SEIS

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Para Yuri Plisetsky que lo dejaran con la palabra en la boca era inconcebible, nadie, jamás en su vida lo había ignorado monumentalmente al menos no hasta hoy. Con el aura asesina desprendiéndose de su cuerpo se encaminó por los pasillos empujando y maldiciendo a todo ser que produjera sombra.

Como ya es de cultura popular en el campus que cierto ruso rubio posee mal carácter y si llegan a verlo molesto lo mejor— para su integridad física y mental—seria alejarse lo mas pronto posible y si te lo llegase a topar lo mejor seria que empezaras a rezar a cualquier deidad que se conozca.

Su esbelto cuerpo de movía entre las masas importándole poco lo que sucedía con estos, su mirada permanecía fija en el suelo mientras murmuraba cosas en su idioma hasta que por descuido suyo y posiblemente para mala suerte de esa persona sus cuerpos impactaron.

—Maldición— un gruñido salio de sus labios a la vez que sobaba su a dolorida nariz— Mas te vale que no este rota porque sino te pateare...

—Le sugiero que piense mejor sus próximas palabras sino quiere recibir un severo castigo joven Plisetsky — esa voz provocó que los inexistentes vellos de su lampiño cuerpo se erizaran.

Si había alguien en el campus, no, en el mundo a quien nunca deberías hacer enojar era a la profesora Lilia Baranovskaya. Esa mujer era la manifestación del mismo lucifer, de hecho dicen la malas lenguas que ella quien adoctrinó al mismísimo diablo.

Definitivamente aquella mujer era la única quien podía controlar aquel impertinente y mal hablado ruso, con una sola mirada suya podía sentir que el cuerpo se petrificara.

—¿Que hemos dicho sobre el lenguaje vulgar jovencito?— la mujer elevó sus brazos a la altura de su pecho cruzándolas con firmeza, sus verdosos ojos lo observaban con una clara advertencia de amenaza si este se atrevía a decir alguna clase de improperio en su presencia mas lo único que atino a hacer el joven ruso fue un estruendoso chasquido con su lengua.

—Bueno ya ¿para que me mandó a buscar?— rápidamente cambió el tema porque sabia que si aquella mujer se enganchaba de darle una charla sobre los modales y todas esas zarandajas provocarían que salieran a flote unas enormes ganas suicidas.

—Venga a mi oficina — a pesar de las ganas que tenia de reprocharle por su mal comportamiento siguió su camino para ir al lugar indicado.

Yuri no sabia si eso era algo bueno o no pero dada su experiencia yendo a la oficina de su profesora nunca era nada beneficioso para su persona y en la mayoría de los casos estos terminaban con  algún castigo por “X” o “Y” cosa.

Ambos caminaron por el pasillo doblando cada cierto tiempo para llegar hasta su oficina. Al tener frente a ellos la puerta con una plaquita de metal cuyo grabado tenia el nombre de la ex prima ballerina entraron en silencio siendo Yuri quien tuviera que cerrar la puerta procurando no azotaría para no aumentar la posible sentencia que asumía que tendría.

El lugar estaba bastante ordenado, todo estaba exactamente donde correspondía, los diplomas, cuadros y fotos acomodados y distribuidos estratégicamente por el recinto, el escritorio de la mujer como siempre estaba impecable sin una sola hoja fuera de lugar, tras esta se hallaba una elegante y cómoda silla de cuerpo negro— falso, obviamente— el cual tomó en posesión sentándose recta y elegante sobre este.

—Toma asiento— con calma alzó su mano para señalarle una silla disponible frente a ella invitándolo a ponerse cómodo.

Imitando sus movimientos se acercó a su conocido lugar asentándose en este apoyando sus manos sobre sus muslos mientras mantenía su espalda recta.

—Imagino que te estarás preguntando el porque de tu llamado ¿cierto?— inevitablemente Yuri trago en seco sin alejar su mirada, definitivamente su profesora transmitía ese aura tan intimidante, solo pudo llegar a asentir.

Señas (Otayuri/Yuri on ice)Where stories live. Discover now