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A los segundos llegue a dicho lugar, parándome en la vereda.

Era un parque donde los humanos de poca edad jugaban, a pesar de la hora, era normal que por lo menos uno muriera.

Este mismo se encontraba en la otra calle, por lo que en donde estaba parado, solo había un edificio grande y una parada de bus.

Uno de esos vehículos grandes paró frente mío, haciendo que un hombre bajase de él y mirara con entusiasmo el parque.

— ¡Eren!—gritó con felicidad.

Miré la tarjeta y la hora de mi reloj. Mi trabajo empezó al ver de reojo a un pequeño castaño, corriendo desde un juego hasta el camino donde conducía a la calle.

Leí el papel negro que descansaba entre mis dedos.

—Eren Jaeger, ocho años, muerte por choque de un autobús a las...

Fruncí el ceño al ver que las palabras desaparecían.

— ¿Qué...?

Alcé la mirada hacia la calle, una mujer morena de tez blanca corría detrás el pequeño, haciendo que antes que el vehículo impacte en el pequeño, impuso su cuerpo empujando el del niño hacia el otro lado.

—Sacrificio...—murmuré de forma automática.

Detuve el tiempo, mirando como la chica tenía su rostro de súplica, pero al mismo tiempo de alivio al salvarlo.

Mire la tarjeta entre mis manos.

❝Mikasa Ackerman❞

Ackerman...

Ese nombre. Unos ecos aparecieron en mi mente, ruegos y sollozos nombrando aquella palabra una y otra vez. ¿Quién era Ackerman?

No era... ¿Mi vida pasada?

Mis ojos se conectaron con los de ella unos segundos, estando viva me podía ver.

Baje la mirada al verla impactar con el autobús muriendo en el acto. Me gire y vi su alma detrás mío.

Se encontraba en paz, tranquila y con una leve sonrisa triste en su rostro, miraba al niño que se encontraba tirado en la vereda del lugar junto a un hombre alto y de cabellos castaños.

—Mikasa Ackerman, edad 29 años, muerte por autobús a las 00:05 de la madrugada—comento para así mirarla.

Ella me miraba asintiendo, mientras mantenía su sonrisa.

Nos encontrábamos sentados en una gran habitación blanca, iluminada por la luz del sol y llena de diferentes cristales en forma de vasos pequeños

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Nos encontrábamos sentados en una gran habitación blanca, iluminada por la luz del sol y llena de diferentes cristales en forma de vasos pequeños.

— ¿Y qué cuentas de la vida?—preguntó la morena con una sonrisa, la cual se fue al enterarse dónde estaba.

La mire de reojo mientras preparaba la tetera con el líquido necesario.

— ¿Cómo te enteras que la gente muere?—preguntó nuevamente, al no tener respuesta mía.

Suspire colocando la pequeña porcelana en la mesa de madera, con un cristal ovalado en forma de vaso.

—Una tarjeta negra, ella me avisa el nombre, horario y lugar de la muerte. —Ella sonrió asintiendo, mostrando que entendía—. Había salido el del niño.

Me miró con los ojos levemente abiertos.

— ¿Eren, mi hijo? ¿Por qué él?

—Ese crio iba a morir, pero tus acciones cambiaron el destino.

— ¿Lo cambie?

Asentí, vertiendo el contenido en la pequeña taza.

—Sí, un sacrificio. —Antes que ella pueda articular la pregunta, respondí—. Es una acción donde ni dios puede predecir, es la decisión del ser humano en dar su vida por la de alguien.

— ¿Tú eres dios?—preguntó mirando mi traje que estaba colgado en una pequeña percha de pie.

Negué acercando el cristal.

—Soy un ángel de la muerte, una parca.

Love ❥ʀɪᴠᴀᴍɪᴋᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora