Capítulo II

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Aquella noche en la que Rafael salió, estaba solo. Él sabía que no tenía amigos cercanos que lo acompañaran así que se decidió por visitar algún sitio entretenido aunque no muy concurrido.

—Mmm... Es temprano aún —pensó él mirando su reloj y buscando algún lugar interesante.

Él tomó un bus que lo llevara hasta el centro de la ciudad aprovechando que era viernes y que seguramente habría muchos sitios. Efectivamente, habían muchos y hasta allá fue Rafael, entrando primero a un restaurante.

—Buenas noches, señor —le dijo una camarera al tigre.

—Buenas tardes, señorita —respondió él tomando asiento para ver el menú.

—¿Puedo tomar su orden si me lo permite? —preguntó ella amablemente.

—Por supuesto. Quisiera comer unos ricos raviolis con una cerezada, por favor —respondió nuevamente sonriente.

—¡Con mucho gusto, ya mismo me llevo su pedido! —exclamó sonriente la camarera quién anotando todo, fue a llevar las órdenes.

Entretanto, el tigre comía un poco de pan del cesto que estaba puesto sobre la mesa y bebía también una copa de vino, pensando en sí mismo.

—Al parecer necesitaba salir un poco y despejarme —pensaba el felino suspirando y esperando lo pedido.

Mientras Rafael esperaba todavía, un puma de estatura media y robusto de ojos marrones pasó por la puerta de aquel restaurante. En ese instante, Rafael fijó su mirada en él e igual aquel puma la fijó en el tigre, existiendo una leve atracción entre ellos.

—¡Hola! —exclamó el puma acercándose hacia Rafael— ¿Puedo sentarme acá? —preguntó mirando al contrario mientras esperaba su respuesta.

—Hola y claro que sí —respondió Rafael cordialmente e invitando a aquel hombre a sentarse junto a él.

—Muchas gracias, espero no incomodar —dijo el puma acomodándose.

—No, no. No incomodas para nada, todo lo contrario —dijo el tigre de manera amena y confiable— Es bueno tener algo de compañía.

—¿Y cómo es que alguien de lindo cómo tú estás solo aquí? —preguntó el puma.

Rafael se sonrojó mucho por lo que ese puma había dicho y lo miró apenado.

—¿D-De verdad te parezco lindo? —preguntó muy tímido.

—Perdón, espero no haberte incomodado —dijo el puma.

—No, n-no... Es que, es lo más bonito que alguien me ha dicho en mucho tiempo —dijo el tigre.

—¿En serio? Oh, vaya —preguntó sorprendido el puma.

—De verdad... —dijo suspirando el tigre algo triste y melancólico, bajando su cabeza.

—Perdóname, de verdad que no era mi intención hacerte sentir mal o avergonzado con mi comentario... Discúlpame, por favor —dijo el puma al ver la expresión del tigre.

—Descuida... No es tu culpa que mi vida no sea la mejor —dijo el tigre suspirando y notando como ya traían su platillo-

—Sus raviolis con un poco de queso y su cerezada, señor —dijo la camarera colocando cada cosa en la mesa.

—Por favor tome mi orden, señorita —dijo el puma tras haber visto el menú.

—Oh, sí señor. Con gusto lo atiendo —dijo ella estando atenta mientras aguardaba por la orden— ¿Qué desea ordenar usted?

—Una pechuga de pollo con salsa de moras, papas fritas y una limonada, por favor.

—Con gusto ya le traigo todo lo que pidió —dijo la camarera yendo hacia el fondo del restaurante para llevar aquel pedido.

El puma quiso entrar en conversación mientras el tigre estaba comiendo, observando que el tigre estaba pensativo y aún no había probado su comida.

—Oh... ¡Qué olvidadizo soy! —dijo el puma llevando las manos a su cabeza— Aún no me presento. Mi nombre es Martín.

—El mío es Rafael —dijo el tigre suspirando y comiendo un poco sus raviolis.

—Tienes un nombre muy bonito. Es muy angelical, jeje —dijo sonriente el puma.

—Muchas gracias —dijo Rafael sintiéndose ya un poco incómodo por tantas cosas que pasaban por su cabeza y dejando su comida a medio comer para luego poner sus pensamientos en su lugar.

—El mío es Martín, soy empresario y estoy de vacaciones por la ciudad —dijo el puma mirando al tigre.

—Es un gusto conocerte, Martín —dijo Rafael dejando los cubiertos en la mesa mientras se sentía inquieto y trataba de prestar atención a todo.

—¿Pasa algo, Rafael? —preguntó Martín al notar su inesperado cambio de actitud.

—Bueno... es sólo que he estado un poco afligido —dijo Rafael sintiéndose algo melancólico.

—Se que apenas nos acabamos de conocer pero quizás pueda ayudarte si me cuentas lo que te sucede —sugirió Martín tras escuchar lo que Rafael había dicho.

Rafael terminó a medio comer lo que había pedido y sintió que no le quedaba de otra.

—¿Qué más da? La verdad es que ya no me siento nada feliz con mi pareja. Todo le molesta, todo le fastidia, se enfurece por nada, ya no sé qué hacer... —suspiraba Rafaél cuando decía cada palabra y llevaba sus manos a sus mejillas muy preocupado.

—No puedo creer lo que oigo, tu pareja no te valora. Deberías intentar dejarlo si él o ella no lo hace —dijo el puma tras todo lo escuchado.

—¿Dejarlo? ¡No, aún lo amo! —exclamó el tigre asombrado por la sugerencia— No pienso que mi vida cambie mucho si lo dejo... 

—Deberías dejarlo, intentar al menos ser feliz. Es lo mejor que te podría pasar —insistía Martín tocando un poco el hombro de Rafael— Mejor, comamos. Te ayudaré a que pases ese trago amargo y alcances la felicidad de la que te hablo.

Y luego de aquellas palabras que Martín había pronunciado, fueron como un bálsamo para Rafael que lo animaron a comer todo lo que había pedido. Al terminar, ambos fueron al exterior para recorrer algunos lugares interesantes aquella noche y divertirse un poco durante la visita de cada uno.

La infidelidad [Furry/Yaoi]Where stories live. Discover now