Infancia y adolescencia de Severus

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Cada vez Tobías bebía más y las discusiones eran más frecuentes. Al menos, cuando Severus creció un poco, pudo escapar de esa situación saliendo de casa. Si yo no le preguntaba, él ni siquiera me contaba adónde iba. Insistí y me contó que iba al parque y que veía a unas niñas, pero que no se atrevía a hablar con ellas.

-Podéis jugar todos juntos -le sugerí-. No te dirán que no.

Me pareció que se divertiría más jugando con ellas que estando allí solo. Finalmente, me hizo caso. Me habló de una de ellas. Se llamaba Lily y era pelirroja. La otra, que era hermana de ésta, no le caía en gracia. Pero bueno, por lo menos, parecía que se entretenía con Lily.

En casa le enseñé a mi hijo conceptos mágicos para que no llegase a Hogwarts sin saber nada, teniendo muchísimo cuidado de que fuera a horas en las que Tobías no se enterase. Por suerte, Severus sabía guardar ese secreto, no se lo iba contando luego a él.

Cuando Severus tenía once años, le llegó su carta de Hogwarts. Yo ya sabía que era un mago, no solamente porque era hijo mío, sino porque había manifestado su magia en alguna ocasión. Por ejemplo, había hecho que a Tobías le ardiese en las manos un cinturón con el que iba a pegarle. Yo hacía todo lo posible para evitar que mi marido le hiciese daño, pero en ocasiones contadas, cuando yo no estaba, lo atacaba si lo pillaba leyendo algún libro de magia o algo por el estilo.

Por fortuna, cuando empezó en el colegio, Severus sólo tuvo que quedarse en casa durante el verano. Yo lo echaba de menos, pero sabía que estaba mejor fuera de esa casa infernal. Durante los veranos, él quedaba con Lily. Ella también era una bruja y estudiaba en Hogwarts, aunque en una casa distinta a la de Severus.

Sin embargo, cuando mi hijo terminó quinto, lo noté cambiado. Más triste y encerrado en sí mismo. Aunque siempre había sido muy introvertido, en aquella época aun más. Llegaron los resultados académicos y consiguió muchos TIMOS. Aquello no tenía nada que ver con las notas.

-¿Qué te pasa? -le pregunté, a una hora en la que Tobías estaba en el bar. Por alguna razón, yo prefería que él no estuviera presente.

-Nada -contestó Severus.

Y fue a encerrarse a su habitación. Allí se pasaba casi todo el día. Ya no quedaba con Lily. Yo me di cuenta pero no le comenté nada al respecto ni le pregunté por qué. Me hubiera gustado que me lo comentase él por sí mismo; si se lo preguntaba, me acusaría de meterme en su vida.

Andábamos mal de dinero y se lo comenté a Tobías. Todo habría ido mejor si él no gastase tanto dinero en el bar. Como era de esperar, a él no le gustó nada que se lo reprochase y nos pusimos a discutir. De repente, Severus abrió la puerta, de golpe.

-No sé para qué cerráis la puerta -dijo, enfadado-. Se os oye igual, ¿sabéis?

Tobías me estaba agarrando, a punto de pegarme. Al oír a Severus, giró la cabeza.

-Cierro la puerta porque me da la gana -contestó-. En esta casa mando yo, Severus. Y si no te queda claro, te lo recordaré las veces que haga falta.

Severus tenía dieciséis años. No se amedrentó como cuando era muy niño. Lo miró con dureza y dijo:

-Eres un borracho y un cobarde.

Al oír eso, Tobías me soltó y se acercó a él.

-¿Cómo has dicho?

-He dicho que eres un borracho y un cobarde -repitió Severus, dirigiéndole una dura y penetrante mirada.

Tobías lo tiró al suelo de un empujón. Severus ya era tan alto como él, pero estaba muy delgado.

-¡No! -exclamé.

Yo escondía la varita para que Tobías no me la encontrase, porque se enfadaba muchísimo si la usaba, pero por suerte, en ese momento la llevaba en el bolsillo. Mi marido le estaba dando patadas a mi hijo, que seguía en el suelo. Y yo, lo antes posible, saqué la varita y pronuncié:

-Petrificus totalus.

Tobías cayó al suelo, inmóvil. Y Severus se incorporó.

-¿Para qué has hecho eso? -habló mi hijo, pues sabía que su padre me lo haría pagar-. A no ser que... vámonos -sugirió-. Vámonos de aquí.

-No tenemos adónde ir, Severus -contesté.

-Es increíble -murmuró. Y se fue.

Sí, efectivamente, Tobías se tomó muy mal que yo hubiese empleado la magia con él y me dio una paliza. Y en cuanto a Severus, pasó varios días fuera de casa. No me dijo adónde iba, y eso hizo que me preocupara mucho. Antes de una semana (que a mí se me hizo larga como si se hubiese tratado de meses o años) estuvo de vuelta.

-¿Dónde has estado? -le pregunté.

-En casa de Lucius.

Supe que se refería a Malfoy. Era rico, vivía en una mansión. Me alivió que Severus hubiese estado en un lugar así y no en la calle, sin embargo, me hubiera gustado que me lo contase.

-Debiste decírmelo -contesté-. Me tenías muy preocupada.

-Pues no te preocupes por mí, que ya no soy un niño. Y no pienses que tenía ganas de volver, es que ahora Lucius está casado y no quiero ser un incordio.

Dicho eso, fue a encerrarse a su habitación.

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⏰ Last updated: Dec 31, 2017 ⏰

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