Con el corazón, Tony

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La Navidad es el pretexto perfecto para una reunión familiar. Donde los corazones se funden en armonía y amor. La calidez de ese sentimiento irradia, incluso, a las almas más frías. Navidad momento de paz. Momento de...

—¡Patrañas!—Tony arrugó la hojita que unos niños, ataviados con bufandas iguales, le habían dado para invitarlo a un pequeño concierto de villancicos, y la tiró al bote de basura más cercano.

Bufando, hundió su nariz roja por el frío en su bufanda y metió las manos en los bolsillos del abrigo, antes de seguir con su camino. Él odiaba la Navidad. Pero no sólo esa fecha, odiaba todo el maratón desde Día de gracias hasta Año nuevo. Pero sí, la Navidad era lo que más detestaba.

Le daba dolor de estómago el ver a esos niños inocentes y estúpidos con su sus chamarras de doble forro, cantando horrendas canciones o tratado de ser los niños buenos que no fueron en todo el año, sólo para que Santa Claus les diera regalos. Malditos interesados.

Luego, estaba esa maldita nieve que cubría la ciudad. No se podía caminar, se producían atascos, accidentes, muertes de indigentes. Él solía pescar un resfriado cada año. Y cada año las tuberías se congelaban y se quedaba sin agua corriente por un par de días, hasta que molestaba al conserje de su edificio para que hiciera algo. También estaban las malditas compras que volvían a todo el mundo loco; si de por si era difícil tomar un taxi en Nueva York, en esas fechas, para tomar uno, se debía estar listo para una batalla campal.

Entró al café y se sacudió la nieve del abrigo. Adentro hacia calor, así que se quitó la bufanda y respiró el asqueroso aroma del chocolate caliente, del ponche de navidad y las galletas de jengibre. Todo se volvía tan meloso, hasta sus adoradas donas eran mancilladas con cubiertas de dibujos de renos y copos de nieve mal hechos.

—¡Tony, por aquí!—sus amigos levantaron sus manos llamándolo; estaban al fondo del establecimiento.

Tony sonrió brevemente para decirles que iba para allá. Y mientras esquivaba las mesas y al innecesariamente enorme árbol de navidad para llegar a ellos, pensó que hasta sus amigos se ponían cursis en esas fechas.

Pepper llevaba un suéter de lana verde y unos aretes que asemejaban esferas escarchadas; Rhodey llevaba puesto un risible suéter con un enorme Rodolfo de nariz roja en el centro; Bruce también llevaba un suéter navideño, sólo que el suyo era de pequeñas coronas y muérdagos; e incluso Natasha, que participaba, también, poco de esas fiestas, había sucumbido y llevaba una diadema con cuernos de reno sobre su cabello rojizo. ¿Acaso era el único cuerdo en el mundo?

—De verdad que son ridículos—les dijo al tomar asiento entre ellos y pedir sin dilación un café americano bien cargado.

—Lo que pasa—dijo Rhodey—es que tú eres un Grinch.

Todos asintieron.

—Es que es estúpido...

—Sí, sí—lo interrumpió Pepper—. Sólo es un festival de gastos, sentimientos cursis que no valen la pena, bla, bla, bla. Se honesto, Tony, no es eso lo que te molesta.

—¿Ah, no? ¿Entonces, qué?

—Todos lo sabemos—dijo Natasha, y Bruce asintió paseando frente a Tony una dona adornada, sólo para molestar—. Lo que no quieres es ir a casa de tus padres.

Tony, molesto, le dio un manotazo a la dona, y faltó poco para que lograra que Bruce la dejara caer.

—Es cierto—dijo éste último, atesorando su dona—. No quieres otro año de lo mismo.

—"Tony, ¿cuándo piensas casarte?"—Ironizó Pepper

—"Tony, ya estas grandecito, es hora de formar una familia"—siguió el juego Rhodey

Un Amor para NavidadWhere stories live. Discover now