió un brazo para impedir que los demás siguieran caminando—. Todavía están en el vestíbulo, quizá oigamos algo.

Se asomaron con cautela por encima del pasamanos. El lúgubre vestíbulo que había debajo estaba abarrotado de magos y de brujas de la Orden. Susurraban con emoción. En el centro del grupo, vieron la oscura y grasienta cabeza y la prominente nariz del profesor de Hogwarts que menos les gustaba: el profesor Snape. Se inclinaron un poco más sobre el pasamanos. Les interesaba mucho saber qué hacía Snape en la Orden del Fénix... Fred y a George en el rellano superior, estaban bajando con cuidado la oreja extensible hacia el oscuro grupo de gente que había abajo. Pero, al cabo de un momento, todos empezaron a desfilar hacia la puerta de la calle y se perdieron de vista.

—¡Maldita sea! —oyó Noa susurrar a Fred mientras recogía de nuevo la oreja extensible. Oyeron también cómo se abría la puerta de la calle, y luego cómo se cerraba.

—Snape nunca come aquí —dijo Ron en voz baja—. Por suerte. ¡Vamos!

—Y no olvides hablar en voz baja en el vestíbulo, Harry —le susurró Maddie.

Cuando pasaban por delante de la hilera de cabezas de elfos domésticos colgadas en la pared, vieron a Lupin, a la señora Weasley y a Tonks junto a la puerta de la calle, cerrando mediante magia los numerosos cerrojos y cerraduras en cuanto los restantes magos hubieron salido.

—Comeremos en la cocina —susurró la señora Weasley al reunirse con ellos al pie de la escalera —. Harry, querido, si quieres cruzar el vestíbulo de puntillas, es esa puerta de ahí... ¡PATAPUM!

—¡Tonks! —gritó la señora Weasley, exasperada, y se dio la vuelta para mirar a la bruja.

—¡Lo siento! —gimoteó Tonks, que estaba tumbada en el suelo—. Es ese ridículo paragüero, es la segunda vez que tropiezo con...

Pero sus últimas palabras quedaron sofocadas por el espantoso y usual alarido de Walburga Black. Luego de un rato, Lupin y Tonks lograron cerrar las cortinas, tras haber venido Sirius ante los insoportables chillidos de la anciana a callarla.

—Hola, Mads. Hola, Noa. Hola, Harry —lo saludó con gravedad—. Veo que ya has conocido a mi madre.

—¿Tu madre? —repitió Harry.

—Sí, mi querida y anciana madre —afirmó Sirius—. Llevamos un mes intentando bajarla, pero creemos que ha hecho un encantamiento de presencia permanente en la parte de atrás del lienzo. Rápido, vamos abajo antes de que despierten todos otra vez.

—Pero ¿qué hace aquí un retrato de tu madre? —preguntó Harry, desconcertado, mientras salían por una puerta del vestíbulo y bajaban un tramo de estrechos escalones de piedra seguidos de los demás.

—¿No te lo ha dicho nadie? Ésta era la casa de mis padres —respondió Sirius—. Pero yo soy el único Black que queda, de modo que ahora es mía. Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel general; es lo único medianamente útil que he podido hacer. 

Cuando llegaron a la cocina, el señor Weasley también saludó a Harry.

—¡Harry! —exclamó el señor Weasley; fue hacia él para recibirlo y le estrechó la mano con energía—. ¡Cuánto me alegro de verte!

Pequeñas Black y la Orden del Fénix (Libro V) (Harry Potter)Where stories live. Discover now