Una segunda oportunidad

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Un fuerte temblor sacudió el atontado cuerpo de Ira, abrió los ojos, encontrándose de cara contra el piso. Unos destellos rojizos le cegaron, sacudió la cabeza y fue levantándose con lentitud.

«Alerta. Alerta. Evacúen las instalaciones, tiempo estimado para movimiento telúrico en dos minutos treinta segundos. Alerta. Alerta».

Sentado en el piso Ira escuchó la alerta automatizada pero su cerebro no la interpretó, era como si sólo se hubiera remitido a recibir percepciones, mas no establecer acciones en base a éstas. Sujetó el oscuro metal de la escopeta que yacía a su costado y, apoyándose en ella como si fuera un bastón, se levantó hasta estar de pie. Al sentir que podía mantener el equilibrio, sujetó el arma con ambas manos y miró hacia atrás, donde debía estar el Anión Dodecaédrico. La habitación sellada estaba hecha añicos, vidrio destrozado, metal retorcido, parecía que hasta la misma estructura del lugar había sido doblada por una potencia extrema o quizá un calor excesivo.

«¡Si vis pacem! ¡Para bellum!».

Saltó de impresión al escuchar el grito de aquel misterioso ser como un eco en su memoria. Cerró los ojos, sacudió la cabeza y los volvió a abrir, parecía que su ser ya había vuelto a controlar sus acciones. Miró hacia las luces de emergencia en el techo, luego al daño estructural grave que había tenido lugar, después un eco vino a su cerebro, las secas palabras de su jefe:

«La cámara de refrigeración fue construida en el centro de la estructura, aprovechando la protección del metal y la arquitectura circundante. Establece una simbiosis casi perfecta, proveyéndole a la estructura una mayor resistencia y a su vez ésta la protege a ella. Una obra de arte...»

El pánico se apoderó de su ser mientras el mensaje automatizado le repitió que quedaba menos de un minuto para un sismo, el pequeño golpecillo que faltaba para derrumbar todo ése castillo de naipes.

—¡Mierda! —gritó a la par que giraba sobre su eje y comenzaba una desesperada carrera—. No, no, no. ¡NO!

Los torpes pasos de Ira fueron dejando atrás los pasillos que tuvo que cruzar hacia la cámara, llegó hacia la pesada puerta de ingreso y la atravesó sin más.

«40 segundos, 39 segundos, 38 segundos...»

—¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé!

En su corazón se fue abriendo el vacío que siempre había tapado con todas sus fuerzas; pasara lo que pasara nadie debería enterarse de ello. Un innecesario gasto de energía aparentando que todo estaba bien, aunque su ser le gritara lo contrario. La voz de su mente le preguntó el porqué de tanto sacrificio, porqué tuvo que buscar «ganarse la vida», si acaso ya no la tenía en primera instancia. Tantas cosas que no hizo, tantas personas que dejó que se fueran de su lado, tantas veces que simplemente pudo haberse abandonado en los brazos de alguien y sentir al fin como la vida cobraba algún sentido.

«¿Acaso... acaso viví en vano?».

—¡NO! —unas lágrimas fueron resbalándose de sus ojos—. ¡Maldición, no!

Llegó hasta la exposición jurásica, principal atracción del área paleontológica. ¡Sólo faltaban dos áreas! Estaba tan cerca...

«... cinco, cuatro, tres...».

Pero tan lejos.

El piso tembló de una manera tal que una profunda grieta se abrió entre las piernas de Ira, haciéndolo trastabillar y caer de cara contra la losa. La sirena del lugar comenzó a chillar mientras los vidrios estallaban como granadas de guerra, el muchacho ocultó la cabeza bajo las manos mientras sentía los escombros llover en todas direcciones.

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⏰ Última actualización: Dec 26, 2017 ⏰

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