¿Celos, Tony... Steve?

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—En verdad sabes dibujar—Tony miró desde arriba el lienzo que Steve había hecho en un dos por tres para la escenografía. Probablemente estaría un poco fresco aún cuando lo colgaran en el escenario, pero, por todo lo demás, era más de lo que el castaño había esperado.

Steve levantó la vista y balanceó el pincel entre sus dedos.

—Si hubiera tenido más tiempo...

—No seas modesto, está perfecto, más que perfecto—Tony le palmeó un hombro.

—¿Me merezco un beso?

—Ja, ja codicioso. Pero sí...

—¡Hey, tortolos!—Howard Stark hizo su aparición y se abrió dramáticamente el abrigo para mostrarles su fabulosa corbata de luces intermitentes—¿Qué les parece?

Steve rió a falta de palabras, pero Tony hizo una mueca de desagrado.

—Horrible, como siempre.

Howard entrecerró los ojos como si con ello pudiera lanzarle rayos laser y lo ignoró.

—¿Qué te parece Steve?

—Piensa que es horrible, como yo—insistió Tony.

—Estoy hablando con el perro no con las pulgas.

—¡¿Me estás diciendo pulga?!

—¿¡Tú qué crees!?

—¿Ya están peleando de nuevo?—María intervino, como cada vez que su marido y su hijo tenían alguna discusión sin sentido—Es hora de irnos. ¿Qué hacen aquí perdiendo el tiempo?

—No perdemos el tiempo, madre. Estamos haciendo la escenografía.

—Tony olvidó hacerla antes de venir—canturreó Howard, acusando a su hijo como un niño pequeño.

María frunció el ceño, pero no se quejó cuando vio el fantástico paisaje invernal que Steve había dibujado.

—Hasta parece que tiene profundidad. No sabía que dibujabas, Stevie.

—Da clases en una academia—dijo Tony presuntuosamente, y contento de poder decir algo sobre Steve como si no llevara sólo un día de conocerlo.

—Oh, ¿de verdad? ¿Me darías clases a mí?—María se colgó del brazo de Steve, exasperando a su hijo.

—¡Mamá, por favor!

—Sí, María, por favor—dijo Howard levantando la ceja—. No coquetees con el novio de tu hijo, ten decoro.

—¡Howard!

Gregory bajo al taller de su padre para apurar a su familia, pero se encontró con esa peculiar escena, que le hizo rodar lo ojos. Decidió que se quedaría en las escaleras, para no contagiarse de la estupidez y desde ahí les gritó que ya tenían que marcharse.


Una hora después, en la iglesia, el escenario estaba listo. Tony conectaba los últimos cables para sus "efectos especiales" y Steve le sujetaba la escalera cuando los pequeños sobrinos llegaron corriendo con sus disfraces. Tony se atacó de risa.

—¿Qué son?¿Puerquitos?

—¡Somos renos, tío Tony!—dijo Jane indignada.

—Parecen puerquitos. ¡Steve atrápame!—Dijo saltando de los últimos tres escalones de la escalera metálica. Afortunadamente, su novio tenía buenos reflejos y lo sujetó a tiempo.

Tony se sentía como un niño. Se estaba divirtiendo de nuevo en Navidad, y eso era resultado de la sola presencia de Steve. En lo que llevaba ahí, no le habían molestado. Por un lado porque el resto de la familia, tíos y primos, no habían ido ese año, lo cual era un alivio; pero lo más importante era que ya no tenían con que molestarlo.

Un Amor para NavidadWhere stories live. Discover now