DIEZ

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                                                                                                    "Siempre hay peligro para aquellos que lo temen"

-George Bernard  Shaw 


Sara frotó su suéter una y otra vez  con su mano derecha, mientras la  izquierda sostenía fuertemente el cuchillo que su tío Ben le había obsequiado al superar su primer semestre de cocina en la Universidad.

Tenía miedo, y las gotas de sudor que resbalaban lentamente por sus pómulos y saltaban al vacío desde su barbilla no hacían más que recordárselo . Sus piernas, de tez blanca y delgadas, descansaban sobre el marco de la puerta de su habitación. Esa mañana, casi de manera anunciada, había recibido tres llamadas y la visita inesperada de Sophie. 

Sabía que era la siguiente, no podría ser de otra manera. Había intentado olvidar el pasado y, nuevamente, este tocaba a su puerta.  Quería desvanecer de su mente los recuerdos que, ahora más que nunca, le pesaban.  Le había mentido a Sophie; sabía de la existencia de aquel grupo, sabía quién era el siguiente, sabía quién moriría luego de su muerte y aún así se negó a hablar. 

Si había alguna forma de remediar el daño causado, ya era tarde.  Liberó su mano del suéter gris y estiró su brazo lo suficiente para  alcanzar los audífonos que con tanto esmero había forrado en lana azul y naranja. Gateó hasta el borde de su cama y tomó su celular.  Pensó en dejar una nota de despedida, desistió casi que al instante. Escribió unas líneas para su mejor amiga, pues sabía que si ella moría ese día, ella sería la siguiente. También desistió. Nunca había tenido que pensar en los demás, solo en ella misma, y así sería hasta su muerte. Si había alguna posibilidad de advertirle a alguien, no la aprovecharía. 

Decidió recostarse sobre el borde izquierdo de su cama, conectar los audífonos a su celular, acomodarlos en sus oídos y cerrar sus ojos. Habían alcanzado a reproducirse solo cuatro canciones, cuando una llamada la hizo volver en sí.

  —¿Hola?—contestó dubitativa.  

Al otro lado de la línea solo pudo escuchar un carraspeo y el cierre de una puerta.

  —¿Hola?—insistió Sara, agarrando con más fuerza el cuchillo.

Nadie contestó, solo podía oír, al otro lado de la línea, una serie de pasos. Colgó, se puso en pie  inmediatamente y aseguró la puerta de su habitación.  Tomó su celular y casi instintivamente le devolvió la llamada al número que, unos instantes atrás, le había marcado.  Quería ponerlo en altavoz, estaba a punto de hacerlo, pero se congeló de pies a cabeza. El miedo la dominó por completo. Había escuchado al otro lado de su puerta un sonido agudo, que solo se detuvo cuando ella colgó la llamada. 

  « Es solo una coincidencia », pensó y volvió a marcar en su teléfono el número desconocido. Nuevamente, el sonido agudo apareció al otro lado de la habitación.  « Esta aquí », se dijo mentalmente, sin poder moverse de su posición.

  — Sara...  — gruñó una voz femenina.

—Sara...esto puede ser más fácil, solo si abres la puerta— sentenció, de nuevo, la voz al otro lado.

— ¿Qué estás haciendo aquí— preguntó irritada Sara.

— Él me lo pidió. 

Sara estaba confundida, lo había esperado a él y , en su lugar, una de sus compañeras de la Universidad se posaba frente a la puerta de su habitación. Reconoció su voz casi que de inmediato, se trataba de Julia Bushn. La estudiante de psicología que se había acercado a ella en la clase de italiano y la persona que, aquella noche, se había sentado a su lado.

— ¿Qué te pidió?— indagó confundida— ¿hablar?, no creo que se trate de eso— cerró.

— El cree que así será más fácil— respondió Julia.

  — ¿Así cómo?

— Si lo hago yo.

  — ¿Hacer qué? 

— Sara, tu sabes de lo que estoy hablando.  

No podía pensar con claridad, un pitido invadió sus oídos. Su ritmo cardíaco aumentó de forma desproporcionada y sus piernas se desvanecieron casi que de inmediato. Comenzó a llorar, grandes gotas de agua brotaban de sus ojos y  le impedían ver lucidamente. 

  — No quiero morir— murmuró.

— Yo tampoco, Sara— respondió Julia—y por eso es que debo hacerlo.

 — No entiendo por qué tienes que ser tú, por qué así...

Su voz se cortó, ya no quería hablar. 

— Él me dijo que uno de nosotros podría ser perdonado.

— ¿A costa de qué?— respondió Sara, haciendo un esfuerzo enorme.

— Mi presencia aquí debería darte una idea— afirmó Julia, mientras sacaba de su maleta el arma de su padre.

 Con su brazo derecho y, llevando toda la fuerza de su cuerpo a ese costado, empujó la puerta de la habitación de Sara. El eco del golpe invadió toda la casa.

Se detuvo frente a Sara, la miró a los ojos y esperó una reacción. No la hubo. Sara no reaccionaba, Sara estaba perdida en sus pensamientos. Julia comenzó a apretar el gatillo levemente, mientras lo acercaba a la cabeza de Sara. Ambas temblaban, presas del terror. Julia estaba a punto de oprimir el gatillo, hasta que el celular de Sara detuvo su movimiento.

Empujo a Sara hasta su teléfono y la obligó a contestar.

— ¿Hola? 

Al otro lado solo pudo escuchar la respiración de un hombre. 

  — ¿Quién era?— preguntó Julia, nerviosa.

Sara estaba a punto de contestarle, hasta que lo vio entrar. El hombre, que había estado esperando, tomó a Julia del cabello y la arrastró por toda la habitación. Sara intentó escapar, pero no pudo hacerlo, estaba prácticamente pegada al suelo y sus pies no respondían a sus estímulos.  

El hombre se acercó a ella y con un brazo, le rapó el cuchillo de las manos. Julia solo gritaba, mientras el hombre le atravesaba la piel. Sus ojos se posaron en los de Sara y, casi sin aliento, murmuró:

  — Lo siento.

Sara se desvaneció sobre el tapete azul que adornaba el centro de su habitación, imploró una y otra vez que todo terminara, quería borrar de su memoria la escena que acababa de ver. El hombre se levantó, tiró a un lado el cuerpo de Julia y, lentamente, se acercó a la puerta. La cerró, dejándolos a ambos en su interior. 

— Tal vez hoy no sea tu día, once...o quizá sí— dijo, mientras se dibujaba una enorme sonrisa en su rostro. 






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⏰ Last updated: Nov 28, 2018 ⏰

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