El pequeño Severus

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Me costó mucho dejar mi puesto en el Ministerio de Magia, pero no encontré otra opción.

-Si te has casado conmigo, debes dedicarte a los trabajos domésticos -me dijo Tobías-. Si trabajas fuera, los descuidarás. Te doy un sitio donde vivir, comida y ropa con esa condición. Si no la cumples, tendrás que irte de esta casa.

Me hubiera sido mejor marcharme, sin embargo, no era tan sencillo. Mis padres se habían enfadado porque me había casado con un muggle, así que no aceptarían que me fuese con ellos. Y como llevaba poco tiempo trabajando en el Ministerio, tenía poco dinero ahorrado, no me llegaría para pagar un alquiler y los gastos de mi hijo cuando naciese.

El bebé nació en enero. Tobías no estaba ilusionado con el nacimiento del niño, así que me dejó a mí elegir el nombre. Decidí llamarle Severus, pues deseaba que tuviese la severidad suficiente frente a los que intentasen amargarle la vida, cosa que a mí me faltaba con Tobías. Como ya me imaginaba, éste no me ayudó a cuidarlo. Pero lo peor era que apenas miraba para él, era como si no le tuviese cariño, y todo porque yo le había dicho que heredaría mi magia.

Además, parecía que Tobías no sabía como eran los bebés. A veces el niño lloraba de noche y él se enfadaba, decía que tenía que madrugar al día siguiente e insultaba al pobre niño. Me mandaba irme a otro lugar de la casa con el bebé para no escuchar sus llantos. Eso no estaba mal, así, yo no tenía que aguantarlo a él.

El pequeño Severus al principio sí que era cariñoso. Yo siempre procuraba ser cariñosa con él, pero Tobías, todo lo contrario.

 Cuando Severus empezaba a gatear, en el salón, se agarró a las piernas de Tobías, que estaba leyendo un periódico deportivo

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Cuando Severus empezaba a gatear, en el salón, se agarró a las piernas de Tobías, que estaba leyendo un periódico deportivo.

-¿Qué quieres? -dijo Tobías, con dureza-. ¿Un abrazo? ¿Unos besitos? Eso no lo tendrás, no vaya a ser que me salgas maricón por culpa de esas mariconadas. Los hombres no se dan besitos, Severus. Déjame leer. Estoy ocupado, déjame leer.

El niño lo miró sin comprender, y como no se iba, Tobías gritó:

-¡¡Fuera!!

Severus se echó a llorar. Debía de extrañarse de que su padre lo tratara así. Ningún niño se merece ese desprecio, pero es que además, Severus era un niño muy bueno, no se merecía ser tratado con tanta dureza. Por lo general no lloraba, pero sí cuando Tobías y yo discutíamos. Se asustaba con los gritos.

Durante un tiempo, lo que sucedía eran discusiones, y no me gustaba cómo me trataba, pero lo peor fue cuando empezó a pegarme. Severus tendría unos tres años, tal vez algo menos. Yo le estaba leyendo unos cuentos infantiles mágicos y Tobías se enteró. Se dio cuenta de que el libro era de magia y me lo quitó de las manos. Acto seguido, me dio una bofetada. Severus estaba allí.

-¡Quiero mi cuento! -pidió el niño, pues yo no había acabado de leérselo.

-¿Quieres cuento? -dijo Tobías. Y se acercó a él con el libro en la mano.

-Sí -contestó Severus.

-Pues toma cuento -le propinó un librazo en la mejilla. Severus se echó a llorar.

-¡Tobías! -grité, mientras me acercaba a mi hijo para consolarlo.

Mi marido me miró con dureza.

-Ya sabes lo que hay -respondió-. Te he dejado claro que nada de magia en esta casa. Y el niño, cuanto antes lo aprenda, mejor. A ver si le quitamos esa enfermedad.

-La magia no es ninguna enfermedad -contesté-. Y no dejaré que trates así a Severus.

Nos pusimos a discutir, y en algún momento, Tobías dijo:

-¿Sabes por qué te hablé cuando nos conocimos en aquel bar? Porque eres fea. Sé que yo también lo soy y que por eso no puedo aspirar a una gran belleza de mujer. Por eso te hablé. En un hombre da igual ser feo. En una mujer, es lamentable. Eres fea, Eileen, y encima tienes esa enfermedad de la magia...

-Mamá no es fea -intervino Severus.

Estaba oyéndolo todo, y por lo que parecía, algo entendía de aquello. Me sentí muy mal por el hecho de que tuviera que presenciar una escena así.

-A ti no te he preguntado -le dijo entonces Tobías a Severus-. Tu opinión no le importa a nadie, tú eres un niño y te callas. Mocoso...

Se acercó a él. Severus se agarró a mi falda, asustado.

-Claro, como sois raros y enfermos los dos, por eso os defendéis entre vosotros -añadió Tobías.

De un empujón, me apartó del niño. A él le tiró del pelo y le dio otra bofetada. Severus volvió a llorar.

-¡¿Pero tú qué eres un niño o una niña?! -gritó Tobías.

-¡Soy un niño! -contestó Severus.

-¡Pues llorar es de niñas! ¡Aguanta sin llorar! ¡Como un hombre!

Cogí a Severus en brazos y me lo llevé de allí para apartarlo de Tobías.

-¡¡¡Eileen!!! ¡No hemos terminado de hablar! -gritó éste.

Volví y continuamos con la discusión, pero al menos, Severus no estaba delante. Le dije a mi marido que no iba a permitir que tratase así a nuestro hijo. Él me contestó que quien llevaba el dinero a casa era él y que por eso él mandaba. Y me pegó.

La historia de los SnapeWhere stories live. Discover now