Capítulo 12

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Lo ayudé a recoger las cosas que habían quedado esparcidas por el suelo, como mi ropa y el cementerio de botellas, y entramos nuevamente a la casa.

—Voy a dejar esto y vengo— Comentó cerrando el ventanal a sus espaldas y enseguida se encaminó a la cocina.

Mientras esperaba, sujeté los extremos de la azulada tela que me envolvía y observé, una vez más, la espléndida luna. Un suave viento soplaba, haciendo bailar las copas de los árboles. Era un mágico y hermoso paisaje, digno de ser admirado, fotografiado y hasta pintado.

El calor de Matt pegándose a mi piel congelada, me regresó al mundo real. Apoyó su mandíbula sobre mi hombro, me acogió entre sus brazos y suavemente nos meció, quedándose a contemplar la preciosa vista conmigo.

—Prometo mostrarte un sinfín de paisajes, sonrisitas. Pero ahora vamos, estás temblando y no quiero que te enfermes— Besó mi cuello y apartó su calidez de mí.

Tomó toda mi ropa, incluidas las botas, su celular y apagó las luces. Con nuestras manos entrelazadas, me indicó por dónde ir. Subimos las escaleras y unas cuantas puertas después, nos topamos con una blanca, decorada con un particular cartel de "No pasar".

Reí en cuanto lo leí y mordiendo su sonrisa, abrió la puerta.

—Lo puse ahí cuando tenía 15 años. Intenté despegarlo varias veces, pero rompería la puerta— Explicó sintiéndose con la necesidad de hacerlo, aumentando mi diversión.

Como cada habitación que esta casa poseía, también era innecesariamente grande. Frente a la puerta y pegado a la pared del otro lado del cuarto, un gran lecho descansaba. A nuestra derecha había un enorme armario estilo moderno, como cada mueble, y hacia la izquierda, había un juego de sillones. A la izquierda de su cama otra puerta destacaba y del otro lado, una amplia ventana en L, la cual ocupaba dos paredes, pero otorgaba una perfecta vista. Los muros estaban pintados de blanco y todo en el cuarto variaba entre ese tono y el negro. Toda la longitud del suelo estaba cubierta de una suave alfombra grisáceas, algo que me fascinó y no tardé en disfrutar con mis pies desnudos.

—Estás en tu casa— La voz de mi chico resonó a mis espaldas.

Dejó mis cosas sobre el juego de sofás y se perdió detrás de la negra puerta a pocos pasos de su cama.

Caminé tímidamente por el lugar mirando todo a detalle. Su aroma estaba incrustado en cada rincón y me encantaba. Era su zona de confort, su espacio y todo lo que había lo representaba. Me acerqué a una cómoda y sonreí al encontrarme con fotos donde Matt aparecía, en una de ellas levantaba con un trofeo, el equipo había ganado el campeonato el año pasado.

—Es increíble... Tienes espacio para lo que sea— Confesé en cuanto lo escuché retornar y dejé el cuadro en su lugar.

—Demasiado grande para una persona— Respondió esbozando una ladeada sonrisa. Plasmó un dulce beso sobre mi frente y me arrebató la toalla —Ven.

Lo seguí y de su mano, cruzamos el portón que hacía instantes él había cruzado. Al igual que su cuarto, el baño también jugaba con el blanco y negro, a excepción de detalles como las llaves de paso que era de color plata. Tenía una bañera blanquecina y una ducha de azulejos oscuros por separado, un gran espejo sobre una larga y negra mesada de mármol, y para completar, era un espacio completamente luminoso, con una pequeña ventana que permitía el acceso de aire puro.

El vapor dominaba todo el cielo raso y llegaba hasta por encima de nuestras cabezas. El calor del vapor no tardó en envolverme y el sonido de la ducha me explicó lo que mi chico había estado haciendo.

—Báñate tranquila. Allá hay toallas de distintos tamaños, usa cuantas necesites. Te dejé una junto a la ducha, pero por si requieres más ya sabes— Explicó señalando las puertas de la lujosa mesada bajo el espejo.

Siempre has sido túWhere stories live. Discover now