II. Spiritism.

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Al siguiente día, los rayos del sol vibrante me dieron la bienvenida a mi primera mañana en aquella gigantesca y solitaria casa que permanecía para mi sola. Las clases universitarias iniciaban hoy con una simple inducción a lo que serían las verdaderas –y pesadas– clases cotidianas. Mientras me refregaba los ojos en la calidez de mi cama, observé la cortina medio abierta con vista a la oscura casa fronteriza. Con una sonrisa ladeada, recordé las advertencias de mi madre sobre ella, y lo que menos llegaba a comprender sobre ello era su miedo arraigado a sus palabras. ¿Qué era lo qué tenía de interesante una desolada casa?

Con un suspiro escapándose de mis labios, me deshice de las sábanas queriendo no hacerlo y me dispuse a ponerme de pie. Mientras bostezaba, recordaba lo muy ocupada que estaría hoy, cosa que me desagradaba. Moría del cansancio, y más que todo, del nerviosismo. Iniciar una nueva vida de un día para otro era bastante complicado.

Al estar en el baño, procedí a únicamente darme una ducha fría y salir pitando, ya que el llegar tarde a la universidad en la que era básicamente una afortunada por cursar no sería bueno. Aparte de eso, había algo en mi mente que reclamaba mi atención, pero con todo el ajetreo que tenía por delante luego tendría que descubrir de qué se trataba.

Al estar vestida y lista, fui hasta la cómoda en donde estaban posadas mis pertenencias. Con manos rápidas –y el desespero puro por abandonar la casa– agarré mi bolso de la correa, dejando caer al suelo todo lo que sobre él estaba. Mentalmente me di una palmada, ya que hacer las cosas mal y en tiempo récord era otro de mis muchos talentos.

—Maldita sea...— Susurré ofuscada, recogiendo de cualquier manera los archivos de ingreso a la universidad y demás papeleo perteneciente a la casa.
Al terminar, un único y pequeño papel quedó flotante en el suelo, esperando a ser recogido como todos los demás.

Era el que recitaba el frío: "Bienvenida a casa, Blake." que me había espantado la noche anterior. Si no fuese lo suficientemente lista, culparía a cualquiera de ello y me comería el cliché peliculesco y terrorífico de que aquello no fue casualidad. Pero sabía que únicamente una persona podría jugarme una broma así. La enfrentaría por ello y el tema acabaría ahí.

O por lo menos, eso esperaba.

Con mi mano derecha atrapé en el tiro el pequeño papel, para luego arrugarlo y meterlo en el bolsillo de mis tejanos. Al incorporarme, únicamente atrapé el bolso y las llaves de la casa, la cual ansiaba –irónicamente– abandonar por milésima vez.

Inmediatamente, abandoné la habitación y la cerré, concentrándome en mi respiración acelerada. El silencio sepulcral del lugar me causaba cierta desconfianza, y aunque sonara como una pequeña niña, no podía evitarlo.

Un claxón sonó fuera de la casa con estridencia, sacándome de mi ensimismamiento: se trataba de Cheryl. Mientras suspiraba, caminé lentamente bajando las escaleras, inspeccionando cada centímetro de la casa con tal de asegurarme que todo estaba en orden.

Al estar en la estancia, técnicamente corrí a la puerta principal. Al abrirla, me encontré con la cara de Cheryl y su dedo casi rozando el timbre. Aquello solo ayudó a alterar aún más mi humor asustadizo.

—Vaya, ¿qué te pasó? Parece que has visto un fantasma.— Acusó burlona mirándome de pies a cabeza.

Ja, ja. Muy graciosa. Así tal cual como el fantasma de anoche, ¿no? Sabes, debo decir que innovaste. Estábamos hablando por teléfono cuando sucedió pero vamos, ¿cuánto te cobraron por hacer la broma?— Refuté enredándome con mis propias palabras. Eso me sucedía bastante cuando estaba iracunda, cosa que era frustrante. Mientras ella me miraba confusa, yo solo cerré la puerta y avancé a su auto pasando por el jardín delantero.

DEMON.→Bill SkarsgårdWhere stories live. Discover now