CAPÍTULO 3

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TORMENTA DOLOROSA

Al final no pudo esconderse en el establo. Estaba ahora sentado en la mesa de la cocina con una taza de chocolate caliente frente a él. Su mirada estaba fija en sus padres. Frank King permanecía pensativo sentado y de un momento a otro golpeaba la madera con ira sobresaltando a su madre que estaba sentada a su lado.

- ¿Cómo dejé que esto pasara? - la ira que emanaba de su voz enchinaba la piel de Kaleb -. ¡Ella es sólo una niña! ¡Maldición!

El golpe sobre la mesa fue más brutal. Abigail no logró levantar su taza de chocolate y esta volcó obligándola a mover su silla sobre el piso como un lamento.

- ¡Mierda!

Frank de inmediato fue hasta Abigail y la abrazó apretándola a su pecho.

- Lo siento - musitó sobre su pelo -, estoy furioso, no puedo soportar saber que Ian es culpable de las heridas en esa niña.

Hubo un tenso silencio. Kaleb miró a sus padres. Parecían estar en paz, había entre ellos mucho mas que comodidad y se alegraba por su madre. Ella amaba demasiado a Frank King a pesar de algunas indiscreciones durante algunos años. Sin embargo para él aquello no era fácil de olvidar. No después de ver a su madre llorar.

- Voy a mi habitación - se levantó haciendo ruido con la silla al recorrerla.

Frank abrió los ojos encontrándose a un par muy iguales a los suyos.

- Siento mucho que te involucraras en esto - se disculpó -. Sé que no te gustan mucho estos asuntos.

- No soy tan insensible como crees - frunció el ceño sintiéndose absurdamente molesto.

- No quise decir eso...

- Lo entiendo - levantó una ceja mostrando ironía -, es casi lo mismo de lo que nos has querido decir la mayor parte del tiempo y sin embargo no puedes evitar intentarlo...

- ¡Kaleb!

La voz de su madre lo silenció. Cada vez se le hacia más difícil callar el intenso resentimiento que tenia hacia él. Quizá era parte de ser un King. Guardó para sí mismo las palabras que tenia guardadas en su interior esperando ser expulsadas con todo el rencor que por años estaba creciendo hacia su padre.

Evitó mirarla y salió de la cocina. Mientras avanzaba hacia las escaleras de madera oscura sus ojos notaron un ligero movimiento en la terraza. Se detuvo y miró a través del cristal que separaba el exterior. Ahí estaba ella. Su cabello largo ya no se mostraba salvaje alrededor de su bonito rostro, ahora estaba peinado en una rubia trenza descansando en su hombro. Ella estaba sentada con las piernas recogidas hacia su pecho con sus brazos rodeándolas como si se tratase de algún método de protección que tenían las mujeres.

Su espigado cuerpo estaba cubierto por un enorme suéter de lana cruda muy suave, no estaba seguro de que le perteneciera a su madre, los vaqueros que se asomaban del tejido que los cubría mientras mantenía sus largas piernas encogidas hacia su pecho y rodeándolas con sus brazos. Ella miraba hacia los verdes prados muy bien cuidados desde donde se podían ver las cercas blancas de madera y a los caballos pastar y correr como una rutina de todos los días.

Su rostro estaba aún pálido. Los golpes se mostraban más intensos. Podía notarse la tortura a la que había sido sometida por su tío. Sus manos se cerraron en puños a cada lado de su cuerpo, nunca le había gustado el ataque hacia personas más débiles, fueran quienes fueran. Estaba seguro de que cada ser humano tenia la fuerza necesaria para pelear por defenderse, incluso las mujeres, pero había limites y si alguien los traspasaba...

Abrió la puerta corrediza. Fue hasta ella, tomó una manta ligera de uno de los cojines del largo sillón que formaba un perfecto marco a la orilla de la barda de madera barnizada. Sin pensarlo demasiado la colocó en sus hombros delicados, ella se sobresaltó al sentir el material y a alguien más a su lado. Sus ojos grises con algunos puntos verde oliva lo miraron buscando esconder la inquietud que siempre hacia presa de ella.

SAGA KING 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora