Enredos de oficina - Capítulo 10

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Aunque estoy despierto hace mucho, no puedo evitar bostezar mientras disfruto de la losa fría bajo mis pies parado cerca de la cocina. Me detengo por curiosidad junto a la puerta del baño y espío a la figura parada dentro. Wolfram está frente al lavamanos observándose fijamente al espejo, hay un bolso de mano desplegado sobre él que me recuerda al que usaba para ir a natación cuando era chico, pero en vez de antiparras y una gorra de goma, hay lo que asumo es un frasco de espuma de afeitar, la caja de la afeitadora que está usando y alguna que otra cosa mas que no llego a ver.

Como si fuera un gran espectáculo, he terminado apoyado contra el borde de la puerta por pereza, está fría y se siente bien. Con la frente apoyada contra la pared, solo tengo un ojo a la vista para seguir observándolo fijamente. Él voltea luego de un largo rato y se ríe antes de volver a mirar al espejo de nuevo, supongo que me debo de ver gracioso así.

Luego de una pausa y volver a verme de reojo me pregunta: —¿Qué estas haciendo?

—Te miro.

La sonrisa de propaganda de pasta de dientes no parecer querer irse de su boca, Wolf tuerce el cuello al levantar la barbilla para llegar a afeitarse el cuello. Ayer no se tomó el tiempo de hacer esto al ducharse, y recuerdo haber sentido que estaba rasposo, pero no me fijé si se llegaba a ver el vello en su rostro. Como estoy acostumbrado a verlo siempre perfectamente afeitado en la oficina, es raro pensar que tiene barba o que podría tenerla si se la dejara. Para mi, que siempre estuve acostumbrado a la compañía femenina en mi vida de entre casa, esta escena resulta de lo más extraña. Mi ultimo recuerdo de alguien afeitándose es el de mi viejo.

—¿Pero que haces ahí apoyado como si te escondieras? Parece como si estuvieras tratando de sostener la pared.

—Yo diría que es mas como que me sostiene a mi.

Su versión de entre casa aun me asombra. Se ve bien con su remera holgada deportiva y shorts, pero está descalzo y no tiene ese aura de perfección algo rígida que me dan sus atuendos formales. Incluso cuando salimos él usa ropa semi formal, o elegante sport como mínimo, esto es algo que puedo considerar raro de ver. La parte delantera de su camiseta está metida descuidadamente en el elástico de los pantalones para no mojarla y se a puesto bolsuda, sin embargo, no necesito que esté usando algo ajustado para reconocer la forma de su cuerpo. Recuerdo bien como es su torso desnudo y como deben de verse sus músculos bajo la ropa. Incluso si no tiene su aura de pintura clásica de siempre, sigue siendo despampanante.

—¿Tienes sueño?

—No, pero esta frio y se siente bien. Tengo calor, y flojera.

Wolfram ha terminado, abre la canilla y se enjuaga la cara, no puedo notar nada diferente a como se ve siempre.

—Que débil.

—Es domingo, y...

No se que mas retrucar porque algo me llama la atención, un olor familiar llega hacia mi cuando abre una botella y se pasa el liquido por el cuello. Ese es. Ese es el olor que siempre recuerdo.

Salgo de mi pseudo escondite y en pocos pasos estoy detrás de él, apenas estiro el cuello quedo lo suficientemente cerca para olerlo mejor.

—¿...Y? —pregunta para incitarme a continuar con lo que decía, pero ya no me acuerdo que era. Al encontrarme de repente tan cerca de él, mira fijo a través del espejo y nuestros ojos se encuentran—. ¿Qué pasa, tengo algo?

—Hueles bien. Es ese olor que siempre siento en ti. —Mantenía unos centímetros de distancia con su cuerpo, pero no puedo evitar rodear su torso con mis brazos y apoyar mi nariz contra su nuca. Su camiseta se siente increíblemente suave y mi desgano hace que recline todo mi peso contra su espalda hundiéndome contra él—. Me gusta.

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