Capítulo 17

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Debí patearla cuando tuve oportunidad. Estaba segura que un buen golpe hubiera terminado el problema, pero ya era tarde para arrepentimientos.

—Está oscureciendo —les recordé con insistencia, por millonésima vez, pero pareció que le hablaba a la pared—. Mañana trabajan y no quiero oírlos quejándose.

Ni mis consejos llenos de preocupación, propia en realidad, lograron sacarles la idea loca de echar andar esa porquería. Comprobé que cuando algo se les mete a la cabeza no hay poder humano que los haga entrar en razón. Aunque debo admitir que yo también solía ser así.

Los vi acomodar en la sala con cuidado el aparato y me dediqué a suspirar mientras esperaban que se encendiera. Crucé los dedos para que no lo hiciera, pero no tuve suerte. Definitivamente no era mi día. Ni mi año...

—¡Sí! ¡Funciona! —celebró Natalia como si me hubiera ganado la lotería. Sentí sus manos en mis hombros mientras me estrujaba para que festejara con ella—. ¿No es maravilloso?

—Qué emoción —susurré entre dientes mirando con horror la pantalla—. Si pudiera me ponía a saltar.

De un puente...

—Sorprendente que esto hace unos años fuera la sensación —comentó Carlos mientras ordenaba todo—. Y por lo que veo se defiende bien.

—¿Y, con exactitud, qué se supone qué haré? —pregunté haciéndome la tonta para ver cómo cambiaba la situación. Con la pop era diferente porque Carlos la llevaba todo el tiempo con él y podía zafarme con facilidad bajo la excusa de no distraerlo, pero esto era diferente.

—Creo que a estas alturas del partido esa interrogante deja a relucir muchas cosas —dijo al detectar mis intenciones—. Pero se lo explicaré por si existe la remota posibilidad que lo olvidara.

Asentí como si estuviera en el salón de clases. Sólo me faltaba la libreta, el lápiz y la materia a punto de reprobar para estar en el colegio. Aunque para eso último, al paso que iba, me faltaba poco.

—Hace unos días nos habló de una nueva idea y quedamos que intentaría escribir el primer capítulo para poder decidir si se enfocaría en ella o no. Ya que los escritores no deben trabajar a marchas forzadas, es inteligente que usted pueda manejar sus tiempos para determinar cuándo escribir y cómo hacerlo —me explicó haciendo énfasis en lo último. ¿Por qué tenía que usar siempre definiciones tan complejas? Era más fácil decirme que la computadora era para ponerme a trabajar sin horario laboral establecido. Eso está en contra de la ley por cierto...

—¿Margarita? —Observé la mano de Natalia paseando frente a mí. Me había quedado dormida con los ojos abiertos.

—Presente —contesté algo atontada provocando una risa de su parte. Ya no era hora para estar pensando, mi cerebro hace un rato se había ido a dormir.

—Será mejor que la dejes descansar —opinó Natalia al verme más lenta de lo normal. Apoyaba eso—. Mañana podrá darles todas las clases del mundo, profesor.

Tampoco hay que exagerar.

—Bien, sólo necesito que memorice cómo encender la máquina por si desea prenderla en otro momento —dijo Carlos mientras me enseñaba un botón redondo, más grande que el resto, en la parte que parecía una cajita de cereal—. Este es el botón que debe presionar. Es lo más sencillo del mundo. Automáticamente se encenderá y sólo debe esperar que termine todo el proceso de inicio para abrir un documento para escribir.

—¿Qué pasa si quiebro ese botón? —lo señalé—. ¿Cómo puedo ponerla a funcionar?

Más vale preguntar que lamentarse. Sabía que mi fuerza se alejaba de competir con la de algún deportista nacional pero mi torpeza lo superaba por mucho.

Margaret perdida en WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora