Enredos de oficina - Capítulo 15

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Hay una maquina expendedora de leche en el pasillo. Toda esta caminada nocturna fue un ejercicio bastante decente después de todo, y ahora mis músculos están relajados por el agua caliente. Vacío la botella de un solo tirón con la mano en la cadera y suspiro contento, debo verme como el perfecto estereotipo del hombre en las termas en este momento.

Me restriego el cabello aun húmedo pensando si debería cortarlo pronto, para el verano se volverá un poco molesto. Camino a mi habitación no puedo evitar pensar que a pesar de estar así de bien y relajado en este momento, Wolf y yo tuvimos muchas peleas el día de hoy. Más de las que pudiéramos acumular en esa época en la que nos odiábamos mutuamente. Bueno, eso probablemente se deba a que nos ignorábamos todo el tiempo.

Pero ahora estamos bien. Al entrar en la habitación lo confirmo cuando Wolfram voltea de buen humor y sonríe al verme, pero vuelve la atención a algo que hace sobre la mesa encorvado en una mala postura moviendo meticulosamente los dedos.

Tiene la bata desparramada en el piso y las largas piernas color crema expuestas por completo, su bello rubio casi transparente me llama la atención como siempre. Es el mismo que se esconde tras la tela sobre su estómago y el poco que tiene en el pecho, que prácticamente también se expone por completo. En palabras simples, está mas desnudo que vestido y me alegro de ser yo el único que podría haber entrado a este lugar.

En vez de reprochar, me intereso mas por lo que está haciendo. —¿Qué es eso?

—Origami —me dice con dificultad muy concentrado en mirar algo pequeño de cerca—. Dejaron unas instrucciones...

Me llevo la mano a la boca y trato de esconder mi risa, pero termino sonando aun más petulante de lo que pensé que podría.

—¿Qué?

—Esa seguro es otra trampa para turistas —le digo divertido, al parecer siempre logran atraparlo.

—Hump. Pues a mi me gusta —me responde en Modo Capricho.

Cuando me acerco a tirarme en el piso de tatami junto a él, deposita en la mesa la grulla más miniatura que he visto a alguien hacer a mano en frente mio. El papel no es vistoso, y los restos de las instrucciones están tirados cerca, cortados con los dedos milimétricamente.

—Guau, de verdad te ha quedado muy bonito.

—Por supuesto —se jacta el artista.

Pensando en eso, aun no he visto mucho de lo que puede llegar a hacer este tipo, pero parece que es verdad que tiene alguna clase de nosequé artístico que yo no tengo.

El dorso de la mano de Wolfram interrumpe mis pensamientos cuando aparta mi cabello mojado e innecesariamente extiende el contacto por mi cuello.

Me mira de una manera que no deja nada a la imaginación con sus penetrantes ojos verdes. —¿Qué hacemos ahora? —pregunta seductor, con una expresión que me gustaría verle siempre.

Mis ojos se desvían desde la comisura de sus finos labios que marcan una picara sonrisa hacia el futon doble improvisado que hemos armando arrimando los dos individuales.

—Las paredes son prácticamente inexistentes —comento preocupado sobre sus planes, la habitación contigua es casi la otra parte de la que nos ha tocado.

—Mmm... —Y a él le importa un bledo.

Con su pseudo ronroneo de tipo sexy, este hombre joven tan deseable como para ganar un par de encuestas en alguna revista para señoritas, se abalanza sobre mi cuerpo. A gatas, puedo ver todo su torso desnudo, justo hasta donde el cinturón apenas sostiene la tela para esconder el resto. Su pierna desnuda se coloca premeditadamente en el hueco de mis piernas cruzadas, justo en el ángulo perfecto para no rozar mis zonas más importantes.

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