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HyungSik era un chico promedio, quizá con algo de mala suerte

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HyungSik era un chico promedio, quizá con algo de mala suerte.

Su adolescencia no había sido de lo más divertida para alguien como él. La vida en el campo siempre había sido difícil, y más para una familia que únicamente vivía del cultivo. Con apenas doce años ya estaba arando el campo y sembrando patatas, cultivando de la manera más ardua posible a la par de compaginar las labores con el colegio que, de no ser por su insistencia, no habría podido asistir. Su hermana no tuvo su suerte, sin embargo. Ella era más fina, más fugaz, sus rasgos siempre habían sido envidiables. Pelo negro como el carbón, liso, casi siempre largo hasta la cintura, ojos rasgados y oscuros, que dejaban sin aliento a cualquiera que los mirase. Sonrisa perfecta, que la hacía aún más preciosa cuando mostraba sus dientes y su risa resonaba por doquier. Nariz pequeña, pero bonita y, en conjunto, una diosa por madurar. Sus padres siempre habían querido una niña, y cuando la tuvieron, pasaron todo el cariño hacia HyungSik a un lado, como si lo único en el mundo que importase fuese la criatura que encandilaba a todo el que la apreciase. La dieron la oportunidad de estudiar sin quejas, y ella les sorprendía con matrículas y notas de vértigo, que si no rozaban la perfección, poco les faltaba. El chico, aunque también calificase extraordinariamente, nunca recibía regalos ni adulaciones.

Pero eso no le impedía amar a su hermana pequeña.

Pese a ser siete años menor, ella comprendió deprisa la injusticia con la que su igual era tratado. Siempre le apoyaba, le quería y le consolaba cuando le veía llorando en la esquina del pajar, junto a las gallinas que no hacían más que espantarse cuando se movía para limpiarse las lágrimas. Acurrucado, acogía a JiYeon siempre que le extendía sus brazos para reconfortarle contra su pecho.

Sin embargo, HyungSik no lo miraba todo con malos ojos.

Aunque se destrozase las manos talando, recogiendo madera construyendo cosas, él aprendía. Aprendía porque era un niño curioso, y porque no era poco inteligente, precisamente. Siempre estaba leyendo, incluso cuando iba a pescar, -razón por la que más de una vez había llegado a casa con las manos vacías- aprovechando cada minuto para nutrirse de información que siempre almacenaba en su cabeza. Un día, se interesó por los animales, y desde ese momento la idea de ser veterinario se le incrustó como si se la hubiesen clavado con un martillo.

Luchó, trabajó, hizo maravillas para obtener la nota, incluso le dieron becas en la universidad de lo maravillosamente increíble que se volvió. Y, tras graduarse, tomó la decisión de apartarse de su familia hasta que no pudiesen dar con él, incluyendo a su hermana.

Pasaron los años, y de alguna manera consiguió trabajo de lo que más quería. Pudo vivir bastante bien, ni comparar con sus años previos, y poco a poco fue ahorrando para cumplir el siguiente sueño que se propuso tras asquearse del barullo y pequeñez de la cuidad.

Llegó el día, y por fin pudo prepararlo todo. Vendió su piso, calculó en cuánto tiempo podría dejar el trabajo, y se aventuró en el bosque más cercano que allí se encontraba. No fue fácil ponerse de acuerdo con los jueces para cumplir con lo que quería, pero finalmente logró llegar a un acuerdo y obtener los permisos necesarios para construir su hogar, hogar que le duraría hasta el último de sus días.

Pasó el tiempo, y por fin estuvo terminada.

Al principio el cambio fue drástico pues no podía depender de electricidad. Baterías manuales para lo mínimo, pero la calefacción la tenía mediante una estufa, y el baño le calentaba del mismo modo. Tenía un vehículo, más concretamente una camioneta con remolque incorporado que le servía para llevar los troncos que cortaba, y que usaba para ir de vez en cuando a comprar comida que no podía obtener cazando o recolectando de sus pequeños árboles frutales.

Se pudo decir que HyungSik era feliz.

Incluso montó su negocio autónomo para poder ganar algo de dinero y no arriesgarse a quedarse sin ahorros, que consistía en la venta de leña. Al vivir en el norte, el clima era más frío y eso le permitía sacar más provecho a sus esfuerzos.

Era tan feliz, que incluso decidió visitar a su familia.

La primera parada la hizo en casa de sus padres, pues sabía que de allí no se moverían nunca. Para su sorpresa le recibieron con los brazos abiertos, y estuvieron charlando una mañana entera. Él les contó qué había hecho esos años, pero en cuanto pudo, preguntó sobre su hermana.

JiYeon se había casado y había tenido un hijo hacía no mucho tiempo. En cuanto pudo corrió carretera arriba para encontrarla, pues al fin y al cabo ella era la persona más importante de su vida.

Las lágrimas no sobraron en el encuentro.

Conoció a su marido, Kim NamJoon, y a su sobrino SeokJin. Aunque le apenase que no llevasen el mismo apellido él y su hermana, seguían igual de unidos que cuando eran pequeños. El resto del día lo pasó en su casa, tanto conversando con los mayores como jugando con el pequeño, que solo sabía decir "mamá" y "sopa". Se propuso verles en cuanto tuviese un día libre.

Y los años siguieron pasando, todos iguales, todos normales.

Hasta que un día se salió de lo común.

En medio de la exploración del bosque que se sabía de memoria, se topó con un animal que no creería ver nunca en ese estado.

Era un lobo gris, con el morro blanco y las orejas algo más oscuras. Tenía manchas negras por todo el pelaje, que en se le volvía claro a medida que se acercaba al estómago, al igual que sus patas, que portaban el color de la misma nieve en ellas. Todo aquel precioso color, sin embargo, estaba manchado por sangre. Tenía marcas por todos lados, arañazos, partes de piel arrancadas y apenas podía sollozar, o hacer algún movimiento. Sin dudar y a sabiendas de que podía arrancarle la mano de un bocado, HyungSik decidió cargar al animal hasta su casa cuidando de hacerle el menor daño posible. Dio gracias a que estuviese casi inconsciente, pues de lo contrario se habría resistido de mil maneras y le hubiese sido imposible llevarle hasta allí.

Le metió en su casa, ignorando las manchas carmín que había dejado en el suelo o el barro que traía en las pezuñas, y le llevó a una habitación en la que no había nada que pudiese destrozar.

Corrió a por el botiquín que se había traído -no era la primera vez que curaba a algún mamífero dañado- y comenzó a tratar sus heridas.

Lo que HyungSik no sabía era que aquello significaría mucho más que un simple favor para ayudar a una criatura del bosque.



















EY

HE VUELTO

CON

MI

YOONJIN

CÓMO LO ECHABA DE MENOS

He mandado la vida a la mierda y me he propuesto empezar con esta historia, a la par que llevo Orange Waves.

Actualizaré una vez por semana cada una, lo prometo.

DE VERDAD, COÑE.

Nunca había tocado un tema como el que veréis en este fic.

Pero bueno.

La verdad, no sé qué OTPs meter como secundarias, si es que meto.

¿Alguna sugerencia?

Nos vemos en el siguiente capítulo.~

Nightfall - Yoonjin [PAUSADA]Where stories live. Discover now