Capítulo 5

Mulai dari awal
                                    

Maldijo por lo bajo cuando un chico menudo, con los pelos engominados y unos cascos al cuello, levantó la mano para hacer una pregunta. Era el chico que se sentaba a su lado.

– ¿Pero cuando les cortaban la lengua… No sangraban demasiado?

Irene enarcó una ceja. ¿Pero qué pregunta era esa? Observó de nuevo a aquel chaval que, por cierto, parecía haberse caído de un guindo justo el día anterior.

Álvaro se echó a reír ante aquella interrogativa. Miró a aquel chico con compasión y le dijo:

– Supongo que si el sujeto a momificar aún estaba vivo, sí que sangraba…

La clase entera reprimió una exclamación de asco.

Irene, por el contrario, dejó escapar una carcajada. Si ellos supieran las atrocidades que había visto hacer a los cadáveres… Y a los que no eran cadáveres…

Álvaro continuó observando a aquel chico, tal vez por ello no pasó por alto la risa que se escuchó justo al lado de su alumno.

Al mirarla, se encontró con unos penetrantes ojos oscuros, ligeramente maquillados y enmarcados por unas pestañas alargadas.

El egiptólogo sintió un sudor frío ascendiendo por su espalda. Una Irene de cabello ligeramente ondulado y mejor maquillada y vestida que el día anterior estaba sentada en su aula, escuchando su clase y camuflándose entre sus alumnos.

Álvaro carraspeó y se dio media vuelta. Respiró un par de veces profundamente y notó cómo la gente comenzaba a murmurar.

Se aflojó el nudo de la corbata y para disimular dijo:

– ¿No os parece que ponen muy fuerte la calefacción aquí?

Irene sonrió misteriosamente, ella no tenía ningún calor.

Sin embargo, los alumnos, cuales ovejas que siguen a su pastor asintieron con unanimidad.

Pasados dos minutos, Álvaro logró recuperar el control sobre sí mismo y continuar la clase con relativa normalidad.

Ahora ya no paraba de ojear a Irene de vez en cuando. Quería saber las caras que ponía, si atendía, si no… Si le parecía bien la clase… Si lo miraba embobada o enfadada…

En lo que restó de clase, Irene trató de no mirar directamente a Álvaro. Se sentía incómoda y cohibida, sobre todo porque él la clavaba su mirada cada pocos instantes, obligándola a asentir con la cabeza en ademán de comprensión.

Además lo había pillado mirándola incluso cuando ella desviaba la mirada hacia otro lado.

Entonces él se apartaba rápidamente y se fijaba en otro alumno.

Irene fue incapaz de enterarse de nada más durante aquellos últimos veinte minutos, sólo estaba pendiente de Álvaro, sus gestos y la incomodidad que éstos la producían.

Además, tampoco comprendía por qué tenía que sentirse tan agitada. Tenía la sensación de que, aunque él no estuviese observándola, sabía en cada momento lo que ella estaba haciendo y hacia donde estaba mirando.

Se sentía… Vigilada.

Para intentar distraerse de aquella situación tan tensa, se dedicó a mirar a las chicas de la primera fila. Irene se dio cuenta de que murmuraban y reían entre ellas a la par que le lanzaban sonrisas al profesor.

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