CAPÍTULO CUATRO: UN PASADO ROJO, UN PRESENTE FRÍO

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Gokan se vistió con rapidez y se inclinó, besando las labios de su compañera. Sonrió cuando la hembra enredó sus dedos en su cabello tirando de él con suavidad, volviéndolo a recostar en su pecho, y el gustoso quiso volver a tomar ahí, hacerla suya y marcarla. Pero su hermano la necesitaba.

—Vuelve mi amor.

—Siempre. Te amo.

Mireia sonrió y él salió de la choza. Encontró a su hermano recostado en la casa de totora de Gokan, con el cabello recogido y con un abrigo encima. El cielo estaba triste, cayendo algunas gotas y apagando las fogatas que habían hecho, más de una hembra había recogido su ropa y entrado a sus chozas para refugiarse del agua. Al tercer hermano le sorprendió el llamado de su hermano, y más la preocupación que bañaba ese joven rostro.

— ¿Está bien tu hembra? —Gokan asintió acercándose a él—. Escuchado gritos de cazadores cerca, me da miedo que se acerquen.

— ¿Y los machos?

—Cinco están con nosotros, no he querido despertar a los demás, sería asustarlos y Gorkan no está aquí —señaló asustado, el de ojos rasgados se acercó pasando sus dedos por su cabello claro y besó su frente con ternura—. ¿Y si vuelven atacarnos? ¿Y si perdemos a los nuestros así como perdimos a nuestros padres?

—Calla cachorro. Vamos —ambos hermanos empezaron a caminar lejos de la manda. Pasaron el riachuelo rebelde y luego unos cuantos cerros, cuando escucharon pisas, afilaron las uñas y los colmillos, están en guardia si alguien quería atacarlos. Los cinco machos salieron de sus escondites y bajaron la cabeza, Gokan escondió las uñas y se apresuró a llegar con ellos y observar.

Eran varios cazadores y entre ellos una mujer. Hermosa, de piel tostada y de unos ojos hechizantes, mirada asesina y voz fuerte. La mujer llevaba una capa roja rodeando sus hombros y cubriendo su cabeza y su frente, cuando se movía: la capa bailaba con ella.

¿Qué hacían por esas tierras? nadie llegaba ahí, ningún humano pisaba esos lugares.

—Son cazadores señor y ella es la caperucita roja —masculló entre dientes uno de los machos, viendo a la mujer y ver como ella sacaba un arco y lo elevaba—. Solo de ella debemos protegernos.

— ¿Tan peligrosa es?

—Es cruel mi señor, hay muchas historias de ella, pero no sé sabe cuál es real —habló otro macho—. Dicen que un lobo mató a su familia y que la dejó viva, que la muerte la visitó y la convirtió en un ser malo desde que tenía meses de edad.

—Ella no puede vencernos. Nosotros somos más grandes —expuso Goliat, viendo a la mujer.

Uno de los machos retrocedió para darle lugar a Goliat, pero al hacerlo provocó un sonido fuerte y las miradas de los cazadores cayeron en ellos. Rápidamente los lobos se pusieron de pie y se alejaron, pero los cazadores fueron más rápidos, tanto que en segundos estaban frente a ellos, apuntándolos con sus armas humanas mientras ellos yacían convertidos en lobos y gruñéndoles.

Gokan, grande y de pelaje blanco, estaba al frente. Las patas separas, la cabeza inclinada y mostrándole sus dientes grandes y afilados, avisándoles por si se les ocurría dar un paso: los acabaría.

La mujer dio un paso más, apuntando a uno de los machos y una sonrisa tiró de sus labios fijando sus ojos en el tercer hermano, el que estaba a cargo de la manada.

—Las bestias han venido a nosotros, ahorrándonos el camino —señaló burlona y con media sonrisa en los labios—. ¡Ataquen!

Los hombres empezaron a disparar, provocando que los jóvenes lobos dieran un respingo, los cazadores hirieron a dos lobos, dos balas en sus piernas provocando que estos se desangraran y se sintieran débiles. No eran solo los disparos, se sentía mareado y supieron que algo más tenía eso, que habían sido envenenados.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora