21. "Soledad"

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Uno puede estar rodeado de personas, y sentirse igualmente muy solo. Uno puede tener a mil personas diciéndole que lo quieren, que es guay, que es divertido, o trescientas cosas más, y esa persona puede seguir, de igual modo, sintiéndose sola.

La soledad no tiene cara. La soledad no tiene nombre. No tiene hogar, no tiene clase, no tiene género ni orientación. La soledad la sientes, la ignoras, te llama y te consume. La soledad es algo malo cuando, en un mundo lleno de gente, la sigues sintiendo. 

A veces llega, sin más. Sin saludar, sin un previo aviso. Te despiertas bien y de repente luchas por no romper a llorar. Luchas por hacer que nadie te oiga. Es horrible cuando la soledad te obliga a hacer cosas, te dice que no vales nada, que no encajas y que realmente no te quieren allí. Es horrible cuando la gente llega para exigir explicaciones por tu comportamiento. 

 Y tú... No sabes qué responder. 

Dices que todo va bien. Sonríes como si nada. Mientes porque es lo que has hecho toda tu vida. Miras el desastre que has hecho y lo escondes bajo la alfombra, pensando que así desaparecerá. Pero vuelve, siempre vuelve. Una y otra vez. Cada vez el desastre se hace más y más grande, hasta que llega el punto en el que te ha consumido tanto que ya no sabes por qué se formó en un principio. 

Sigues una rutina. Crear, llorar, mentir, esconder. Crear, llorar, mentir, esconder. Te piden explicaciones, y dices lo primero que se te ocurre. Dices lo primero porque no quieres pararte a pensar en qué es realmente. Porque, en el fondo, lo es todo. Son tus amigos, son tus compañeros, es la familia, son los estudios. 

No quieres pensar porque entonces todo se te va desmontando como una máquina rota. Se cae a pedazos delante de tus ojos. Y de repente la razón ya no son los estudios, ni la familia, ni los compañeros, ni tus amigos. Eres tú. 

Tú eres la razón de tus propios problemas. 

Pero no sabes por qué eres tú. Porque llevas tanto tiempo escondiendo el desastre que no sabes qué hiciste para crearlo, no sabes cómo deshacerlo. Guardas silencio porque es más fácil que pedir ayuda. Es más fácil que intentar explicar algo que no sabes, algo que no recuerdas. Mil terapias no funcionan, mil conversaciones no funcionan. 

Frío ante los abrazos, frío ante los besos, frío ante todo. Es como si el mundo girara y tú permanecieras, sin más. Como si las cosas progresaran sin ti. Como si, realmente... No importaras lo más mínimo. Ves a la gente progresar, madurar. Todos crecen, todos planean cosas, y tú solo estás ahí...

Es como si te convirtieses en un personaje secundario de tu propia vida al que ya no necesitasen más. Y te planteas, ¿merece la pena seguir aquí? ¿Merece la pena seguir?

Sólo quieres empezar de cero. Olvidar las cosas mal hechas. Irte a algún lugar en el que nadie te conozca. En el que nadie pueda decirte nada. Ser otra persona. Vivir otra vida, lejos del desastre escondido, lejos de la soledad. Lejos de ti mismo. 

A veces me pregunto si algo de esto tiene el más mínimo sentido. 

Pero, de todas formas, ¿a quién le importa? 

Querido Diario: HistoriasWhere stories live. Discover now