13. ¿Qué has hecho gran idiota?

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Olivia Jones.

Justin ha estado dentro del despacho de su padre horas, finjo concentrarme en las noticias que están dando por la televisión, pero me es imposible. Un raro presentimiento —más malo que bueno— se centra en el centro de mi pecho causándome dificultad al respirar. Se por Justin que su relación con su padre es más que complicada, nunca tuve por que pedir que me explique por qué se lleva mal con su padre, de hecho lo comprendo, digamos que paso por la misma situación, mi relación con mi padre —o la carencia de ella— es muy mala. Él nunca se encuentra por casa, cuando vivía en Inglaterra, y cuando lo hacía daba alguna estúpida excusa de que tenía algún trabajo súper importante esperando en su despacho, luego se encerraba allí hasta que fuera lo suficientemente tarde como para que yo me encontrara dormida, lo he escuchado subir las escaleras cansadamente y luego asomarse por mi puerta para ver si me encuentro dormida, pero no lo puedo culpar por eso. Luego de la muerte de mi madre ambos hemos quedados perdidos, ella siempre fue la que unió la familia con sus fiestas de cumpleaños, luego de su perdida ya no se festejaban los cumpleaños, a veces siquiera se mencionaban, el solía pasar el suyo encerrado en su despacho o en algún otro país, y yo —obligadamente— salía con mis amigos. Entiendo por qué no quiere pasar tiempo conmigo, le recuerdo a ella, el dolor es incontrolable y el parecido insoportable. Hasta yo misma sufría cada vez que me veo al espejo y puedo ver a mi madre en mí, en mis ojos, los mismos ojos grises que ella tenía, los mismo ojos grises que nos miraron con amor antes de cerrarse para siempre, eso era bueno, mi madre estaba aquí conmigo, pero luego recuerdo que es solo una alucinación mía, que ella no está aquí y nunca más lo estará, y duele, mucho. Pero con el tiempo yo he aprendido a serle indiferente al dolor que me provoca ser tan parecida a mi madre, hasta he llegado a odiarlo. Solo, lo único que espero es poder ser por lo menos la mitad de mujer que ella fue, y si en algún momento me encuentro enferma espero poder luchar hasta el final, como lo hizo ella.

Listo, me he cansado de esperar, la curiosidad me carcome y necesito alimentarla en este momento, antes de que me coma a mí. Me acerco sigilosamente hasta la puerta. Maldición, que estoy haciendo. De pronto las sombras de mi pasado me asechan «Una verdadera dama no maldice, ni espía conversaciones que no le incumben, Olivia. Y siéntate derecha que pareces un neandertal.» Suspiro. 

Estoy en un continente diferente.

Con una familia diferente. 

Y una «yo» más diferente de lo que alguna vez pensé ser. 

Una pequeña miradita por el cerrojo no hará daño a nadie, ni siquiera sabrán que estuve merodeando por allí, será mi pequeño y sucio secreto. Pego suavemente mi oreja a la puerta y me siento como las señoras que miran detrás de sus persianas. No se escucha nada, en cambio de eso me imagino a Justin y su padre dedicándose miradas glaciales a morir. 

—Inglaterra, no deberías oír a través de las puertas. —Salto por la sorpresa y me giro para ver a un Ethan burlón detrás de mí. 

—Es una costumbre universal. —Digo. El asiente divertido por la vergüenza en mi rostro. —Pero creo que los norteamericanos son los peores. —Trato de cabrearlo. 

—Suerte que soy canadiense. —Dice. Maldición. Este chico tiene una gran capacidad para cabrearme. 

—No te preocupes, ustedes también están en la tabla. —Ruedo los ojos. —Justo por encima de Inglaterra. —El ríe y niega con la cabeza siguiendo por su camino, pero antes de darle la vuelta al arco que dirige a la cocina se gira a verme. —Diría que las paredes son a prueba de ruido, Inglaterra.

—Ya lo sabía. —Digo rápidamente. ¿Qué? No, claro no lo sabía. El ríe y sigue su camino musitando un «Seguro» Una vez que se ha ido me dirijo nuevamente al sofá negándome a ser nuevamente pillada in fraganti. 

Quince minutos después Justin sale del despacho de su padre transformado. Esta serio, y tenso. Tan derecho como una tabla, me pregunto si no le duelen los músculos en esa posición, pero toda mi atención se dirige a su cara. La sonrisa de la escalera ya no existe, ahora se ha convertido en una dura y tensa línea, y sus ojos están sin brillo, temerosos. Estoy lista para pararme y acercarme a él, preguntarle qué le pasa y en caso de que no quiera hablar de ello solamente distraerlo, me conformaría con tan solo sacarle una sonrisa. Estoy a punto de hacer algún comentario sobre lo mucho que tardo, y hasta le podría contar mi experiencia fallida tratando de espiarlo con solo de que se carcajee, aun así si es a mi costa. Pero antes de que siquiera puedo decir algo el pasa rápidamente por mi lado, musitando. 

—Lo siento. —Me quedo estática en mi lugar, un sonido aturde a mis oídos impidiéndome poder pensar. ¿Qué es lo que siente? Antes de que cierre la puerta detrás del grito en su dirección. 

—¿Lo sientes? ¿Qué es lo que sientes? —Pero él ya se había ido. ¿Dónde fue? 

Me quedo analizando sus palabras, pero hay demasiados significados de <<Lo siento>> que me es imposible decidirme por uno. 

Finalmente decido dejar de pensar en ello. 

Los hombres son demasiados complicados.

Las paredes de mi habitación se acercan peligrosamente a mí. Me siento mal y mareada. Sin decir que preocupada porque Justin aún no ha dado señal de vida, y han pasado más de tres horas desde que se fue. ¿Le ha pasado algo? Millones de imágenes en situación malas aparecen en mi mente. Tranquilízate, Olivia, probablemente solo se ha peleado con su padre y quiere estar solo, estar solo también te incluye a ti. Miro mi celular por milésima vez, y a pesar de que lo he mirado hace más de cinco minutos, aun no hay ningún mensaje. 

Tres golpes a la puerta me sacan de mi ensoñación. Rápidamente me encuentro frente a la puerta abriéndola de un tirón, encontrándome con Jonathan apoyado en el marco de la puerta, mirándome fijamente. Cierro los ojos esperando alguna mala noticia, como que Justin se ha accidentado o lo han molido a golpes, pero en vez de eso siento dos manos en mis hombros que me sacuden. 

—Oye, ¿Te sientes bien, Olivia? —Jonathan rápidamente traslada la mano que está en mi hombro derecho a mi frente. —Estas pálida. 

Niego con la cabeza. —Me encuentro algo mareada. —Digo. —Pero esa algo de nada, ¿paso algo?

—Ya está la comida, pero puedo decirle a mi madre que te sientes mal. —Dice excusándome. —Lo podrá entender. 

Aunque es tentador decir que si niego con la cabeza. Rechazar la comida de Pattie es un pecado. —No, está bien. Ya bajo. 

El asiente inseguro y se va. 

Luego de dar unos cuantos suspiros, me dirijo hasta el comedor, donde comemos todas las noches, esperando ver a Justin en la mesa, pero su silla se encuentra solitariamente vacía. 

La cena transcurre silenciosa y tensamente, nadie hace un comentario de la falta de Justin en la mesa, pero es más que obvio, ya que la cena se encuentra inusualmente tranquila, lo que con Justin, nunca sucede. Me veo tentada a comentar sobre Justin, pero no me animo. En cambio de eso me dedico a mirar y jugar con mi comida, viendo como todos se pasan miradas cómplices. 

Aparentemente soy la única que no está enterada. 

{Justin Bieber}

El dolor de cabeza se hace notar a penas abro los ojos. Y no me encuentro en mi habitación, ni siquiera en mi casa. Eso es seguro. Pero no me alarmo, yo conozco esas paredes lilas. Estoy en la casa de Stacy. 

Rodando sobre mí y quejándome de las consecuencias del alcohol, miro por encima de la mesa de luz a un lado de la cama, allí hay dos pastillas y un gran vaso de agua que sin dudar tomo junto las pastillas. Una vez que lo hice, me levanto y camino por el angosto pasillo del apartamento de Stacy. Me pregunto cómo se las han arreglado para subirme nueve pisos, hasta el departamento de ella.

Mientras más voy caminando, me doy cuenta de que no solo yo me quede en su casa. Puedo ver a Tobías y Daemon sobre el sofá y la voz de Stacy en la cocina. 

Allí me dirijo. 

Apenas piso el frío suelo de la cocina, Stacy se da vuelta y me mira fulminándome. —¿Qué has hecho gran idiota?

Prohibida » Justin BieberWhere stories live. Discover now