Capítulo Treinta y Nueve: La verdad

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—No sabía que pudieras cocinar tan bien—murmuro de forma distraída y ella mordisquea su labio.

—Yo tampoco—es lo que dice antes de volver a salir de la casa.

—Iré a regar las flores—anuncia papá yendo a nuestro lamentable jardín.

—No quise decirlo frente a Dante, pero había un paquete afuera para ti, aquí lo tienes—anuncia Amber volviendo con una caja.

Camino hasta el mesón de la cocina en donde lo deja. Leo la etiqueta y de inmediato se forma un nudo en mi garganta cuando leo la tarjeta de condolencias de la escuela de ballet privada a la que Hope asistía, en donde, quizá, el cómo se sentía empeoró.

Mis dedos temblorosos abren la caja y de inmediato mi vista se hace borrosa cuando lo primero que veo son sus zapatillas de ballet. Las que más les gustaban, las que papá le regaló en su cumpleaños dieciséis, las más vieja y desgastadas. Las tomo y las presiono contra mi pecho mientras comienzo a llorar sin poder evitarlo.

El dolor de nuevo se siente a carne viva mientras sostengo sus zapatillas, mientras cierro mis ojos y puedo visualizarla con la gracia y elegancia con la que baila, con el sueño de ser una gran bailarina. Y es peor cuando la imagen se distorsiona y la veo sobre el concreto con un cuerpo roto.

Abro mis ojos, porque no quiero ver más esa imagen, y besos los zapatos antes de hacerlos a un lado y tomar las fotos que se encuentran en la caja. Son unas cuatros: una en su primera presentación en la escuela de ballet, otra es de ella con nuestros padres riendo, la más reciente es de ella con Edgar haciendo diversas muecas y luego está una conmigo de cuando yo tendría unos dieciséis años apenas y la estoy abrazando. Al voltear las fotos veo que tienen grabados. No esperé que hubiera esa profundidad en ella. Leo en la mía:



«Aunque quisiera detener tus sueños...

También quiero impulsarlos.

Aunque me moleste el triunfo...

Te admiro.

Y aunque quiera enojarme...

Te amo.

Mi hermana Elise y yo»



—Lo siento tanto, cariño—susurro con voz temblorosa tomando a foto para quedármela.

En la caja hay esmaltes para uñas, un tutú muy brillante y pequeños detalles que me hace preguntarme cómo todos nos alejamos tanto. Siempre he dicho que ellos me aislaron, pero sé que yo también lo hice como defensa, aferrándome solo a papá y estando a la defensiva. Sé que todos fallamos.

Amber pasa su brazo alrededor de mis hombros y me atrae a un abrazo.

—Todo va a estar bien.

—Sé que estaré bien, estoy trabajando en levantarme, pero también sé que nunca dejará de doler. Es como perder a mamá de nuevo, sabes que estarán mejor en donde se encuentre, pero no puedes evitar desear detener el curso del tiempo y que estuvieran aquí.

— ¿Quieres que guarde la caja?

—No, creo que papá y Edgar tienen derecho a verla, no puedo quitarles eso.

—Elise, yo no debería decirte esto porque él me lo pidió. Pero no creas que Matthew solo se dio la vuelta y se fue de tu vida en el momento en el que le cerraste la puerta. Él está atento, siempre preguntando, siempre verificando que estés bien y que nada te falte. Siempre queriendo hacerlo más suave para ti.

Algo más que palabras (#2 Saga InfoNews)Where stories live. Discover now