C u a t r o

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—¿ Puedes dejar de aparecer como el que no quiere la cosa?

Cuando vuelvo a girar la cabeza hacia los chicos me quedo de piedra. Todos están con una rodilla clavada en el suelo y con la cabeza gacha en signo de reverencia ¿Qué es esto?

Vale que sea un ángel, pero no es para tanto. ¿No?

—Sabéis que conmigo no hace falta tanta formalidad chicos, podéis levantaros. -Se sienta a mi lado en la mesita de centro y pasa uno de sus musculosos brazos por mis hombros. -¿Que tal estás, hermosa? Cuanto tiempo sin verte.

Supongo que lo dice sarcásticamente por la sonrisa que lo acompaña, y el hecho de que hace menos de media hora que nos hemos visto.

Aparto su brazo de mi y me levanto para sentarme con mis "amigos". Si, con comillas porque ahora es cuando los estoy conociendo de verdad, porque sólo pienso que todo lo que hemos vivido ha sido mentira, una simple farsa con el objetivo de acercarse a mi, de coger confianza y cumplir con su misión. Protegerme, aunque aún no se de qué. O de quien.

—San Suryan, perdone mi osadía — Viviane habla sin querer hacer contacto visual con él. - pero no debería de estar aquí aún.

Me impresionó la voz débil y asustadiza con la que se dirigía hacia el tatuado, la rubia tiene un carácter muy fuerte y no se cohive ante nadie. Es cierto que su sola presencia intimida, pero repito; no es para tanto.

—Soy yo el que decide, Vivy. - Responde Suryan con voz fría y autoritaria. — Además, ya ha visto dos de mis alas y no ha salido corriendo.

¿Dos de sus alas?¿Cuantas tiene?¿20?

Tapo la boca del irritante ángel antes de que responda a mis pequeñas incógnitas mentales y a cambio, me llevo un lametazo asqueroso en la palma, dejando libre de nuevo sus labios y su sonrisa torcida arrogante.

Infantil. Pienso a propósito sabiendo que me escucha. Él solo ríe ante mi comentario.

—¿ Puedo hacer una pregunta?

Cinco pares de ojos se fijan en mi espectantes. Miro a Suryan que me observa con un brillo singular en los ojos, como si el ángel fuese yo y me estuviese venerando con la mirada.

Una de las comisuras de sus labios, se crispa hacia arriba cuando me quedo atolondrada en el zafiro de sus ojos. Sacudo la cabeza para que mis sentidos vuelvan a mi, busco a Ashton con los ojos y carraspeo para probar si mi voz está dispuesta a salir.

—Quiero saber que tiene que ver él conmigo para tener mi jodido nombre tatuado en el pecho. — Lo señalo con el índice y Alexia me baja la mano fulminándome con la mirada.

Ashton suspira y masajea el puente de su nariz, pero cuando se decide a hablar y abre la boca para hacerlo, es otro quien habla.

—A cada ángel de le asigna un humano al cual proteger. — Explica Jace levantándose del sofá con el ceño fruncido. — De la misma manera, a la Estrella se le asigna un grupo de Templarios y un ángel de alto rango.

Dicho esto, su silueta desaparece y el portazo de la puerta exterior indica que algo anda mal. Está molesto, pero ¿Por qué?

Hago el amago de seguirlo pero una mano se cierra en mi muñeca y tira hacia abajo sentándome de nuevo. Viviane niega con la cabeza y yo no puedo estar más confundida.

Giro la cabeza buscando la atención del cómic andante pero parece que tiene cosas mejores que hacer, como por ejemplo, mirar con el ceño y los labios fruncidos la puerta por la cual hace un minuto ha salido Jace.

—No se llevan muy bien— Susurra Alexia a mi lado.

Entrecierro los ojos en dirección a Suryan, con una clara incredulidad. Es imposible que Jace se lleve mal con alguien, es un amor. Un poco exasperante, pero un amor. Está claro que es culpa de Suryan con su pose de "Hey, adorenme". A mi tambien me enerva.

—No es por eso.—Ataja aún con la mirada perdida.

Brinco en mi asiento, no me acostumbro a tener que controlar mis pensamientos. Todo parece irreal. Que si angeles, que si templarios, que si poderes, que si la estrella... me va a estallar la cabeza, me asombra la tranquilidad con la que me estoy tomando todo.

Já, estoy madurando.

¿Que dirían papá y mamá sobre esto? Katy, deja de leer. Si, en efecto dirían eso.

Sonrío ante mi propia ocurrencia, hacia ocho años de la muerte de mis padres y a veces me resulta difícil de creer todavía. Aun tengo sus voces nítidas en mis recuerdos, la manía de mamá de comer fuera los sábados, la persistencia de papá en llevarme siempre al instituto, sus regaños, sus mimos, el "te queremos, Katy"...

No quiero olvidarlos.

Siento una caricia en mi mejilla y abro los ojos por la sorpresa encontrándome con el color azul mas intenso que he visto en mi vida. No sabia que estaba llorando, hasta que Suryan ha desviado la trayectoria original de una lágrima a su pulgar.

Su expresión es muy confusa.¿Dolido? ¿Por qué? ¿ Le he dado lástima cuando ha leído mis pensamientos?

Aparto su mano de mi mejilla y me levanto poniéndome tiesa como un poste. ¿Donde se ha metido todo el mundo?

Traidores, me han dejado sola con el loco de las alas.

—¿Loco de las alas?

—¡Deja de meterte en mi cabeza!— Bramo y después me conciencio de que he alzado la voz mas de lo normal.

Sus ojos se vuelven oscuros, apenas se ven sus iris alrededor de sus pupilas, lo sé y lo noto porque su rostro a pasado a estar a tres centímetros del mio en menos de dos segundos.

—No vuelvas a gritar.

Enarco una ceja desafiándolo. Oh Dios, que prepotente me he vuelto. Es culpa de Suryan que es mala influencia.

—¿O qué?

Su sonrisa ladina hace nueva aparición pero no es para nada una sonrisa angelical, es como un lobo a punto de devorar a la ovejita.

En este caso, yo soy la ovejita.

Parezco un elfo a su lado, tiene que bajar la cabeza considerablemente para que pueda mirarlo a los ojos.  Es alto, muchísimo mas que yo. Su cuerpo hace por dos del mio y comparándonos me siento muy pequeña.

Escondo la cabeza entre mis hombros percatándome del acto de valentía mas estúpido que he hecho en mi vida, pues con solo un chistar de dedos podría desintegrarme.

Se agacha hasta que sus labios rozan la piel de mi oreja. Mi cuerpo se queda estático ante su cercanía y contacto, noto su respiración chocando en mi cuello, meciendo los mechones de pelo que por ahí descansan.

—No voy a hacerte daño pero no me provoques. —Susurra y me estremezco.— No soy bueno conteniendo mi enojo.

Ay, madrecita de mi vida. ¿Por que tiene que tener esa voz tan sensual?

Esto es demasiada tensión, demasiada información, demasiado irreal... ¡Demasiado todo!

—Cariño, todo en exceso en malo... excepto yo.

¿El ego hasta las nubes es característica habitual de los ángeles? Seguro se les quedó ahí arriba y no pudieron bajarlo hasta aquí.

Ríe de nuevo y se me eriza la piel al escuchar la voz ronca saliente de sus labios.

—¡ Te he dicho que salgas de mi mente!— Lo empujo para poner distancia.

—Sal tú de la mía.

Y me quedo con la imagen de su sonrisa pícara antes de que desaparezca.






Suryan ©  || [Sin Editar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora