Juego peligroso

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Iban pasando los meses y las clases de la profesora Griffin se hicieron un infierno. Comentarios mordaces y miradas cargadas de reproche que no conseguía entender eran el pan de cada día por lo que, una hora que antes esperaba con ansia ahora la aborrecía en extremo.

Conocía su historia, podía llegar a entender la amargura en sus palabras o sus gestos y no creía en la versión de Anya que aseguraba que la profesora estaba colada por ella, era imposible que lo estuviese, las separaba la edad, su heterosexualidad y mil detalles insalvables, a pesar de que no lograba comprender su cambio de actitud hacia ella.

Con Tyler estaba empezando a consolidar las bases de una relación sólida, se veían cada poco tiempo, lo había llevado a casa y tenía la aprobación de sus padres, se involucraba en su rutina con mil detalles y gestos que le hacían abrirle el corazón poco a poco, se estaba enamorando y lo sabía, no temía las consecuencias de ese hecho ya que Tyler podía ser perfectamente el hombre de su vida, el primero, el único que había conseguido abrirse paso hacia ella y embelesarla de esa manera.

Dejó de preocuparse por la profesora Griffin, si estaba amargada no era su culpa, iba a su clase como una alumna más a aprender, dejando de lado cualquier teoría sin sentido. Por mucho que Clarke se comportase como una cría seguía siendo la profesora que más le enseñaba, haciendo que todos sus conocimientos se tambaleasen y creándole retos cada vez más complicados que alcanzaba con éxito, tenaz y pacientemente.

Con otra de sus profesoras, Ontari Snow, era completamente diferente. Morena y de ojos café, divertida e inteligente, siempre que hablaba con ella acababa estallando en carcajadas, tanto Anya como ella misma le habían cogido un cariño extremo. Se encontraban por los pasillos y se ponían a charlar sobre Harry Potter, fanáticas las tres, a pesar de que cursando literatura debían sentir pasión por otro tipo de obras a Ontari no le importaba.

Pudo constatar más de una vez que Clarke Griffin y Ontari no se llevaban bien, cuando se cruzaban por los pasillos ni se miraban y si lo hacían era con odio, y más en las ocasiones en las que la morena estaba charlando y riendo con ella, en esos momentos la mirada de Griffin podría tumbar al más fuerte de los hombres pero no podía con Ontari, esta era cabezota y le devolvía los desprecios con la misma intensidad.

Poco después, la misma profesora Snow les confío que se moría de envidia ya que Clarke era la niña bonita del decano, adorada por los altos directivos cuando en realidad era grosera e insufrible a su modo de ver. Les explicó también que no siempre fue así, que hacía un tiempo habían sido amigas, cuando estaban en la flor de la vida y Clarke vivía su idílico romance con Nylah, la mujer que perdió en ese fatídico accidente.

Todo cuanto rodeaba a Clarke Griffin era una incógnita, un misterio que Lexa se preguntaba si sería capaz de resolver, mas descartaba esas ideas puesto que no estaba en su mano arreglar la vida de nadie y menos de su profesora.

Salió de la facultad con prisa, Tyler la esperaba y al verlo sonrió. Se acercó a él dejando que este la tomara de la cintura y juntó sus labios tímidamente. El muchacho la abrazó y profundizó el beso, cortándolo al poco tiempo y tomando su mano para marcharse. Pasearon sin rumbo fijo, hablando de todo y nada, contándose su rutina y su vida diaria, robándose besos en cada esquina, como una pareja de adolescentes con las hormonas alborotadas.

Se les escaparon las horas sin darse cuenta y Lexa, alarmada, se despidió de él pues llegaba muy tarde, tenía un trabajo que hacer para la profesora Griffin y no quería bajar su media. Tras un beso largo corrió en dirección a su casa mientras Tyler la miraba con una sonrisa, sin darse cuenta de que una mujer, rubia de ojos azulados, le había reconocido por casualidad y estaba pendiente de cada uno de sus actos.

CL

Tras terminar sus clases, como cada día, Clarke recogió sus cosas y se marchó, queriendo el destino que tomase una ruta alternativa pues necesitaba despejarse y poner en orden sus ideas, caminando por el parque ya que era la mejor medicina que conocía para su alma atormentada.

Aula 100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora