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La ciudad era ruidosa, los autos tocaban bocina todo el tiempo, aceleraban y frenaban, la gente caminaba de un lado a otro sin importarles chocarte por llegar a su destino, los artistas callejeros ponían sus parlantes a todo lo que daba el volumen, los chicos salían del colegio gritando y riendo, los colectivos subían y bajaban pasajeros, los trenes se iban desbordados y los subtes iban y volvían llenos, todo era un gran lío, desconfié de poder acostumbrarme porque la cabeza me dolía de prestar atención a todo y ser cuidadosa por mi primera vez en la capital, me costaba interpretar las calles y de tanta concentración de ver el mini mapa, terminé alejándome del barullo hacia una calle vacía, los grandes edificios la hacían más sombría y que no pasara nadie me asustó un poco.

 Me quedé quieta en la esquina mirando hacia todos lados esperando que alguna persona tuviera que pasar por las calles a mí alrededor, el ruido se escuchaba desde lejos y cuando me alivié de sentirlos cerca, me asusté al mismo tiempo que un chico se acercaba corriendo desesperado.

— ¡Necesito que me ayudes! —dijo agitado y se acercó a mí agarrándome de los brazos, logrando que me paralizara sin poder decir nada. —Te juro que no te hago nada, vení.

Mi mente se puso en blanco y el aire dejó de entrar a mis pulmones, comencé a desesperarme cuando me arrastró por la vereda hacia la entrada del estacionamiento de un edificio y se puso por delante de mí. Los nervios me jugaban en contra y me paralizaban sin poder hacer nada, no sabía que me estaba haciendo pero él miraba preocupado hacia los costados, asegurándose que los gritos comenzaban a cesar.

—Es un minuto. —dijo reteniéndome más a la entrada del estacionamiento, ocultándonos detrás de las paredes que sobresalían a los costados. Lo miré asustada y su vestimenta toda de negro no me inspiró confianza, tenía anteojos y miraba a la calle mientras se ponía la capucha de la campera a pesar de ser verano, de repente frunció el ceño y giró su vista hacia mí. — ¿estás bien?

Temblando negué con la cabeza, él se sacó los anteojos y el azul de sus ojos fue todo lo que vi, pero de repente se escucharon gritos y abrió los ojos de par en par.

—Permiso, perdón. —dijo y cuando los gritos fueron más fuertes, me empujó contra la pared y chocó bruscamente su boca con la mía. No cerré los ojos y tampoco le respondí aunque solamente estaba haciendo leve presión con sus labios, hasta que abrió apenas la boca y me besó.

Me aturdí escuchando los gritos pasar y me quise tapar los oídos pero él lo hizo por mí subiendo sus manos y tapándome las orejas, exigió más el beso y por miedo sentí que debía responderle un segundo antes de volver a escuchar tantos gritos desesperados. Nunca me había asustado tanto y mi corazón iba tan desenfrenado que tuve miedo de morir de un paro cardíaco, cuando las personas se alejaron y siguieron llamando a un nombre que no contestaba, reaccioné. 

Me estaba besando un extraño. 

Lo empujé lejos de mí haciendo que saliera del escondite que le proporcionaban las paredes del estacionamiento, respiré agitada y miré para el costado viendo pasar a las ultimas chicas corriendo, cuando me di cuenta estaba escondido detrás de mí y salté apartándolo rápido.

—Necesito ir más al gimnasio. —suspiró y yo lo miré espantada, se volvió a poner los anteojos y me miró. — ¿estás bien?

— ¿Quién sos?—pregunté y me agarré fuerte del picaporte de la entrada, él levantó una ceja.

— ¿Cómo quién soy?

— ¿Por qué me besaste?

— ¿Vos viste esa locura, querías que muriera?—preguntó sarcástico y salió un poco para ver a la calle. —Qué locura Dios mío. —se rió y volvió a mirarme. — ¿estás segura que respiras?

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