Parte 34 - Propuesta indecente

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–Puedo seguir yo, no pasa nada –Christopher salió en defensa de su amigo, pero no surtió efecto.

–Prefiero que lo cuente él –pude ver cómo Lara entrecerraba los ojos, dando un paso hacia atrás, alejándose cada vez más de Zabdiel.

–Estuvimos hablando un poco de nuestras vidas –empezó a decir él arrastrando cada palabra, como si el solo hecho de pronunciarlas le doliera–. Me contó algo de su infancia.

–¿Dónde estabais? –Preguntó Lara sin darle tregua.

–En su habitación –Zabdiel soltó todo el aire que contenían sus pulmones por la nariz.

–¿Y bien? –Lara echó la cabeza hacia atrás como si le hubieran golpeado.

–Solo hablamos –al fin Zabdiel se atrevió a mirarla a los ojos. Creí distinguir un destello de dolor en su mirada–. Lo prometo, solo estuvimos hablando –cada palabra que pronunciaba estaba bañada por la culpa–. Pero si quería que lo contara todo tenía que hacer más –extendió las manos hacia mi hermana con intención de sujetarla por los hombros; pero al ver cómo ella se retiraba con brusquedad, los dejó caer a ambos lados de su cuerpo–. Me... me quité la remera –tragó saliva con fuerza–. La tumbé en la cama y seguí preguntándole –cerró los ojos con fuerza como si el solo hecho de mirar a Lara le doliera–. Al fin lo contó todo. En cuanto terminé salí corriendo de allí. Juro que no pasó nada más.

Me giré hacia Christopher con los ojos abiertos de par en par. Él me observaba con el resentimiento reflejado en los suyos. Negué lentamente con la cabeza, abriendo un poco la boca. No podía creer que hubieran sido capaces de llevar a cabo aquel plan tan alocado. Por un lado me sentía alagada, incluso orgullosa de que hubieran sido capaces de hacer todo aquello solo por mí; pero mi hermana había salido mal parada. Y, tal como me había predicho Renato, el plan no me gustaba nada. Si algo hubiera salido mal, las consecuencias podrían haber sido fatales. Un ruido sonoro captó mi atención. Me giré hacia mi hermana, en la cara reflejada la sorpresa. Abrí la boca de par en par al ver a Zabdiel con la cara girada hacia un lado, los ojos cerrados y el cuerpo tensionado. Lara se giró hacia mí con la cara descompuesta por la rabia y gruesas lágrimas recorriendo sus mejillas. Sin pronunciar palabra, salió corriendo de allí. La vi alejarse del aparcamiento, cerrando de un portazo la puerta por la que habíamos entrado. Se hizo un silencio ensordecedor a nuestro alrededor. Zabdiel abrió los ojos lentamente, clavando su mirada llena de culpabilidad en mí.

–Lo siento mucho –contestó a media voz mientras se erguía cuan alto era, intentando recuperar algo de la dignidad que acababa de perder–. Nunca fue mi intención dañar a Lara.

–¿Qué pasó de verdad? –Pregunté con cautela, intentando que mi voz no temblara.

–No pasó nada –respondió Zabdiel dirigiendo la mirada hacia mí–. No hubo nada –apretó la mandíbula con fuerza.

–¿Y por qué no le contaste nada? –Pregunté, frunciendo el ceño–. ¿Por qué no le dijiste cuál era tu idea?

–Porque en principio creí que con hablar sería suficiente –Zabdiel abrió los ojos de par en par. Su pecho se movía de arriba abajo al ritmo de su agitada respiración–. Todo pasó demasiado rápido. Mi mente trabaja a toda velocidad. No decía nada. Lo único que se me ocurrió fue hacerle creer que quería algo con ella. Y funcionó. No me siento orgulloso, pero lo contó. Y conseguí grabarlo. En cuanto me dijo que ella había sido la de las fotos nuestras, que ella había sido la que había manipulado a tu jefe para quedarse con tu proyecto, salí de allí –sus ojos brillaban por las lágrimas que amenazaban por salir–. Se estaba quitando la remera cuando me estaba yendo. No sé qué pasó después. Cogí mis cosas y desaparecí. Lo juro.

CNCO - Más que un sueño [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora