Prefacio

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EDUARDO

— No te daré la corona hasta que consigas una esposa —Repetía una y otra vez mi padre, observándome desde su trono.

¿Por qué no lo podía entender? Me niego a desposar a alguien sólo por hacerlo, menos a alguien de la realeza. Ya le había impedido sus intentos de emparejarme con la princesa de Italia, hasta con la de Francia ¿y no me dejaría en paz? ¿qué tengo que hacer para qué este viejo hombre me entienda?

— ¡No quiero casarme con nadie de la nobleza, padre! —Seguía diciéndole, sin que a él le importara cualquier palabra que saliera de mi boca, es un hombre terco, uno sin remedio.

— ¡Entonces no tiene que ser una noble! ¡Sólo desposa alguien! El reino se verá débil con un rey sin esposa.

Espera, ¿no tiene que ser alguien de la nobleza?......esto es una oportunidad brillante. Tal vez, pueda convencerlo, usar los viejos trucos de manipulación y soborno de mi madre, tantos años escuchándolos podrían dar frutos en algo.

— Tengo una propuesta, traeré jóvenes campesinas y elegiré una. Si no, puedo fácilmente abandonar mi deber, ya sea cómo rey o príncipe heredero, me iré....—El chantaje, una de las herramientas favoritas de mi madre, cuantas gracias puedo darle a Dios por enseñarme sus manías.

— No trates de imitar a tu madre, pero sólo para tu conocimiento, ella lo hace mejor —Expresa soltando una vulgar carcajada.— Tu idea no suena mal, del todo, pero tendrás que hacerlo bajo mis condiciones —Bah, ¿condiciones? más bien órdenes, limitaciones, seguro meterá esto con sus malditos consejeros.

— ¿Y cuáles son esas "condiciones"? —Inquiero con ironía, soy capaz de hacerme una perfecta imagen de toda la lista de...no lo sé.....tal vez, las características que cada doncella debe tener.....qué asco, siempre creyéndose fuera de estándares.

— Ya verás hijo mío....ya verás 

Cadis: La UniónWhere stories live. Discover now