Venganza 3 parte uno.

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MAYO.

-Mierda, no se donde están las llaves. - maldije.

-Estas segura que las trajiste?  - dijo amber.

-¡Si!

-Quizás se te quedaron en el salón de artes. - dijo Krystal.

-¡Si! El salón de artes. ¿Como no se me había ocurrido? Me esperan?

-Claro - dijeron al unísono.

Partí rumbo a buscar mis llaves y entre al pasillo de las salas de artes. Una hermosa melodía me hizó olvidar por completo que era lo que yo hacía ahí.

Me acerqué al lugar de donde provenía y abrí un poco la puerta para poder observar. Ví a un chico de espaldas con un gran piano blanco. No lo pude reconocer hasta que esté hablo.

-Demonios, esto no suena bien - ¿Era el destino?

¿En serio no sonaba bien? Este chico tocaba como los dioses. Sin querer hicé un pequeño sonido a lo que esté se dió cuenta.

-Oh - dijo torpemente votando todas las partituras. - Lo siento - se apuró a recogerlas. - ¿necesitas algo?

-Eeh - sonreí - si, osea perdí mis llaves.

-Oh ya veo. Si quieres puedo ayudarte a buscarlas.

-De verdad? - creo que ya tengo al siguiente de la lista.

Caminamos a la siguiente sala.

-Estas segura que las dejaste por aquí?

-no - sonreí - pero he buscado por todas partes y no están.

Este se agachó por las mesas y grito.

-Aquí están!  -sentí un golpe - aush.

-Estás bien?- pregunté

-Si - sonrió y saco la lengua.

Se paró y me las entregó.

-Gracias baek - lo abracé presionando mis pechos con el. - me haz salvado la vida. - Pude ver como el chico se ruborizaba.

-Eh eh de de nada - tartamudeo.

Me separé de el y esté quedó como una estatua.

-Así que sabes tocar el piano

-Ee si - sonrió.

-Yo siempre eh querido aprender a "tocarlo" pero es imposible.

-¡Claro que no! Solo es práctica y esfuerzo - el estaba entrando más en confianza.

-Tu crees?  - vamos preguntalo de una vez -

-Por supuesto! - maldito, preguntalo de una vez.

-Las clases son muy costosas?  -este chico no estaba notando mis indirectas.

-La verdad no lo se, pero yo te podría ayudar! - Al fin, ya te habías demorado.

-Hablas en serio?  -sonreí.

-Claro, en lo que pueda te ayudaré -eso sonaba bastante comprometedor.

-Y cuando podríamos empezar?

-Ahora mismo, claro si puedes.

En eso mi celular interrumpió.

-Amber, vayan primero. Adiós - colgué.

el miró y alzó las cejas como seña de pregunta.

-Claro que puedo!  ¡vamos!

Volvimos a la sala con el piano y esté se sentó y me hizó una seña para que me sentara a su lado.

Doce meses de venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora