I. Planetary (GO)

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La familia Sawamura eran, en su mayor parte, granjeros. Sin embargo, Eijun también era bueno con el arco. Eso permitía que, de vez en cuando, también hubiera carne en la mesa. Ese fatídico día, había vuelto con un gran botín. Había cazado dos conejos, un pato y había podido recolectar varios huevos de codornices. ¡Se darían un festín! Llegó sonriente a casa. Gritó. Su abuelo cortó su alborto con una de sus acostumbradas bofetadas. Sobó su mejilla. ¡Ah, el viejo seguía siendo fuerte! Sin embargo, ignoró el dolor y feliz le mostró lo que había conseguido.



Había pocas veces en las que su abuelo lo veía con orgullo. Pero cada que lo hacia, Eijun sentía una cálida sensación en el pecho. Ambos sonrieron. Los dos armaron una gran baraúnda. ¡Comeremos como reyes! Atraídos por el ruido, ambos padres entraron a la casa. Sawamura los había visto sonreír al ver la ridícula escena que protagonizaba con su abuelo. ¿Tan graciosos se veían cargando al pato y a los conejos sobre la cabeza y parodiar al rey cuando era elevado en hombros? ¿No se escuchaba bien su: "¡Oh, salve gran pato dador de vida!"?



Aún se le hacia agua la boca al recordar el sabor de esa última buena cena. No era tanto por la comida, había sido por la compañía. Esa noche, su madre había sonreído más que de costumbre. Ese día, ese afable gesto había sido más deslumbrante y brillante. Había sido como un incandescente e hipnótico sol. Si Eijun tuviera que ejemplificar con algo el espíritu que los impulsaba a luchar, lo haría con esa sonrisa. Porque en ese tiempo, sonreír de esa manera, como si todo estuviera bien, como si realmente se fuera feliz, era de valientes. Y esa valentía, era la que los guiaba, la que los impulsaba para que más personas pudieran sonreír como su madre. Porque todos merecían libertad.



Suspiró y sintió el familiar dolor en el pecho. Extrañaba tanto esas sonrisas y esas cálidas caricias. También pensó en su abuelo y en su padre. ¿Quién diría que echaría de menos esos "cariñosos golpes"? Sintió que los ojos le ardían. Quería llorar. Pero... pero no podía hacerlo. Ese no era momento para dejarse dominar por sus demonios internos. Respiró hondo. Volvió a mirar al frente. Furuya estaba a seis árboles de distancia, a su izquierda. A su derecha, seis árboles más allá se encontraba Tanba y en línea recta, a ocho árboles de distancia, estaba Nori. Los cuatro arqueros estaban en posición para neutralizar a cuantos soldados enemigos fueran capaces.



Respiró hondo. Miró a Kuramochi quien estaba acuclillado a su lado. Él, junto con los otros tres que estaban al lado de los arqueros, saltarían para neutralizar a los soldados que anduvieron a caballo. Se hizo el silencio. Incluso las aves dejaron de cantar. Siempre, el momento antes de cualquier enfrentamiento era tensó y, un poco, aterrador. No es que tuviera miedo a morir, más bien lo que lo asustaba era que sus compañeros perecieran ante sus ojos y él no pudiera hacer nada. Por eso los arqueros eran tan importantes. No podían darse el lujo de fallar. Porque un fallo podía significar la muerte.



El galope de los caballos se hizo presente. Todos se tensaron. Su cuerpo, antes que su mente, se preparó para la inminente batalla. Esa era una misión de rescate. Por un tonto descuido, en uno de sus tantos robos, Masuko y el menor de los Kominato habían sido capturados. En ese momento iban a ser trasladados al castillo para ser juzgados y ejecutados. No los habían matado al instante porque lo que deseaba Narumiya Mei era un espectáculo brutal que les enseñara que sus héroes no iban a ganar. Pero ellos no iban a darles ese lujo. Todos volverían íntegros al nido.

Lucha o Vuelo [MiSawa] [DNA]Where stories live. Discover now