Encuentrame

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Abrió los ojos y vio una oscuridad casi total, olía a musgo húmedo y resina. El cielo encapotado no daba señales de ayudar mucho a orientarse. Los arboles de alrededor eran densos, altos y estaban rodeados de una neblina que empezaba a disiparse. Notó las manos entumecidas, pero intentó ponerlas contra el suelo para incorporarse, estaba calada hasta los huesos, la ropa estaba llena de barro y pegada a su cuerpo. Intentó levantarse pero notó un fuerte dolor en la pierna izquierda y volvió a caer contra el suelo con un gemido.

El silencio roto hizo volar a un pájaro cercano, la joven se quedó inmóvil, asustada, no se atrevía a respirar, sabía que alguien la había oído y no tardaría en aparecer, su primer pensamiento fue el de huir, pero, ¿huir de qué o de quién? ¿Y qué demonios hacía ella en este bosque?

Respiró lentamente y buscó a su alrededor algún palo o piedra para usar como arma, aún sabiendo que de poco le serviría en realidad. No encontró nada, estaba junto a las gruesas raíces de un árbol pero sin señales de ramas rotas ni piedras que poder utilizar. Los pasos se oían en la distancia, no iban sigilosamente como cabría esperar, se acercaban tranquilamente y debían ser al menos dos ya que se oían murmullos apagados.

Moviéndose lentamente palpó su pierna para ver bien el origen del dolor cada vez mas fuerte, sus dedos chocaron con algo fino clavado en el muslo, estaba rota pero parecía una flecha. Intentó sacarla del todo, pero el dolor la hacía rechinar los dientes, no era el mejor momento para hacer ruido así que esperó a que las voces pasaran de largo. Hizo un repaso mental del estado de su cuerpo, aparte del entumecimiento total, tenía la espalda dolorosamente rígida.

Agazapada entre los arbustos y con la cara pegada al lodo pensó en lo triste que era su situación, escondida de unos extraños a los que inexplicablemente temía. La lógica le decía que probablemente serían los únicos que pasarían por allí y la única ayuda que podría lograr para salir del bosque con vida, ¿por qué entonces su instinto la urgía a esconderse?

Una pareja de Corios se asomaron sobre los matorrales cercanos, hablaban entre ellos en susurros pero se notaba que discutían por algo. Dos pares de ojos de un color dorado como nunca había visto, la miraron fijamente, parecían ver perfectamente en la oscuridad. La joven se incorporó devolviéndoles la mirada al sentir como escudriñaban su alma, el silencio volvió a reinar en el bosque y la tensión era patente. El hombre extendió su mano frente a ella, tras un momento de duda ella la aceptó y ambas mujeres suspiraron.

****

La cabaña estaba camuflada tras un par de robles en una hondonada del bosque, la hiedra cubría sus paredes y disimulaba sus ventanas redondeadas por las que se vislumbraban gruesas cortinas marrones. La chimenea encendida daba un toque hogareño a una sala donde los muebles eran escasos. Las dos butacas grises cercanas a una librería era lo único que la joven podía ver desde su posición estirada sobre la cama. Habían improvisado un lecho para ella la noche anterior, allí habían curado su pierna y lavado la herida, después la mujer había puesto una extraña cataplasma sobre ella y tras vendarla le trajo ropa seca y una humeante sopa que sabía a rayos pero que devoró deprisa famélica.

Les estaba muy agradecida a ambos, el hombre había traído leña y mantas para ayudarla a entrar en calor. Debía ser pasado el medio día pues la luz entraba a raudales por las ventanas. La puerta se abrió sigilosamente y la mujer entró con cautela, al verla despierta sonrió amablemente y llamó a su pareja, al momento ambos estaban junto a ella. Señalaban sus pechos y decían palabras ininteligibles para ella, debían hablar un idioma que ella no conocía, luego la señalaban a ella. Debían querer saber su nombre, su rostro hizo una mueca que pretendía ser una sonrisa.

-No se mi nombre.

La pareja se miró entre sí con los ojos como platos, volvían a discutir por algo y el hombre esta vez estaba muy enfadado. Algo malo ocurría y estaba claro que tenía que ver con ella. Intentaba entenderlos desesperadamente, cualquier información le sería de ayuda. El hombre alzó la voz, pero la mujer tuvo la última palabra ya que él salió de la sala dando un portazo.

La mujer permaneció con la mirada fija en la puerta y la joven aprovechó para estudiarla. Tenía unos rasgos suaves, ojos dulces almendrados, una nariz pequeñita, labios finos pero con arruguitas en los lados que demostraban un carácter risueño. Su cuerpo era esbelto para su corta estatura y sus largos cabellos castaños estaban cubiertos con extrañas piedrecitas luminiscentes que parecían moverse de vez en cuando con voluntad propia. Su vestido largo era de la mas gruesa lana y de un gris apagado, solo el cinturón de un rojo vivo daba vida a su atuendo.

La mujer se giró hacia ella y cogiendo cariñosamente el rostro de su huésped entre sus manos le habló firmemente, su mirada fija en sus ojos era de determinación e incluso obstinada. La joven deseó entenderla, deseó saber que le estaba diciendo. Notó como esa mirada la hipnotizaba, entraba dentro de ella haciéndola olvidar su alrededor, olvidar sus miedos, olvidarlo todo menos el susurrante sonido que salía de sus labios. Poco a poco esas melódicas palabras empezaron a cobrar sentido.

- Sé que puedes oírme, no eres sorda, solo intenta entender los sonidos, sí eres una hija de los Althor como mi marido cree, puedes entender lo que yo digo. Soy Odixia la luz del bosque y mi marido es Zaundel el oscuro. Por favor intenta entender, por favor, solo inténtalo. Niña no puedo curarte si tú no quieres ser curada. Céntrate en mi voz, relájate y el sonido cobrará forma en tu mente. Yo soy Odíxia....

La joven parpadeo perpleja estaba entendiendo lo que le decía, aunque solo a medias.

- Creo que si entiendo lo que dices... pero ¿Cómo? ¿Por qué?

- Cielo esas preguntas yo no las sé contestar, solo es algo que los Althor como tú podéis hacer. ¿Cómo te llamas?

- No lo sé.- La mujer la miró extrañada.- ¿Cómo sabes que soy una Althor? Yo no sé si lo soy.

- Por tus ojos. - Contestó Odixia y descartó el tema con un gesto de la mano como si no tuviese importancia.- ¿Me estas diciendo que no sabes tu nombre, no recuerdas quien eres o de dónde vienes?

- No lo sé, no sé nada, pero tengo la sensación de estar en peligro. Aunque claro desperté con una flecha clavada, así que eso no es muy difícil de entender ¿no?-rió sin humor- Creo que alguien quiere matarme. - La mujer asintió y se levanto muy solemne.

- Aquí estas a salvo, ningún poder puede rastrear este bosque. Solo unos pocos pueden acceder a él y si así fuese lo sabríamos al momento. Así fue como te encontramos a ti. Somos los vigilantes de la frontera. - Sonrió comprensiva- Sanaras tus heridas y con el tiempo tu memoria volverá, no la fuerces, créeme todo tiene su orden de ser, deja que los ciclos vitales retornen a su ritmo.

Sin saber porqué esas enigmáticas palabras la hicieron sentir reconfortada y creyó en la confianza de Odixia, en su momento recordaría, apoyó la cabeza en la almohada y volvió a dormirse no sin antes tener un pensamiento fugaz, ¿y si yo no quiero recordar?

Portal de vidaWhere stories live. Discover now