Capítulo 8

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Yokohama, Japón

976 D.C.

Diez años después.

--Naruto, tienes que tomar una decisión.

La voz de Gaara resuena en los oídos del rubio, profundamente preocupado por la situación en la que están metidos.

--¿Crees que no lo sé? --cuestiona Naruto

--¡Entonces decídete de una vez! --exclama Gaara, aproximandose a la puerta de la habitación donde estaban, con sus sienes brillantes debido a la transpiración.

--Estamos muertos, definitivamente estamos muertos.

Un ruido se escucha en el pasillo y los dos se dan vuelta, con los nervios a flor de piel y sus rodillas temblorosas.

--¡Oh! ¡Sakura! ¡Los encontré! --grita una alguien con voz chillona. --Gaara, cariño ¿Puedes decirme por qué nuestro hijo está empapado en barro, con su nariz roja y tosiendo como nunca en su vida? 

--Um, Matsuri, yo... 

--No quiero excusas, ya mismo te vas a calentar agua y vas a cuidarlo. Solo. --agrega al final. Ella se gira hacia Naruto y su semblante se suaviza. --Naruto, lo siento, pero quizás deberías correr porque Sakura no es tan comprensiva como yo.

--Gracias. --y el ojiazul se lanza hacia el pasillo, pero apenas cruza la puerta unos ojos verdes se cruzan en su camino. 

--¡Naruto! --la pelirosa se ve furiosa. --Quedamos en que cuidarías a Sarada y a Nayako esta noche. Asi que necesito explicaciones... ¿Porqué el niño estaba usando tu espada y no estabas cerca de él?

--Yo... 

--Matsuri, dime que no te dio excusas. 

--No, solo estaba esperando a que le partieras la cabeza. 

--Perfecto. --y a continuación Sakura procedió a hacer precisamente eso. No hubo mucho más que decir para algunos de ellos. 

Esa era su vida actualmente, una en familia, disfrutando de momentos saludables, de sus hijos, de Gaara, y batallas esporádicas por rebeliones que acababan en un parpadeo. Se había ganado esa vida.

La había robado. 

Era un ladrón de sueños, posibilidades y sabía que no tenía mucho más que pensar. Sabía que el dolor que se evitó era muy pequeño comparado con el que había provocado. Pero no creía que alguna vez el precio le llegaría a sus manos. Si le llegaba, escaparía. De lo que no podía huir era de los sueños. Siempre Sasuke en la cabeza. Luego Danzo. Y después voces que lo despertaban. Sakura siempre le preguntaba porque estaba en el patio de su casa, mirando hacia las estrellas que estaban sobre ellos. 

Nunca le respondía, y nunca lo haría. 

Sólo la besaba en su frente y la llevaba a su cama, donde le hacía el amor. Ella no se negaba y él estaba conforme con aquello. 

Más tarde en el día, un mensajero llegó con un mensaje del emperador, el cual pedía una reunión urgente. 

--¿Que piensas? ¿Crees que Sato decidió levantar la cabeza, y acabar con el arreglo del casamiento de su hija con el emperador? --cuestionó Gaara una vez había partido de la ciudad que el pelirrojo gobernaba. Sakura y sus hijos lo despidieron con lágrimas. Bueno, Sakura no había llorado. Pero ellos sí.

--No lo creo. Sato necesita mucho la alianza, y conociéndolo, no haría algo tan poco inteligente por no querer entregar a su hija. --Naruto estaba especialmente considerando el porqué del llamado. --pero a ti, no te importa mientras puedas probar el filo de tu katana. 

El Hombre Del Castigo Eterno - NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora