ESPERA

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La lluvia que había empezado a caer repiqueteaba contra el cristal del ventanal de mi habitación. Lo azotaba casi con rabia y angustia,  como si el negro cielo se uniera a mis sentimientos y quisiera reflejar lo que pasaba dentro de mí. Todavía llevaba puesta su camiseta; la despegué de mi pecho para levantarla un poco e inhalé su maravilloso olor. Mientras esperaba al amparo de la oscuridad de la noche, sentada en el banco-arcón de la ventana, mamá picó a la puerta y la abrió.

- ¿Quieres que te prepare algo, cielo? – me preguntó, visiblemente preocupada.

Esta era la quinta vez que me lo había preguntado desde que mi familia había regresado con las manos vacías. No habían encontrado rastro del licántropo. Ni de Jacob. Parecía que se los hubiese tragado la tierra. Para encima, la lluvia había tapado cualquier pista de los dos. Aún así, papá y Emmett salieron a buscarle.

- No, gracias – murmuré sin ganas, inspirando su aroma de nuevo y apretando el cojín que tenía en el estómago.

Mamá se quedó en silencio, mirándome, y al cabo de un rato se acercó a mí para sentarse a mi lado.

- ¿Sabes? Estamos muy sorprendidos por tu transformación – dijo, se notaba que para distraerme un poco -. Es increíble. Nahuel dice que a él y a sus hermanas nunca les ha pasado eso.

- ¿No? Bueno, siempre he sido un bicho raro – suspiré.

- No eres ningún bicho raro. Eres especial, y eso es bueno – apartó mi pelo hacia atrás y me dio un beso en la mejilla -. Además, puede que los semivampiros reaccionéis de esa manera tan extrema y excepcional al veros en serio peligro. Seguramente la vida de Nahuel y sus hermanas nunca haya peligrado.

- Puede ser, no sé – volví a exhalar, desganada.

No entendía por qué me había pasado eso, pero la verdad es que en estos momentos no me apetecía pensar en ello. Ni en eso, ni en nada. Mi cabeza no estaba para otra cosa que no fuera esperar a Jake.

- Esta mañana tu padre regresó por segunda vez al claro, pero siguió sin encontrar tu chaqueta. Creemos que el licántropo pudo haberla robado para tener tu olor y poder seguirte.

- Eso demuestra que ese monstruo es muy hábil, si pudo robarla rodeado de vampiros – contesté sin dejar de mirar al exterior.

- Estábamos distraídos con el partido.

- No es tan primario como decía papá. Tiene que ser más listo, ni siquiera detectamos su asqueroso olor – señalé -. Hasta sabe conducir.

Y Jacob estaba ahí fuera solo con ese licántropo. Abracé más fuerte el cojín para que no saltara el nudo de mi garganta.

- Volverá, ya lo verás – me susurró ella al darse cuenta, arrimando mi cabeza a su hombro para que la apoyara -. Jacob es más fuerte de lo que todos creen – afirmó, acariciándome la sien.

- Lo sé. Pero todavía estaba débil por darme su sangre – sollocé.

- Ha sido muy valiente – declaró con un murmullo –. Tu padre y yo le estaremos eternamente agradecidos por salvarte la vida.

Nos quedamos mirando al exterior sin decir nada durante un rato, escuchando los golpeteos de la lluvia en el vidrio y escrutando las sombras de los árboles para ver si veíamos algo bermejo que se moviera.

Mi cerebro no paraba de dar vueltas. Ya eran las cuatro menos veinte de la mañana, ¿por qué tardaba tanto? Seguía fuera, bajo la lluvia, tal vez enfrentándose a esa cosa por mí. Me dio otro agudo pinchazo en el estómago y apreté un poco más el cojín. No podía quitarme de la cabeza la ira que había experimentado cuando me encontré con él y se había fijado en mi blusa rota. Sus ojos clamaban venganza. Yo le había dicho que no me había tocado, sin embargo, el hecho de que lo intentara, le había vuelto loco; había estallado, como yo al darme cuenta de lo que quería ese licántropo. Me acordé de lo que había sentido cuando la pulsera había vibrado en mi horrible encuentro con ese engendro. Mi aro de cuero rojizo me había revelado que, de algún modo, yo pertenecía a Jacob. No en un sentido literal ni posesivo, por descontado, puesto que nadie es propiedad de nadie, pero yo sentía que, de alguna manera que no lograba comprender, sólo era suya. Y por eso me había transformado en un vampiro, lo había hecho ante todo por defender esa idea. ¿Sentiría él lo mismo, que era mío? ¿O tal vez también sentiría que yo era suya? ¿Por eso había reaccionado así? Y si lo sintiera, ¿sería únicamente porque estaba imprimado? ¿Por eso había ido tras él para matarle? Entonces, mi corazón dio un vuelco cuando recordé lo que me había dicho justo antes de desvanecerme. Todavía podía sentir su ardiente susurro en mis labios.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora