12-. Aire Nocturno

400 58 6
                                    

Presente:

A medida que me desahogaba y dejaba salir todo eso que me había atormentado por años, empezaba a sentirme más a gusto hablando con la cámara.

—Mientras Eve vivía, me ayudó a desarrollar lo básico para controlar mis poderes mentales, aunque nunca se sintió lo suficientemente bien como para enseñarme a hacer cosas más allá de la telepatía —explico—. Pero gracias a que tenía mucho tiempo libre, logré pulir mis habilidades hasta el punto de lograr cosas increíbles.

Dirijo la mirada hacia una esquina de la estancia y utilizo mi mente para levantar la sudadera que había arrojado hacía unos minutos. Acto seguido, la atraigo hacia mí y vuelvo a ponérmela.

—Por si te lo preguntas, también puedo levantar cosas más pesadas.

Hago que la cámara se eleve unos cuantos centímetros, para luego volver a depositarla cuidadosamente sobre el piso.

—Y he aprendido a dominar el fuego.

Alcé la mano izquierda, y en seguida, esta se vio rodeada por unas enormes llamaradas rojas.

—Intenté sacarle más información al respecto a Eve, pero nunca tenía ganas de hablar con nadie, y además, sus habilidades eran muy distintas a las mías.

En fin, ahora quiero hablar de algo muchísimo más personal. Me he guardado esto por mucho tiempo, y aprovechando que es mi primer y último vídeo, voy a desahogarme.

Nos conocimos en el orfanato cuando teníamos quince años de edad, e inmediatamente hicimos conexión. Teníamos tanto en común que podíamos pasar horas y horas hablando sobre distintos temas sin cansarnos, y en muchas oportunidades nos escapábamos de noche para ir a caminar por la ciudad.

Le conté secretos de mí que nadie sabía, como que nunca pude conocer a mis padres o que varias veces pensé en acabar con todo. Por su parte, ella me habló de su vida antes del orfanato, me explicó cómo era la escuela allá afuera, e incluso un día me confesó que la razón por la que estaba allí era porque el estado le había quitado la custodia a sus padres por abuso de sustancias. Y aunque su expresión se mantuvo neutra durante el relato, pude notar que en el fondo le hacían falta.

Sin embargo, tal y como solía pasar con las personas con las que me encariñaba, año y medio después llegó una pareja de estadounidenses jóvenes. Se encariñaron con ella instantáneamente, la adoptaron y se la llevaron a vivir en Nueva York.

A pesar de todo, ahora las cosas eran distintas. No me permitiría volver a perder a un ser querido, por lo que iba a alcanzarla a como diera lugar...


4 años antes:

Salí de la cama a hurtadillas, metí la poca ropa que tenía en un bolso negro y me vestí con un pantalón de mezclilla, un par de zapatos de color café y una sudadera. Acto seguido, abrí la puerta de la habitación con cuidado de no hacer el más mínimo ruido, y me dirigí al pasillo.

Avancé por la oscuridad dando largas zancadas hasta que al fin di con la oficina de Charlotte. Entré con rapidez, cerré la puerta detrás de mí, y encendí la luz para empezar mi búsqueda en aquel enorme archivo. A pesar de ser casi obvio, muchos ignoran que cuando un niño es adoptado queda un registro con los datos de su nueva familia, como los nombres de los adoptantes, números de contacto, y lo que más me interesaba: su dirección de domicilio.

Revisé unas cuantas carpetas con fechas recientes sin encontrar nada importante, hasta que al fin di con la indicada.

—Justo lo que necesitaba —sonreí al encontrar la información que necesitaba.

Saqué mi cuaderno del bolso y la anoté con exactitud, para luego acomodar y dejar todo exactamente como estaba.

«Supongo que ya es hora de partir», pensé, caminando hacia afuera de la oficina.

Para mi sorpresa, al cruzar la puerta casi me tropiezo con Charlotte que, al verme, cruzó los brazos. Sin decir ni una palabra, hizo un ademán para indicarme que volviera al despacho, entró detrás de mí y cerró con pestillo.

—¿Qué haces despierto tan tarde? —inquirió, frotándose los párpados con el dorso de la mano.

—Solo paseaba por el pasillo, no tengo sueño.

—¿Con una mochila y abrigado como para salir a la calle?

No supe qué responder a eso, por lo que permanecí en silencio unos instantes, y tras debatir rápidamente conmigo mismo, opté por decirle la verdad.

—Voy a buscar a April —admití—. No puedo dejarla ir así como así.

—Está en Nueva York, ¿cómo piensas llegar hasta allá sin un boleto de avión?

—Andando, trotando o de cualquier otra manera. Solo sé que voy a llegar.

—¿Y qué hay de ti? ¿Vas a dejarlo todo atrás por ella?

—A veces decir adiós es una segunda oportunidad.

La mujer esbozó una gran sonrisa, caminó en mi dirección, y me dio un gran abrazo.

—Sé que esto es una locura. Aun así estoy orgullosa de ti —dijo, abrazándome—. Solo espero que estés completamente seguro de lo que haces.

—Para ser sincero, tengo miedo, pero ya no hay vuelta atrás.

—Por favor, ten cuidado, es un camino muy largo y peligroso —el rostro de Charlotte estaba cargado de preocupación, aunque sabía que nada de lo que dijera o hiciera me detendría.

—Lo tendré, necesito llegar sano y salvo para poder estar con ella —sonreí.

—Y toma, es todo lo que tengo. Trata de racionarlo —agregó, entregándome unos cuantos billetes arrugados.

—Charlotte, no tenías que hacerlo...

—Ni siquiera lo menciones, se supone que los amigos están para ayudarse —me interrumpió.

—Gracias, muchas gracias —fue lo único que alcancé a decir.

Salimos de la oficina con rumbo al pasillo, y caminamos hasta la puerta principal en completo silencio. Una vez allí, la mujer giró el pomo y el frío aire nocturno invadió el lugar.

—Supongo que esto es un adiós —su voz se entrecortó.

—No, es un hasta luego —volví a abrazarla, esta vez con más fuerza—. Gracias por todo.

Cuando nos separamos, noté que algunas lágrimas corrían por las mejillas de Charlotte. Y para ser sinceros, también por las mías. Traté de disimular limpiándolas con la manga de mi sudadera gris, y entonces recordé que esta había sido un regalo de ella, hacía unos años; cuando aquellos tres sujetos me secuestraron.

Crucé la salida, haciendo un gran esfuerzo para no darme la vuelta y pude escuchar cómo la puerta se cerraba a mis espaldas. Acto seguido, comencé a andar por la calzada dejando atrás todo lo que alguna vez había conocido. Dejando atrás mi mundo.

Canción: You are not Alone

Banda: Linkin Park

JoeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora