—Admito que tienes un buen gancho derecho—pronunció el muchacho posando una sonrisa sobre el rostro de la ahora peliblanca—, pero ya sanó —aseguró tocando la zona donde el puño había impactado.

  —Yo juro que...

  —Ya lo sabemos Eva—Derek la interrumpió posando una mano sobre la rodilla de la chica—. Esa no fuiste tú, fue el lobo blanco dentro de ti, y puede ser tan especial como quieras que sea, pero, como cualquiera de nosotros, tienes que aprender a controlarlo.

  —¿T-tú ya pasaste tu primera transformación?—pregunto curiosa a lo que el pelinegro niega.

  —Eso sucede a los dieciséis—responde—, aún me faltan unos cuantos meses para ello—agrega haciéndome sentir como toda una pedofila.

Me gusta la versión de quince años de Derek Hale. 

Genial.

  —¿Por quien fue tu madre?—pregunto entonces de la misma manera que antes.

El tacto de Derek logra tranquilizarme, pero de cualquier forma continuo nerviosa, sintiéndome culpable y preocupada, angustiada por el hecho de que Laura aún no ha despertado.

  —Es una amiga de la familia—responde entonces el Hale de ojos cafés—, alfa de una manada budista.

Mi ceño se frunce frente a aquella información.

  —¿Manada budista?—pregunto a lo que Derek asiente en respuesta.

Entonces, cuando logro comprender de quien se trata, la puerta de entrada se abre y por ella pasan Talia junto con una mujer que aparenta cincuenta años, con una corta cabellera pelinegra, unos labios pintados de rojo que resaltan en su tez pálida y sin imperfección alguna, al menos ninguna que pueda detectar a simple vista. La mujer cuya estatura llega apenas a los hombros de la alfa Hale se acerca a mí sonriente.

  —Satomi —saludo sonriente antes de que la alfa tenga tiempo de presentarse, ella eleva sus cejas sorprendidas.

  —¿Nos conocemos?—pregunta ella sorprendida.

  —Bueno... No aún.

La mujer dedica una mirada a Talia, no sé si sorprendida o alarmada, sólo sé que su expresión acaba de transformarse no precisamente de manera muy sutil.

  —Es un lobo blanco—Talia sonríe y se hunde hombros casi divertida frente a la reacción de Satomi, quien regresa su mirada a mí ahora recorriendome de pies a cabeza con ella, observándome como si fuera algún tipo de especie en extinción.

Lo cuál aparentemente sí soy.

Paso toda mi tarde en soledad junto a Satomi jugando al Go, por suerte mi memoria logró retener algunas de las cosas que la mamá de Kira había explicado acerca del juego, mas la gran parte del juego no tuve idea de lo que estaba haciendo. De cualquier manera el juego no era lo importante, durante toda la tarde la alfa me dio indicaciones disfrazadas de explicaciones de jugadas para controlar a mi loba.

Todas las palabras que la loba pronuncia durante la tarde parecen estar cargadas de una gran sabiduría, y aunque presto atención a todas, una de las frases que mi cerebro logra descifrar parece grabarse en mi mente de manera permanente.

"Debes saber utilizarla. Liberala cuando la necesites."


  —Debes tener cuidado niña—advierte ella con seriedad—, sólo me he cruzado con un lobo blanco a lo largo de mi vida y créeme, si dejas al lobo tomar el control, serás un monstruo. 

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