—Como sea, ¿quién en su sano juicio se atrevería a enviarme una jodida carta de amor? Debe no conocerme bien.

Desvié la mirada hasta Dooly para saber su opinión, pero no recibí respuesta alguna. Se mantenía con los ojos más abiertos de la cuenta y los labios apretados, con la vista clavada en el césped. Su manzana de Adán se movió al tragar saliva en seco y se rascó nerviosamente la nuca, deslizando los ojos por todo el campus. Evitando mirarnos a nosotros.

  —Desde luego que no te conoce. Déjame ver —Mihua atrapó mi mochila de clase y rebuscó en ella hasta encontrar la dichosa nota azulada, dibujando una expresión de horror al percibir el olor a perfume. Me examinó durante unos segundos con fingido aturdimiento, luchando por no echarse a reír—. Enserio, está perfumada y todo. 

  —Lo sé, joder. ¡Lo sé!  

Me llevé las manos al rostro, víctima de la vergüenza ajena. Y para colmo, el trillizo de cabellos blancos comenzó a leer lo escrito en voz alta, comenzando a mofarse y a reírse mientras esquivaba todos mis intentos por arrebatarle el papel. En cuanto se puso de espaldas para evitarme, me lancé sobre su espalda y estiré el brazo por encima de sus hombros, tratando de alcanzarlo.

¿Porqué me tenía que pasar esto a mí?

 —"Adoro tus labios." —terminó de leer justo cuando logré quitársela y una gran carcajada sonó en todo el campus, bajándome de su espalda para poder girarse y burlarse en mi cara—. Definitivamente, ese chico tiene el gusto en la mierda.

Caí al suelo de culo en cuanto me soltó y Dooly se olvidó completamente de la manzana, tirándola y acercándose a mí para socorrerme.

  —Mihua, n-no le hables así... —alarmado, sus manos cubrieron tímidamente las mías y tiró de mí, ayudándome a ponerme en pie. Me sacudí el trasero con un gruñido y negué con la cabeza.

  —Tranquilo, Dooly. Ya me vengaré.

Retumbando por todo el espacio, el timbre indicó el fin del descanso. Me incliné para agarrar la mochila y guardé la dichosa carta en el bolsillo de mi pantalón, fulminando con la mirada al hombre cubierto de tatuajes.
Él, como de costumbre, mantenía su expresión risueña; adoraba verme rabiar.

  —Hasta luego, fea.

{-}

  —Profesora, me duele el puto culo de estar sentado.

El quejido de Suga hizo reír a toda la clase.
Llevábamos tres horas seguidas dando Bioquímica debido a que la maestra faltaría los próximos días por motivos personales, por lo que no se le ocurrió mejor idea que adelantar las clases para hoy. Mientras que todos los alumnos del resto de clases habían salido a la hora normal, nosotros tuvimos que quedarnos más tiempo; lo peor era que a estas horas, ya había pasado el tiempo de la comida y la cafetería de la Universidad ya estaba cerrada. 

Así que, básicamente, tendríamos que buscarnos la vida para comer. 

  —¡Me voy a morir de hambre! —gruñí esta vez yo. 

La catedrática se giró con una notable expresión de fastidio y dejó caer el libro sobre la mesa, quitándose los anteojos con un suspiro. Ni una vez en lo que llevábamos de curso había logrado ver una sonrisa por su parte; aquella mujer era la típica adulta en sus cincuenta años,  que parecía disfrutar fastidiando a sus alumnos y que vivía con la amargura plasmada en su rostro. 

Todos, sin excepción, la odiábamos. Era de ese tipo maestras sin vocación que siempre intentabas evitar pero que por desgracia, no podías.

  —Podéis salir. 

Trillizos Park. - bts.Onde histórias criam vida. Descubra agora