2. Odio que me dejen hablando solo

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Estaba animada y de muy buen humor

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Estaba animada y de muy buen humor.

Jamás hubiera creído que sería capaz de enfrentar de esa forma a ese engreído mujeriego. Lo que sucedió luego de salir del instituto fue extraordinario. Lo dejé con la palabra en la boca por primera vez y me encontraba orgullosa. Imaginarlo junto a su moto con el rostro rabioso me hacía reír. Se lo merecía.

Podía ser el chico popular, fuerte, sexy, de perfecta sonrisa e increíbles ojos azules, un Adonis que enamora a todas, pero no pensaba caer en su sucio juego. No me trataría como a las demás.

Sus engaños los conocía perfectamente. Estaría atenta a la hora de enamorarlo. ¡Lo haría! Conseguiría que se sintiera miserable. Ganaría esta idea absurda que se me había metido a la cabeza. No me dejaría seducir.

Con la toalla envuelta alrededor de mi cuerpo, salí del baño y corrí hacia mi habitación tarareando inconscientemente una canción. Me encontraba de buen humor.

Pensar en el maldito rompecorazones me distraía. Lo tenía presente en mis pensamientos. Me vi inconscientemente contando las horas para encontrarlo al día siguiente en el instituto y ver cuál sería su táctica luego de lo de hoy.

Ya en mi habitación, abrí el placar y dejé caer la toalla al suelo a la vez que me colocaba la ropa interior y mi larga remera de mangas cortas que me quedaba hasta debajo del trasero con el demonio de Tasmania estampado en el centro.

Antes de acostarme, decidí ir a la cocina por algo de comer. Mientras secaba mi cabello con la toalla, abrí la puerta y mis pies en ese instante quedaron pegados al piso.

Mi corazón detuvo sus latidos y luego comenzó a golpear contra mi pecho a una velocidad acelerada.

Mis mejillas se tiñeron de rojo fuego cuando los profundos ojos azules de Logan Lisboa me observaban con apetito de arriba abajo. Me encontraba en paños menores. La toalla cayó.

—¿Qué-qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? —tartamudeé.

—Fue tu adorable madre.

Su rostro inexpresivo no delataba en absoluto de qué humor se hallaba. Me tomó de los hombros con firmeza y me empujó dentro de la habitación con fiereza. Se adueñó de mi cuarto como si fuera suyo.

Cerró la puerta y regresó adonde me encontraba. Invadió mi espacio personal. Se acercó tanto que nuestras narices casi se tocaban. Mi estómago se revolvió de nerviosismo.

—Me has dejado como un completo idiota esta mañana.

—Te lo merecías por ser tan idiota. —Oculté mi sonrisa astuta. Mi respuesta lo divertía.

—¡Odio que me dejen hablando solo!

—Me dejaste con la palabra en la boca un montón de veces.

Soltó una carcajada que me heló la sangre. Sus ojos clavados en los míos y su mueca de irritación me volvieron a paralizar.

—¿Por qué me tienes que hacer la contra? —gruñó.

Criminal - Mi Rompecorazones [+18] EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora